27.12.07

Sospecha


Llegue a casa como un cohete, aterido de frío y fatigado por un día laborioso, conecté la calefacción central y me arrellané en el sillón. Un Valentinne's please, me dije a mí mismo mientras dejaba que mi mirada descansara por fin en las paredes esmaltadas de blanco y en la foto enmarcada de la Bienal de Venecia, junto con alguna pieza de cerámica de gran valor, regalo-chantaje, supuestamente sentimental, de mi señora madre. Y me acordé del frenazo y de ese desagradable chirrido, el chasis rozando el pavimento húmedo, hurgando en el bordillo hasta arrancarle una fea estridencia que se me metió en el cerebro y no quería salir ni por esas. Me dormí con un vuelco en el corazón, como advirtiéndome de que uno no puede decir sin-ti-no-quiero-vivir sin amedrentar al otro de mala manera.
Cuando me despertó el teléfono, yo no sabía exactamente donde me hallaba. Tardé unos segundos en coger el auricular aunque sólo fuera para acallar su molesto sonido, pero para escuchar, acto seguido, la voz de Juan Carlos, compañero de zona de Sandra. No te llamo para que te preocupes, me dijo, sólo para que lo sepas, que Sandra se ha intoxicado con la cena, aunque ahora ya está mejor, ha vomitado hasta la papilla. Es difícil que pueda regresar mañana. No, no hace falta que vengas, de verdad, me ha dicho que te llamará en cuánto pueda...
Tardé un poco en reaccionar. ¡Un poco mucho! Para entonces ya hacía rato que había colgado el teléfono, que me había preparado otro whisky sin hielo y que me había asomado al balcón para tomar un poco del aire helado de la noche y, finalmente, con el último trago, para rememorar la breve pero sustanciosa conversación con Juan Carlos. Ahí quería llegar yo. ¿Por qué había llamado ese imbécil y no Carmina que era con quien Sandra compartía habitación? Eso mismo, ya que el siguiente por qué me dio un vuelco en el estómago, signo inequívoco de que las cosas andaban mal. Mal de verdad, pues el peso en la boca del estómago era la sospecha física de que algo no andaba bien. O por todavía: de que casi nunca había andado bien.
La siguiente y última pregunta me pilló embutido en mi vieja americana de lino y dándole caña al último sorbo de otro whisky. Claro que, justo cuando abría la puerta del garaje, me percaté de que el Talbot estaba hecho puré en el taller de reparaciones. Hasta que no venga el perito de la compañía no puedo decirle nada, caballero. Estaba sin coche y tampoco era cuestión de ir a Zaragoza en taxi. ¡Vaya día de mierda! Exclamé airado.
Quien inventó la frase de que cuando Dios cierra una puerta, abre una ventana debería estar en las Islas Vírgenes, en las Bahamas o en cualquier otro lugar donde primara el clima tropical, por supuesto. Aunque había que reconocer que la máxima cuadraba del todo con la situación que me encontré al salir de casa, desesperado por no disponer de ningún medio de locomoción. ¿Qué otra respuesta encontrar, si no, para esa flamante Yamaha, aparcada frente a mi puerta con las llaves puestas, como diciéndome móntame?
Cuando llevaba media hora de arriesgada marcha la carga de whisky amainó su confuso efecto y mi mente empezó a aclararse, aumentando, de esta manera, mis posibilidades de supervivencia. Y fue entonces cuando empezaron a llover las malditas ideas sobre mi cabeza. Toc. Toc. Y acabé cediendo, poco a poco, mientras el aire helado me cortaba la cara como un cuchillo. Acabé concediendo que no puede uno volver al sitio que añora por mucho que lo desee o necesite, porque sabe que en realidad ya no existe. Sí, maldita sea: hacía seis meses que Sandra se había largado con Juan Carlos, seis meses regresando a la soledad de una casa deshabitada, sin niños, sin la voz de Sandra acogiéndome con el arrullo de su voz y el rendibú de su mirada.
Claro que nunca sabré cómo algo tan importante quedó totalmente borrado de mi memoria, que sólo apareciera como un estallido, justo en la oscuridad de una curva mal trazada, mientras las estrellas, probablemente tan falsas como estos últimos seis meses, chispeaban ahí arriba y un policía me tiraba de los párpados con una indiferencia monstruosa mientras murmuraba, déjelo mi sargento, éste ya no volará más.
Fotografía de Marcelo Aurelio: Reflejos
1 de Abril de 2007De la serie “por la calle
http://www.arte-redes.com/nocturama/?p=1122

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26.12.07

De los mejores momentos del día


"Me gusta combatir mi natural tendencia al desorden clasificando y ordenando, Por eso siempre contesto con cifras y porcentajes; o, por ejemplo, en las cartas enumero los temas con pulcritud. De lo contrario, a la menor ocasión, el tiempo deja de contar y me siento libre, libre para perderme. Como me sucede en el coche, cuando no tengo prisa y me dejo ir. Me gustas llegar a mi destino por azar y por instinto. Será por eso por lo que me encanta buscar aparcamiento. Es de los mejores momentos del día, especialmente si el objetivo es un barrio difícil de Barcelona. Pero ahora que él no está y todo el tiempo se ha vaciado de golpe, se me ocurre que me resultará más fascinante que nunca buscar aparcamiento. Es una actividad que no deja tiempo libre para el tedio (te mantiene concentrado en lo viandantes que andan de determinada manera, la manera en que uno anda cuando va hacia su coche, como buscándolo o mirándolo, desde lejos y bajando de la acera anticipadamente o desabrochándose el abrigo, o haciendo ruiditos con las llaves), en fin, es una actividad que posee una utilidad relativamente inmediata y una recompensa final. Tarde o temprano acabas por encontrar un hueco, y sientes que has logrado algo útil a la par que difícil, de qué manera tan simple has conseguido matar el rato, que es la gran obsesión, como mataré el rato a partir de ahora.”
INMA MONSÓ: Un hombre de palabra, Alfaguara 2006 Páginas 14 y 15 Premio Terenci Moix a la mejor novela de 2006
Nota de la Editorial:
"Cuando un ser querido desaparece de nuestra vida, ¿cómo conciliar la necesidad de olvidar con el fuerte deseo de no hacerlo nunca? ¿Cómo conjugar el recuerdo y el olvido de la mejor manera posible? ¿Qué es lo que hace durar, a menudo incomprensiblemente, el amor de una pareja? Éstas son las preguntas que se plantea una mujer de 43 años a lo largo de estas páginas mientras, con humor y vitalidad, repasa la singular personalidad del hombre con el que convivió dieciséis años, las anécdotas que rodearon su relación, los viajes, la adopción de su hija, la complicidad intelectual que se creó entre ambos...
Una novela que es un singular tratado del duelo y un intento de reconstruir la presencia del ser desaparecido por medio de palabras y humor, las únicas armas que pueden ganarle la partida a la muerte."

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23.12.07

SwingSet París

Bien empezamos. Y ahora, díganme, ¿por dónde continuamos o reempezamos esto?
Empecemos, pues, por la luminosa construcción de un “argumento” narrativo, basado principalmente en uno de los capítulos del libro, al que Quim Lecina saca petróleo con una tempo que a mí, personalmente, me sorprendió - y en momentos me emocionó- por su desarrollo y, a la vez, por su eficaz solapamiento con el otro “argumento”, el musical, a cargo de Ángel Molas.
Conjunción en el que todo encaja con la fluidez que tanto hemos echado en falta en otras recientes adaptaciones y reajustes de la obra de Cortazar. Si a esto sumamos el derroche de ardor, vehemencia y convicción, la llama, en definitiva, del Lecina narrador, no podemos menos que dejarnos caer por el París de finales de los 50, en un tal barrio de St. Germain-des-Prés, en el interior de una buhardilla o cuchitril lleno de humo, jazz y voces roncas por el vodka y el desorden, “el desorden en que vivíamos – cuenta Oliveira -, es decir el orden en que un bidé se va convirtiendo por obra natural y paulatina en discoteca y archivo de correspondencia por contestar”. Y si la dirección musical de Àngel Molas consigue huir de la geometría fácil del centro consiguiendo que canciones como “Get Back”, “Jazz Me Blues” y “Mamie’s Blues” suenen a gloria y, consecuentemente, que uno, anclado en el despiste del olvido, de vuelta a casa, rebusque entre el maremagnum de cedés hasta encontrar el disco-libro “jazzuela” con las mismas cosquillas en los dedos de quien busca y abre la caja de Pandora.
Continuemos, pues, con la Maga contándole a Horacio la vez que la violó el negro del Conventillo
Por Andrea Fantoni tomándole y devolviéndole la palabra (y el pulso) a Horacio, jugando al juego de las verdades y mentiras como un caballo de ajedrez que se mueve como una torre que se mueve como un alfil. Con él y con Osito Gregorovius (“en el fondo –dijo Gregorovius-, París es una enorme metáfora") y, en definitiva con los muchachos del Club de la Serpiente, apoyando su linda cabecita en el hombro de Sergio, el saxo alto, mezclando las palabras como si ojeara un álbum de fotos o viera una película de Fritz Lang, las palabras una tras otra rellenando el vacío y en las que saxo es sexo, jazz es blues y el vaso de vodka y el tercer cigarrillo del insomnio la prolongación natural de sus dedos nerviosos, y todo eso cuando probablemente Andrea, la Maga, era la única del Club que vivía el presente de indicativo, y así lo expresaba cuando afirmaba: "¿A qué le llama tiempos viejos usted? A mí todo lo que me ha sucedido ayer, anoche a más tardar". A lo que Horacio respondía: "Swing, ergo soy".
Por Laia Porta, Miss Bessie Smith, que la emprende con ”Empty Bed Blues” y toma castaña, ya la enredamos otra vez…
Porque entonces el trombonista Víctor González se descuelga cantando con su voz, menos gruesa (o grave) que la de Big Hill Broonzy, pero igual de efectiva, por no hablar de su entrañable empaque y frescura, “Get Back” y entonces es el acabose, Pep Rius cambia el contra por la guitarra y Sergio Fructuoso se marca un solo con su saxo barítono ante la fila uno y acaba sacándose el sombrero, cuando eso es lo que tendríamos que hacer nosotros, sacarnos el sombrero ante el solo de trompeta de Miquel Donat. Y no digamos cuando todo el Club de la Serpiente, de la mano de la SwingSet le hace coro a González con su “¡Get Back, Get Back, Get Back!”, momento para morirse, si no fuera que, sin dejar de respirar y no mucho más tarde vuelven a la carga con la mándala de Earl Hines, es decir, con “I Ain’t Got Nobody”. Entonces no es para morirse, es que hasta los muertos de la última fila del último vodka del último cigarrillo de la noche de la última astracanada se levantan de sus cenizas para poder volver a morirse de risa, y así no sé cuantas veces más…
Por la Maga, en definitiva, dándole un empujoncito al azar, acariciándole los oídos y la vista - ella a quién tanto le gusta que le acaricien el pelo - al espectador del Primero Segunda que, el pobre no sabe lo que se le viene encima, mientras cae la lluvia sobre la claraboya. En fin, literatura.
Versus teatre de Barcelona (www.versusteatre.com): La Maga i El Club de la Serpiente, por Quim Lecina & SwingSet amb Andrea Fantoni i Laia PortaDel 4 al 22 de diciembre de 2007Ilustración. Mariana Baizán: El perseguidorMariana Baizán (1975) es artista plástica e Ilustradora Freelance, nacida en Mendoza, Argentina.Este dibujo pertenece a su serie “Ilustraciones de Cortazar” publicadas en la Revista Literatuyahttp://www.literatuya.com/otras-literaturas/cortazar-1.htm

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22.12.07

Un relámpago en la noche


La motocicleta apareció de pronto, con su refulgente chasis, como un relámpago en la noche. Una Yamaha de color rojo con bandas azules y blancas. La moto se interpuso entre la sucia carrocería de mi coche y la parte trasera del Porche gris perla que conducía una rubia platino más próxima a los cincuenta que a los treinta. Andaba como loca, la Yamaha quiero decir, sorteando coches y furgonetas. No era de extrañar que ocurriera lo que ocurrió.

Todo fue muy rápido. Un resbalón, sin duda – y como se comprobó luego - un resto de aceite grasiento sobre al asfalto y, en seguida, el eco del carenado de la moto arrugándose, retorciéndose como papel quemado y, por fin, la visión, en riguroso primer plano, de una rueda girando vertiginosamente. En la boca del estómago, esa sensación de vacío o ausencia, cuando la realidad se quiebra como la delgada rama de un árbol seco. Un amargo sabor en la boca. Y en el pavimento, un cuerpo tendido, una figura extraña sin rostro, oculto bajo el casco integral. Su corbata se resistía a despegarse del nudo de una camisa perfectamente abrochada. La pernera del pantalón se había enmarañado casi hasta la rodilla, así que pude ver sus calcetines negros de fibra fina y, más arriba, su americana de lino sin cuello, manchada de aceite. Y no mucho más tarde, todo ello convertido en una manta tendida de la que sobresalía un zapato reluciente como una patena.

La grúa se llevó mi coche, un modelo Talbot un tanto anticuado- aunque yo le tengo cariño, con él fuimos a París y Venecia, Sandra y yo-, así que me atreví a decirle cuídemelo, ¿eh?, a lo que el funcionario municipal me miró de arriba a abajo, vaya gilipollas, me dijo con su mirada: con un occiso aún caliente y me vienes con bromitas.

Llegué a casa en taxi. Sandra estaba en Zaragoza, en alguna convención o cursillo de cirugía plástica, así que fallé en mi primer impulso, contárselo todo, solicitar su insustituible compasión, ese tú no tienes la culpa que yo tanto agradecería y que junto a ese otro al fin y al cabo no podías hacer otra cosa yo había fundamentado desde siempre mi coartada vital. Luego, quizá ella me masajearía el hombro y yo, ya superados mis remordimientos por haber sobrevivido al accidente, deslizaría mi mano bajo su falda, le sacaría las bragas con esa pericia que sólo la práctica otorga, y acabaríamos en el sofá respirando sofocadamente y exhaustos como dos boxeadores en el último round.

Cuando desperté, horas más tarde, lo primero que me vino a la mente fue el absurdo sueño del accidente de la moto, inmediatamente después el guante de color rojo chillón empotrándose en mi rostro y destrozándome la nariz, y, finalmente, la voz de Masterson golpeándome los oídos, despierta ya, muchacho, que no ha sido para tanto…¡Vaya paliza que te han dado!

Aunque lo cierto es que yo no quería despertar por más que Masterson me gritara y cacheteara, aunque fuera cierto que, a medida que iba pasando el tiempo, el dolor se iba desgastando y convirtiéndose, al mismo tiempo, en una arena fina y suave, y el frío empezara a meterse en mis huesos, y lo único que yo deseaba en aquel momento era un poco de calor, una manta a poder ser, y unos zapatos nuevos para marcharme de allí lo más pronto posible.

Fotografía de Marcelo Aurelio: La joven del agua
27 de noviembre de 2007
http://www.arte-redes.com/nocturama/?p=1448
Nocturama Fotoblog

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20.12.07

No sé lo que le pasará a la otra gente

"No sé lo que le pasará a la otra gente, pero yo, cuando me agacho para ponerme los zapatos por la mañana, pienso: “Ah, Dios mío, ¿y ahora qué?” Estoy jodido por la vida, no nos entendemos.
Tengo que darle bocados pequeños, no engullirla toda. Es como tragar cubos de mierda. Nunca me sorprende que los manicomios y las cárceles estén llenos, y que las calles estén llenas. Me gusta mirar mis gatos, me relajan. Me hacen sentirme bien. Pero no me metáis en una sala llena de humanos. No me hagáis eso jamás. Sobre todo en un día de fiesta. No lo hagáis.
"Charles Bukowski: El Capitán salió a comer y los marineros tomaron el barcoIlustrado por Robert CrumbAnagrama 2000 Pag. 23
Pequeño Bukowski ilustrados
"El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco’ fue el último libro que leí de Ch. Bukowski, y también fue su último libro escrito en vida. Dentro de toda su bibliografía, esta obra es un tanto particular. Todos los libros del autor son de alguna manera autobiográficos, pero ‘El capitán salió a comer…‘ toma la forma de un diario íntimo y presenta de forma sencilla y cronológicamente, los hechos de su vida cotidiana desde agosto de 1991 a febrero de 1993, meses antes de su muerte. De esta forma, las páginas de este libro están plagadas de acontecimientos cotidianos (levantarse, desayunar, recibir visitas, etc.), reflexiones sobre el mundo literario y los personajes que lo componen, obsesiones (la muerte) y algunas anécdotas y escenas típicas de sus otros libros.Pero algo que hace de este libro aún más particular, son las estupendas ilustraciones que acompañan los diferentes pasajes del libro de la mano de Robert Crumb, otro referente indiscutible de la contracultura norteamericana y uno de los principales representantes del comic underground."5/7/2004 • Permalink • Archivado en: Contracultura, Comic y Anime, Literatura

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18.12.07

versus teatre: La Maga y el Club de la Serpiente

Del 4 al 22 de Desembre:Companyia: QUIM LECINA & SWINGSET amb ANDREA FANTONI i LAIA PORTA
"LA MAGA I EL CLUB DE LA SERPIENTE"A partir de “Rayuela” de Julio Cortázar
Actriz: ANDREA FANTONI
Actor: QUIM LECINA
Cantant: LAIA PORTA
SwingSet: Saxo Baríton i Soprano:ÀNGEL MOLAS
Saxo alt: SERGIO FRUCTUOSO
Trompeta: MIQUEL DONAT
Trombó: VÍCTOR GONZÁLEZ
Piano: OCTAVI BAÑULS
Contrabaix: PEP RIUS
Bateria: OLIVIER ROCQUE
Fotografia: NÚRIA AGUADÉ
Direcció musical: ÀNGEL MOLAS
Guió/Direcció escènica: QUIM LECINA
Sinopsi:Som a París, a finals dels 50, concretament en el barri de St. Germain-des-Près, on uns intel•lectuals de diferents nacionalitats, un grup d’amics formen EL CLUB DE LA SERPIENTE. Allà es reuneixen per escoltar jazz, beure vodka i dissertar sobre política, literatura, pintura i sobretot sobre relacions humanes.Sinopsis:Estamos en París, a finales de los 50, concretamente en el barrio de St. Germain.des.Prés, donde unos intelectuales de diferentes nacionalidades, un grupo de amigos forman EL CLUB DE LA SERPIENTE. Allí se reúnen para escuchar jazz, beber vodka y disertar sobre política, literatura, pintura y, sobre todo, sobre relaciones humanas.Horario: DIMECRES / DIUMENGE 19:30 H.

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La Maga y el Club de la Serpiente


Cuando llamé la segunda vez y me dejaron elegir entre la fila seis y la dos, elegí la dos, por supuesto. Y cuando me dijeron que los dos únicos asientos libres de la fila dos eran los del extremo (los del extremo izquierdo, según se mira al escenario, me aseguré en precisar a la operadora), corroboré que nadie ese jueves haría lo que yo: repetir función en un plazo de menos de una semana.Porque nadie, ni los espectadores del jueves próximo, ni, por supuesto, la operadora, saben que justo al individuo situado en el extremo izquierdo (siempre desde la perspectiva del espectador) de alguna de las primeras filas de butacas es a quien Andrea Fantoni, esta actriz que tan espléndidamente encarna a la “Maga” de Horacio Oliveira (pero también “nuestra” Maga) es a quien elige como partenair para uno de sus breves pero potentes y exuberantes monólogos eróticos, cara a cara, bis a bis, técnica ésta no por conocida menos efectiva para cortarle la respiración al espectador de turno y, por extensión, para arrancar al respetable de su cómoda pasividad y meterlo de cabeza, por la vía del tercer grado, en la cocina de la obra: unos huevos bien fritos o el lavavajillas a toda máquina.
Esa butaca, pensaba yo, mientras negociaba el asunto de las entradas con la operadora del 902 del Tele Entradas, el asiento uno de la fila dos, la ocupará mi amigo, un tipo que utiliza el pseudónimo
cronopio para sus peripecias epistolares e incluso internautas y al que, en un gesto de amistad - créanme cuando se lo digo - de gran mérito por mi parte, he reservado el privilegio de la posible fortuna de tal encuentro. ¿Se producirá? ¿O elegirá la Fantoni a cualquiera de los individuos varones que haya, que los habrá, en todo lo ancho de la fila uno, chafándome de esta forma el invento? No quiero ni pensarlo.

Un monólogo erótico, decía. Entresacado, como todo el espectáculo – salvo una leve alusión a El perseguidor, de Rayuela, la novela de Julio Cortazar (llamada también antinovela en aquel momento de efervescencia, allá por 1963). En realidad, una jam session de la Hostia, esta inusual, original y admirable representación que se ha sacado de la manga Quim Lecina y Àngel Molas y que la maravillosa banda SwingSet (¡atención a los solos como cantante del gran Victor González, el trombonista!) ejecuta y borda con una eficacia y garbo espectaculares, acompañados de la voz de canela en rama de la estupenda Laia Porta, alias Bessie Smith.

Para quienes gozaron de la lectura de Rayuela
, esa lectura que, como diría Vila-matas y, sin duda alguna, suscribiría el propio Cortazar, despertó la pasión de lo Otro que estaba en nosotros, el espectáculo “La Maga y el Club de la Serpiente” es, sencillamente, asignatura obligada. En estos años de revisión de la obra de Julio Cortazar no se ha visto nada parecido, nadie que se haya atrevido a presentar a la Maga en sociedad: tan fielmente retratada, tan impresionante la conjunción de la palabra y la música, de la literatura y el jazz, la verdadera curva del tiempo en la que se desarrolla la acción de Rayuela. Nada que se acerque tanto - hasta tocarlo con la yema de los dedos - a la brillantez del casillero que Quim Lecina ha conseguido armar, tal como si él mismo fuera Bruno, el crítico musical de El Perseguidor, el ojeador, el compañero, fiel como el mal aliento, de Johnny Carter, el alias de Charlie Parker en el cuento. Tal como si la Maga fuera nuestra Maga de siempre, la misma que acaba la función evocando a un tal pianista…
"el mismísimo Oscar al piano, un tal Oscar Peterson, un tal pianista con algo de tigre y felpa, un tal pianista triste y gordo, un tipo al piano y la lluvia sobre la claraboya, en fin, literatura." Dice el narrador de Rayuela que “solamente Oliveira se daba cuenta de que la Maga se asomaba a cada rato a esas grandes terrazas sin tiempo que todos ellos buscaban dialécticamente”. Eso fue lo que escribió Cortazar en 1963. Claro que él no podía saber que, pocos años más tarde seríamos legión los que también “sabríamos” que las respuestas a nuestras preguntas tal vez estaban al Otro lado, es decir, al otro lado de dónde buscábamos, y por saber, también acabaríamos sabiendo, como lo sabía la Maga sin saberlo, que la verdad no existe pero que en su búsqueda se sustenta el espíritu de los que persiguen sin tregua, emblema donde los haya de los que salen de noche sin propósito fijo, la razón de los matadores de brújulas. Quizás por eso, acabamos todos preguntándonos lo mismo que Julio en la primera frase del primer párrafo de Rayuela: ¿Encontraría a la Maga?

Pero no adelantemos acontecimientos
. Démosle tiempo al tiempo. Esperemos a ver qué pasa el jueves próximo en la fila dos del Versus Teatre.

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17.12.07

¿Cuchara o tenedor? El maestro de ceremonias


García Ferrer y Rom son dos tipos un tanto raros. Raros, entiéndaseme bien, en el sentido más bien ilustre de la expresión. Raros, al estilo de los personajes buscados - y hallados - por Enrique Vila-Matas. O los de Pere Gimferrer, para no ir mucho más lejos.
Rom es un artista de la imagen, ya en plena madurez. Con su aspecto de profesor Freud, sigue escondiéndose tras sus gafas y entre las bambalinas del Cine Club de Ingenieros, y así es cada vez que acontece el evento, es decir, cada mes de diciembre desde hace ya... ¡24 años! Todo un clásico de estas fechas. Lo suyo parece ser, pienso yo - que lo conozco más bien poco - la intimidad del bis a bis. Su protocolo preferido, el contacto personal. Quizás sea por eso que durante años deja a García Ferrer solo ante el peligro del escenario, a su suerte en la siempre ardua tarea de maestro de ceremonias.
Así pues, García Ferrer aparece cada mes de diciembre en el estrado del salón de actos del Col·legi d’Enginyers Industrials de Catalunya con rostro cariacontecido, escudado dentro de su supuesta timidez y el recurso siempre recurrente de su mano izquierda (con la derecha sostiene el micro) acariciándose el cogote, mientras, con su catalán macarrónico va desgranando el argumento de su experiencia, y la de Rom, con el “personaje” de ese año. Y, he aquí lo sorprendente. Aunque sabemos muy bien que él no negará una y un mil veces, ya que su alergia a la adulación o al simple elogio es algo atávico, consustancial a su personalidad, una especie de peste bubónica de la que huye con elocuente furor, su discurso resultó – como viene siendo habitual - sumamente sugerente y didáctico, además de convincente.
Yo abundaría en la herida, y miren que siento decir esto: consigue una perfecta y deliciosa síntesis de la entrevista con el “personaje” homenajeado, en este caso, con Julieta Serrano, la indeleble y eterna actriz de Las criadas y de La casa de Bernarda Alba. El circunloquio, contra toda previsión, resulta diáfano, sumamente esclarecedor y, si me lo permiten ustedes – que ya sé que él no – con momentos excelentes de espontánea devoción y humor, en la que sus titubeos (“seguramente me estoy dejando lo más importante”) dan “la entrada” a acertadas anécdotas que consiguen, probablemente sin pretenderlo, la absoluta complicidad del respetable.
Por ejemplo, ¿saben aquella de cuando el tío Marcelino, regresaba del colegio? Al entrar en casa preguntaba a la madre de Julieta: ¿cuchara o tenedor? Y si ella le respondía – cuenta la actriz - cuchara, teníamos las “farinetes” de siempre; y si decía “tenedor”, era alguna otra cosa: ” ¡Huevos fritos! ”

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15.12.07

Como un eclipse sin luna


Como un eclipse sin luna, como un fotógrafo sin cámara, como un equilibrista sin pértiga, como un domador de leones sin látigo. Ni silla… Como un niño sin payaso. Si no escribo y sólo pienso empieza la necrosis del splin, la melancolía del instante, del mañana y, sólo mucho más tarde, del ayer.
No pido que Camen Balcells me llame un día sí y otro también a ver como va mi novela. Ni el Nobel de Literatura, y mucho menos el de Matemáticas. Que se lo den a John Forbes Nash Jr. Él se lo merece más que yo.
En estas situaciones tan comprometidas, cuando llueven las revelaciones, o lo que yo, pobre de mí, interpreto o, mejor, experimento como revelaciones (“descubrimiento de algo secreto y maravilloso”) sólo pido un vulgar papel en el que garabatear, porque una máquina de escribir ya comprendo que sería demasiado pedir. Porque las revelaciones sólo llegan de vez en cuando, y cuando lo hacen no pasan: suceden.
Como un perro suplicando que le echen el hueso para correr tras él y devolverlo a su amo y señor, y así una y otra vez, como el pobre Sísifo de la Odisea, con su piedra arriba y abajo. Como un condenado exigiendo que quede constancia notarial de sus últimos deseos, que no voluntades: por hirientes o por bellas. Exigiendo en todo cado que consten en acta, que no se pierda esa información sin la cual la vida volvería a ser ese oscuro magma grisáceo con el que nos apañamos para ir viviendo como en una patera sin tormenta, sin guardias ni fronteras. Por ello es casi un delito de fragante violación de los derechos civiles que nadie se apiade de ti y acuda solícito con un lápiz o un bolígrafo, una libreta, un fajo de folios, un ordenador, una estilográfica, una grabadora o todo el séquito de escribas del antiguo Imperio egipcio.
Y lo peor (lo peor para un escritor) es que sé perfectamente que de este precioso material apenas se salvará casi nada, porque cuando la maquina funciona, vamos a llamarlo así aunque parezca demasiada presunción, a pleno rendimiento, nunca estoy donde debería y, cuando lo estoy, mucho más tarde, y, por lo tanto, debería cumplir con mis obligaciones, además de la evidente falta de oficio también ha desparecido el aura y, consecuentemente, la resolución de los enigmas suelen ser todo lo insuficientes y previsibles que cabría esperar, no sé si me explico, están más acordes con el criterio general, y el criterio general, si se me permite la expresión, no nos lleva a ninguna parte que no sea a los lugares comunes de siempre. Nada que ver con esta tempestad de ideas que más bien parecen cuchillos.
Y, como en un sueño, aunque en realidad esté más despierto que un perro hambriento babeando junto al contenedor trasero de un restaurante chino, las imágenes sólo lo son en apariencia, y que me perdonen fotógrafos, pintores, escultores y artistas circenses en general. ¿Una imagen vale más que mil palabras? Mentira podrida. Doy mi reino por un párrafo tocado por la gentileza de Dios inexistente. Porque una sola palabra lo es todo. No hay color, si se me permite introducir un nuevo elemento de confusión en nuestra catarsis de cada día.
Marcelo Aurelio: Nocturama fotoblog
Eclipse
http://les-plus-simples.com/displayimage.php?album=topn&cat=0&pos=70
les plus simples
lps: a free and multilingual Photo Gallery for photographers around the world

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14.12.07

Notas sin texto


“Hoy es 17 de julio, son las dos de la tarde, escucho música de Chet Baker, mi intérprete preferido. Hace un rato, mientras me afeitaba, me he mirado al espejo y no me he reconocido. La radical soledad de estos últimos días me está convirtiendo en un ser distinto.
De todos modos, vivo a gusto mi anomalía, mi desviación, mi monstruosidad de individuo aislado. Encuentro cierto placer en ser arisco, en estafar a la vida, en jugar a adoptar posturas de radical héroe negativo de la literatura (es decir, en jugar a ser como los protagonistas de estas notas sin texto), en observar la vida y ver que, la pobre, está falta de vida propia.”"
Enrique Vila-Matas : Bartleby y compañía, Anagrama 2000 Pág. 53
Pintura: Rafael Ferrándiz Crespo

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12.12.07

Pura hemorragia interna


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Como un fotógrafo sin cámara, como un soldado sin fusil, como un árbol sin hojas. Cuando me invaden las imágenes, como se supone que sale la sangre a borbotones cuando le abren a uno en canal, cuando ocurre todo eso y no estoy en el escritorio, ni siquiera en un bar, ni en cualquier otra parte donde pueda anotar lo que ocurre en un triste papel, me siento terriblemente desamparado.Porque no pido un ordenador. Sólo un papel, una vulgar servilleta, pero no, una servilleta sería del todo insuficiente para volcar todo lo que ocurre en mi mente. Porque no pasa: exactamente sucede. Ya lo he dicho: es pura hemorragia interna, un chorro de tinta, un pico en plena vena, un aluvión de palabras que configuran un texto único e irrepetible. Y es que el poder de las palabras es infinito y el conjuro del texto lo puede todo. Tampoco son ideas, en el sentido espacial (geomorfológico) de la expresión. Para ser precisos, son menos corpóreas, menos pesadas que una idea, más ligeras de equipaje. Quiero decir que no requieren de la sabiduría tanto como de la poesía, o de la intuición, si prefieren una expresión menos ostentosa. Digámoslo de una vez: son revelaciones. No son multitud pero sí suficientes como para colmar el vaso de un escritor abstemio. El trance del escritor en estado puro. Quizás sea eso que algunos individuos, algo despistados y arropados de un espíritu minimalista, llaman inspiración y que no tiene nada que ver con la inspiración ni con la respiración. Es mucho más que eso, más que la realidad envasada en plan regalo. Me refiero a la definitiva asociación de las palabras en toda su magnificencia y derroche de detalles, y cuando digo detalles me refiero a ese millón de menudencias, acaso pinceladas, que se escapan y se esfuman en la vigilia y que ahora, en plena duermevela, se revelan como sustanciales: esos detalles aparentemente intrascendentes y triviales y cuya cobarde renuncia puede arruinar la mejor reputación. Es como el sudoku de la vida, que de pronto me revela todos sus secretos, que pasa de ser un rompecabezas, un crucigrama vacío a una obra completa, desbordando su sentido.
Como un director de orquesta sordo que se empeña en dirigir sus últimas sinfonías. Como un poeta maldito dedicado al tráfico de armas que renuncia a escribir su obra maestra. Sí, a diferencia de un fotógrafo sin cámara, al que le sobran las palabras, a mi me sobran las ideas, castigo donde los haya de un escritor neurótico y obsesivo perdido en el jardín, en el laberinto del ADN y sus cromosomas, bailando el twist justo cuando tú te hallas enrocado sin poder escribir porque la revelación desembarca o, mejor, atraca, al otro extremo del papel, en plena hemorragia interna y sin un mal enfermero que te socorra, y tú gimoteando, patético en tu miseria, en tu sobrevenida sordera, metido hasta el fango en un jardín que ni te va ni te viene, descifrando el maldito sudoku de tu mala suerte mientras gritas, exiges, lloriqueas en demanda de una tregua que te permita escribir lo que piensas y no al revés. Y acabas revelándote contra ti mismo, al borde de la paranoia más idiota que uno haya conocido: “Por favor, quieres hacer el favor de callarte un momento, por favor, y darme papel y recado de escribir.


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11.12.07

David Albalate: Palabras Habladas


CÓMO EMPEZÓ LA COSA
“Con la decadencia del Rock & Roll en Barcelona desde finales de los 90 y las ansias que tenia de dar algo de mi, a un publico que no dejaba de decirme que si volvería a tocar.
En corto espacio de tiempo, me puse a escribir, por decirlo de alguna manera POESÍA.Los temas eran, los propios que me rodean, la mujer, el trabajo, los garrulos, el water y los mas raro que os podáis imaginar, conseguí escribir diez textos y una canción, y volví a los escenarios, con Alejandro Pérez a la guitarra clásica. Pep Vallbona con los audiovisuales, Sonia Villegas con las luces u el sonido y el Café Teatre el Llantiol como sala.
Este espectáculo me sirvió para volver a crecer en mí y en los escenarios. Conseguimos que nos vieran 600 personas en 8 sesiones, entrevistas en radio u noticias de prensa. Que más se puede pedir...”

QUÉ NOS OFRECE AHORA…
Palabras Habladas
“Palabras Habladas” es un espectáculo creado e interpretado por David Albalate.
La puesta en escena conjuga los poemas del autor, los cuales definen de forma grotesca situaciones de la vida, estados de ánimo, acciones puntuales y en definitiva cosas que nos pasan o vemos cada día, la guitarra rockera de Esteve Gisbert (Heydi Punk / Los Errantes) compenetrada con las palabras, ruidos y gemidos de David, e imágenes proyectadas de diferentes fotógrafos que plasman lo que ellos ven o entienden en cada uno de los poemas. Lejos de un recital de poesía y mas cercano a un concierto de Rock & Roll.
David y Esteve
llevan juntos 20 años en la banda Barcelonesa de Rock & Roll Los Errantes. Cada uno ha sabido aportar al espectáculo lo que mas les gusta y lo que les hace disfrutar, David el contacto e interacción con el público y simplemente hacer reír y Esteve el sacarle el máximo jugo a su Gibson Les Paul.
DÓNDE Y CUÁNDO PODEMOS VERLO…
Sala Zacarias, Barcelona
Dirección: Avenida Diagonal 477
El próximo sábado, 29 de diciembre, a las 19,30 horas

PARA MÁS INFORMACIÓN…
http://www.atrapalo.com/espectaculos/evento-14770-palabras-habladas

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¡Qué mirada !


Metro Plaza de Castilla, 31 de octubre. Estabas guapísimo con tu sudadera de cuadros con capucha.
Soy el moreno, flequillo y gafas de pasta. Qué mirada. 14674974
EP3 Viernes 23 de noviembre de 2007
Fotografía:
Rosa Mora: Bailamos?
Fotos de dádiva
http://www.flickr.com/photos/11314595@N07/1937252044/

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10.12.07

Julieta Serrano


AGENDA EIC:Conferències i jornades

Cineclub: "Julieta Serrano" Sessió de presentació d’un llibre i documental dedicats a aquesta actriu, el personatge número 26 del Cineclub organitzat per la Comissió de Cultura. Julieta Serrano es va fer popular per aquell paper irònic i maliciosament còmplice a Mi querida señorita (Jaime de Armiñán, 1971). A més de la seva trajectòria en una munió de pel·lícules, entre elles a quatre d’Almodóvar, ha estat molt important el seu recorregut teatral treballant amb els millors directors tan a Madrid com a Barcelona.
L’actriu ha promès que recitarà algun poema.

A les 19 h a l’Auditori Pompeu Fabra, Via Laietana, 39, 5a planta, Barcelona. Cal fer reserva al telèfon 93 319 23 04 (de 9.30 a 14 h i de 16 a 18 h), o bé per c/e reserves@eic.cat.

J
ulieta Serrano, jueves 13 de diciembre, a las 19 horas
Presentación de un libro y un vídeo realizados por Cineclub Associació d'Enginyers
J.M. García Ferrer / Martí Rom

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6.12.07

¿Y las navidades?

Y no tenga que soportar a los de siempre, multitud de individuos de traje gris claro sin nada especial que los distinga, una camisa blanca y una corbata a rayas, que se pasan una hora y media paseándose por mis sueños, como en un carrusel, esa especie de decorado cinematográfico, físico o/y humano: un pelotón de paisajes multiplicándose a sí mismos. Y de “extras” repitiendo los mismos movimientos. ¡Ni siquiera actores de reparto! Malditos jornaleros a tanto la hora. Como si el presupuesto para mis sueños fuera tan miserable como el de las infraestructuras de este pequeño país sumido, según sus capitanes, en el desánimo y la depresión. Y no tenga que soportar a tantos Smith apelotonados, apretujados otra hora y media en “mi” bar, el restaurante donde desayuno, y que me costó tantos esfuerzos encontrar. No crean que es tan fácil, hallar un establecimiento donde el ruido no supere los sesenta decibelios mínimo de confortabilidad y en el que, además, el fluido de información no sobrepase los ochocientos Mega bites… Y donde pueda “desgravar” mi natural desorden interno clasificando, ordenando y anotando en mi Superagenda para todo. Y donde pueda abrir un pequeño agujero negro de paz entre tanta falsa y hueca algarabía, tanto “ruido” evocando, por ejemplo, momentos realmente hermosos, como aquel en el que, de niño, me llevaban a la peluquería y Paco, el peluquero, entre su espléndido discurso y sus no menos interesantes epifanías, antes y después de cortarme el pelo, me daba unas cuantas vueltas en el sillón, provocando mi hilaridad, mi complacencia, mi felicidad.
Y no tenga que encontrármelos hasta en el interior del minibar de la habitación del hotel.
¿Y las navidades, como se presentan? Me preguntó mi dentista, mientras me endosaba un empaste por cien euros, un artita aquí donde lo ven, se sacó el Doctorado Honoris Causa gracias a mi maldita piorrea…¿Qué cómo se presentan? Le respondí de inmediato. Pues, mira: “procurando minimizar los daños al máximo”. Una respuesta no pensada, fruto, es cierto, de mi jerga profesional, que brotó a voz de pronto y que le hizo tanta gracia a mi “salvador” dental que no se lo anotó por pura vergüenza, aunque estoy seguro que lo grabó en el disco duro de su privilegiado cerebro y que lo usará más de una vez sin pedirme permiso. Ni falta que le hace. Como si quiere poner un anuncio por palabras. Se la regalo.
Enriqueta Llorca: Empaquetando
Miércoles, 30 de mayo de 2007
http://llorca-enriqueta.blogspot.com/

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4.12.07

Cuando los dinosaurios poblaban la tierra…

Sé que mis orígenes plebeyos me delatan, que nunca seré ni patricio ni filósofo. Aunque haya instantes en que recuerde, no sin nostalgia, épocas pasadas que nunca volverán y en las que la vida era un álbum de cromos, hecho de Grandes Momentos Hermosos. Y sé perfectamente que esos recuerdos no son míos. Y aunque a veces me diga, como consuelo, que tal vez se correspondan con alguna de mis vidas anteriores, por aquí donde ando no hay manera de que nadie, yo el primero, lo confieso, se trague tamaña bola. ¿Cómo fue posible, pues? ¿Por qué sólo los artistas y plebeyos recordamos la edad de la inocencia con nostalgia y cariño? Desde el Señor Platón, hasta el simpático Bertrand Rusell, filósofos y patricios han buscado inútilmente la edad de la inocencia, con la herramienta errónea de la razón y un afán que sólo la existencia de la muerte explica. ¿Con qué autoridad les dice uno que la inocencia sólo existe fuera de lo humano, es decir fuera del pensamiento? Que su vehemencia en reclamar el paraíso perdido y en condenar la violencia se trata de acto de rebeldía contra su propia naturaleza. Ahora que para mí todo tiene sentido, desde el silencio de José Luís hasta un planeta permanentemente (¿y esta perseverancia no debería darnos alguna pista?) enzarzado en el discurso de la violencia, además del extraño fenómeno de que al ser humano se le haya dado el “privilegio”, por motivos que, definitivamente, se me escapan y, a la vez, me admiran, de creerse que es algo más que un depredador que habla, y por lo tanto, piensa.
Un depredador más eficaz, en definitiva. Ahora que los años me conducen inevitablemente a la constancia de la eterna contradicción (y lucha) del ser humano, entre el malestar de la moral que él mismo ha construido y su propia naturaleza, que la antecede y determina, ahora que su concepción del bien y del mal, abstracción donde las haya, se me ha quedado definitivamente estancada en mi “Colección de Cromos”, y que ”el fascículo” de la ilustración, con todos las objeciones que se quiera, quizás está resultando el momento más hermoso del viejo homo erectus, mi perplejidad sólo tiene el límite de mi propia perdurabilidad.Mi estupefacción, pues, ya no es el producto de una percepción ingenua de la historia y del devenir, sino la aceptación de una realidad, que el invento de la luz eléctrica y la anestesia, por poner dos ejemplos que nunca dejarán de sorprenderme, ni quita ni añade. "Lo cortés no quita lo valiente", como afirman algunos petimetres, reyes, "comandantes" y ex presidentes incluidos. Otro ejemplo, por cierto, de la poca fiabilidad del ser humano. O no hay mal que por bien no venga, como dijera ese dictador que dejó nuestra reciente historia hecha unos zorros. Y por extensión, ¿cómo pueden hablar de esto y de aquello, y del orgullo patrio, una especie que no ha alcanzado todavía ni la mitad de la existencia de los dinosaurios?

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1.12.07

Filósofos y plebeyos

No se obsesionen con el tema, ni caigan en el error de la interesada (por ambas partes) polémica sobre si somos gen o circunstancia. Que nadie se sienta culpable por tomar el Prozac o hacer yoga, ni hagan caso de los que presuman de lo uno o lo otro. En definitiva, no se lleven a engaño: son ustedes unas personas absolutamente normales. Si entendemos por normalidad, claro está, esta situación de espacio – tiempo (pero, sobre todo, de tiempo) en el que el universo empieza a reducirse ostensiblemente y el ser humano sigue sin darse por enterado. Porque su orfandad está más allá de cuestiones tan prosaicas como éstas. Sus miserias provienen de más allá de las estrellas. Porque las estrellas se apagan, o peor que eso, desaparecieron hace tiempo (miles de millones de años) y lo que vemos es sólo su luz viajando por un espacio curvo, un espacio doblado, con la misma facilidad con la que se dobla un folio para convertirlo en una cuartilla.
Y todavía peor (o mejor) que todo eso. Llegará un momento en que la “dejación” gravitatoria se volverá en su contra y acabará esfumándose. Desapareciendo. Y todos nosotros, o nuestros descendientes, con ellas. Como en un acto de magia, pues… ¿Qué es todo esto, sino un perfeccionado truco de magia que, generación tras generación, y desde antes de los faraones, todos hemos convenido en simular como real?
El envejecimiento es, pues, un paulatino deterioro físico y mental - más lo primero que lo segundo, aunque todo se andará –, nada comparable con el proceso de autodestrucción de nuestra propia identidad, y menos todavía con la del cosmos, si es que podemos llamar así a ese magma abstracto sin forma ni tiempo. Un proceso que desde nuestra experiencia y percepción se extiende a una mejor comprensión de la vacuidad de la existencia tal como la percibimos. De la vida, si quieren. Maldita vida ésta que te devuelve al principio de los tiempos pero con un esqueleto de recuerdos sucios y desordenados que no valen ni para un arenga, ni siquiera para un tratado de ciencia ficción y menos para una biografía decente. Abocados al triste final, la de un niño torpe y cada vez más ignorante encerrado en un cuerpo que ya no funciona, que diría el amigo Fernando Fernán Gómez.
Estén donde estén los demás, que dice la voz popular, para salir airosa de la verdad pura y dura, pero eso ya lo saben, saben perfectamente que las matemáticas nunca han sido nuestro punto fuerte. Porque sólo en pensar en la curvatura del universo nos da dolor de cabeza.

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