26.2.06

Las aventuras de "PINOCHO"

Jodorowsky en París
(para salvar al surrealismo)
Trapecista de la Psicomagia, Alejandro Jodorowsky ha sido todo y de todo. "Hacedor" del teatro de títeres como ejercicio de exorcismo ante los demonios interiores. Actor y director de cine y teatro, bailarín, saltimbanqui y vanguardista por vocación y convicción. Visionario y agitador surrealista, activista de lo absurdo, amante de lo nuevo, transformista de lo viejo y maestro consumado de la provocación. Entre mil experiencias dignas de ser contadas, fundó el Grupo Pánico (junto a Arrabal y Topor). Inventó el teatro de lo efímero, (eso que después los artistas llamaron “performance” y “happening”), y el acto poético por excelencia. Fue él quien, junto a Enrique Lihn, y convertidos ambos en los jóvenes poetas en acción, concertaban una cita en la ciudad -Santiago de Chile- “donde las calles a menudo se torcían en ángulos caprichosos” y se proponían llegar a ella andando en línea recta, sin desviarse un ápice hasta nueva orden.
Alejandro Jodorowsky, nacido en 1929 en el norte de Chile, bombero a los seis años, fue bautizado por sus compañeros de curso (envidiosos y enemigos) como Pinocho. Y como tal, sus apasionantes aventuras empezaron cuando, todavía en el cascarón, resolvió romperlo, decidiendo que entre la inteligencia y la imaginación no había otra elección posible que la imaginación.
“Llegar a París sin hablar francés, con dinero apenas para subsistir treinta días, sin ningún amigo, queriendo triunfar en el teatro, es una locura. El pintor Roberto Matta, con mucho humor, dijo en una ocasión: “Triunfar en París es muy fácil, sólo los primeros cincuenta años son difíciles”. Yo, con una ingenua confianza en mí mismo, creí que llegaba a Europa como un salvador. Lo primero que hice, apenas bajé del tren a las dos de la madrugada, fue llamar a André Breton, cuyo teléfono me sabía de memoria. (En Santiago, el ferviente grupo surrealista La Mandrágora mantenía relaciones con el poeta, quien estaba casado con una pianista chilena, Elisa, a quien le clavó la tapa del piano, por odio a la música.) Me contestó con una voz pastosa:
- Oui?
- ¿Habla usted español?
- Sí.
- ¿Es André Breton?
- Sí. ¿Quién es usted?
- Soy Alejandro Jodorowsky y vengo de Chile a salvar al Surrealismo.
- Ah, bueno. ¿Me quiere ver?
- ¡Inmediatamente!
- Ahora no, es muy tarde, ya estoy acostado. Venga a mi apartamento mañana a las doce del día.
- ¡No, mañana no, ahora!
- Le repito: éstas no son horas para visitas, venga mañana y con mucho gusto conversaré con usted.
- Un verdadero surrealista no se guía por el reloj. ¡Ahora!
- ¡Mañana!
- ¡Entonces nunca!
E interrumpí la comunicación
. Sólo siete años más tarde, acompañado por Fernando Arrabal y Topor, asistí a una de las reuniones que presidía en el café Le Promenade de Venus, y tuve el placer de conocerlo.”
Alejandro Jodorowsky: La danza de la realidad, Siruela de bolsillo, 2005, Pág. 191-192

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25.2.06

Atracción fatal

King Kong (King Kong). EUA 2005 Peter Jackson. Frances Walsh, Philippa Boyens (Basado en la historia de Merian C. Cooper y Edgar Wallace) Naomi Watts, Adrien Brody, Jack Black
Un grupo de exploradores visita Skull Island para investigar todo lo relacionado con las leyendas del gorila gigante llamado Kong. Kina Kong, sin embargo, es algo real, en una jungla donde criaturas prehistóricas han vivido protegidas durante millones de años. Una mujer, capaz de atraer al gorila, logra el traslado a Nueva York, donde su futuro es incierto.

¿Qué decir de King Kong? ¿Demasiado larga? ¡Por favor! ¡Perdónenme! Eso sólo asusta a los melifluos, padres de familia angustiados y carne de cañón de tele series. ¿Quién no se ha pegado un chute con una buena dosis, modalidad doble sesión? De Quentin Tarantino (Reservoir dogs, 1992 y Pulp Fiction, 1994). De Francis Ford Copola (The Godfather 1 parte 1972 y The Dodfather 2 parte, 1974). De Doug Liman (The Bourne identity, 2002) y Paul Greengrass (The Bourne supremacy, 2004). De Basil Dearden (Khartoum, 1966) y Las cuatro plumas, The four feathers (Zoltan Korda, 1939). De Ridley Scott (Alien 1979) y James Cameron (Aliens, 1986). Y así podríamos seguir... Y eso sin salirnos del género de aventuras y otras hierbas.
Miren. Paso de comparaciones, aunque, bien pensado, el deshabillé de Kong a Jessica Lange en la segunda versión (King Kong, John Guillermin, 1976), no lo mejora nadie. Y todo el aire naif, de cartón piedra, de película de serie B (¡pero vaya serie B!), con su B/N y sus maravillosos efectos especiales del taller de mi abuelo, aeroplanos incluidos, de la primera versión (King Kong, Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack 1933), eso mola cantidad.
Ya les dije que no me gustan las comparaciones. King Kong es una de esas películas que da gusto ver, entre otras cosas para no perderle el gusto al cine, a la aventura y al entretenimiento. Oigan: genial la ambientación gore de los oriundos de la isla de marras. Lástima que el Jackson no le saque más partido. Y puestos a joder, diré que se podían haber ahorrado a Jack Black, porque el pobre nunca repetirá su excelsa interpretación en High Fidelity (Stephen Frears, 2000). Pero, sobre todo, al señor Jackson se le ha ido la mano con el love story final entre Kong y la Watts. O sería mejor decir entre la Watts y Kong, que al fin y al cabo Kong siempre está en su papel, que para eso es el rey, mientras que la Watts... pues miren, vale que con la emoción del momento sienta esa extraña atracción fatal hacia Kong (claro que para atracción fatal la de Kong por la Watts, que ahí se pierde el pobre), pero de eso a que se pirre por sus morritos...
Aunque, francamente, lo que más eché a faltar fue a la oscura y famélica turba de los super boys, los propietarios de la isla, aullando ¡KONG! ¡KONG! ¡KONG!

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23.2.06

Touché (Tocado)

Caché (Escondido), Michael Haneke, 2005. Georges, de profesión periodista, empieza a recibir vídeos, rodados a escondidas en la calle en los que se le ve con su familia, acompañados por extraños e inquietantes dibujos difíciles de interpretar. No sabe quién los manda ni por qué.
¿Quién no recuerda a Daniel Auteil en aquella deliciosa e hilarante película, Mamá, hay un hombre blanco en tu cama (Romuald et Juliette, Coline Serreau, 1989).
Pues aquellos que vieron esta peli casi es mejor que lo sigan recordando así porque, aunque en Salir del armario (Le placard, Francis Veber, 2001) ya hacía aguas, en Caché, messieur Auteil está realmente patético. Y mi admirada Binoche, ahí la tienen, abocada, la pobre, a ese triste papel de mujer de, sin pena ni gloria. Me gusta el cine europeo y, especialmente, el francés. Aquí tenemos, sin embargo, una prueba de la falibilidad de los juicios humanos. La prueba, evidentemente, es esta película insustancial, mal interpretada, peor planteada y con un guión hecho con el culo. Es decir, inverosímil, repetitivo, machacón, sin ritmo ni rock and roll.
P.D. Algunas pelis francesas más o menos recientes que sí valen la pena son:¿Qué es la vida? (C’est quoi la vie?, François Dupeyron, 1999), El señor Ibrahim y las flores del Corán (Monsieur Ibrahim et les fleurs du Coran, François Dupeyron, 2003); De todo corazón (A la place du coeur, Robert Guediguian, 1998), La ville est tranquile (Robert Guediguian, 2000), Marius y Jeanette (Marius et Janette, Robert Guediguian 1996); Como una imagen (Comme une image, Agnes Jaoui 2004), Para todos los gustos (Le gout des autres, Agnes Jaoui, 2000), Delicatessen (Pierre Jeunet, 1990), Amelie (Pierre Jeunet, 2001), Vete a saber (Va savoir, Jacques Rivette, 2001), ¿Por qué las mujeres siempre queremos más? (Tout pour plaire, Cecile Telerman:2005), etc.

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21.2.06

Dos cabalgan juntos

ANG LEE: Brokeback Mountain (En terreno vedado) EEUU 2005 Heath Ledger, Jake Gyllenhaal, Linda Cardellini, Anna Faris… Dos vaqueros que trabajan juntos en la montaña de Brokeback se sienten atraídos y tienen una aventura. Sus vidas se separan, ambos se casan y tienen hijos, pero pasados los años vuelven a encontrarse para comprobar que sus sentimientos no sólo siguen vivos sino que su vida matrimonial cada vez les resulta más insoportable.
Mira por dónde el conductor de esa maravillosa película que es Tigre y dragón (China 2000) se nos descuelga ahora con esta esmerada -yo diría que exquisita- historia de amor que, cómo no, ya está despertando reacciones controvertidas. Pregunta tópica y típica del hetero: ¿Qué queda de la peli si los protagonistas no fueran homosexuales? Pregunta-trampa, por supuesto. Porque nada en estos dos personajes tan bien construidos (Heat Ledger, nominado para el Oscar y Jake Gyllenhall, al que vimos no hace mucho en una muy notable interpretación en El compromiso) es accesorio, y menos lo es su sexualidad. En cualquier parte pero, sobre todo en este ambiente rural de vaqueros machotes con culo prieto, sombrero de ala ancha y música country. En un patio como éste, Jack Twist y Ennis del Mar pueden serlo todo, menos asintomáticos. Ah, me olvidaba: Tarjeta amarilla a los que se descuelguen con el fácil recurso de que la peli es lenta.

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Hotel Diplomatic

Ahí fuera hace como que quiere llover. Casi las ocho y el tráfico permanece enquistado en la cola de un autocar en la confluencia de Rosellón con Paseo de Gracia, justo frente al Samoa. La llovizna se decide por fin, desmayadamente, sin convencimiento. Los hoteles al completo y ni un taxi libre. Quizás sean esas tristes chaquetas de los jóvenes ejecutivos de la telefonía móvil que hacen que febrero parezca todavía un poco más deslucido de lo que realmente es.

Así pues, al salir de la tienda de regalos, entramos en el Samoa a tomar un café y nos acodamos en la barra ya que las mesas están ocupadas. Compruebo que el individuo que tengo junto a mí está fumando y, miméticamente, enciendo un cigarrillo para comprobar, acto seguido (cuando cándidamente pido un cenicero a la camarera) que EN ESTE ESTABLECIMIENO ESTÁ PROHIBIDO FUMAR. Comento jocosamente el equívoco con la chica y en eso que el individuo, un tanto moña, esa es la verdad, a juzgar por el colorcillo alegre de su rostro y el penúltimo chupito de whisky en la mano, malinterpreta la escena, sobre todo cuando la camarera, le llama educadamente la atención. Por eso mismo, porque colige que soy un celoso guardián de la legislación vigente, acude solícito a disculparse dando un rodeo sobre sí mismo para llegar a donde estoy, es decir, justo a su lado.
Inútil toda resistencia. Le escucho. Le escucho evitando cualquier gesto que pueda alertarle de una supuesta (y a todas luces falsa) incomodidad o impaciencia por mi parte. Me cuenta con todo detalle que es camarero del turno de noche (de once a siete) del Hotel Diplomatic y me pregunta si acaso sé dónde se fuma los cigarrillos durante su interminable jornada laboral. Pienso en el cuarto de calderas, por aquello de la deformación profesional, pero no, así que sigo escuchando. En el tejado del hotel, me confiesa, contrito y angustiado, como el que, apesadumbrado, se reconoce ladrón o pedófilo. Y añade: un día de estos pillaré una pulmonía.
Y no puedo menos que imaginarmelo con su petaca y su cigarrillo rajado entre los dientes subiéndose las solapas de su levita de flamante camarero del Hotel Diplomatic. Y, por supuesto, espero. Espero con la misma paciencia con la que le he estado escuchando desde la primera a la última palabra. Espero, digo, que abandone el local para irme directo al teléfono del Samoa y buscar entre las páginas del listín telefónico, con la habilidad y pericia de un dentista o de un relojero, o de un detective de Asuntos Internos, el número del hotel Diplomatic, con la sana y recta intención de delatar al infractor. Faltaría más.
Porque es lo que yo digo siempre: si hay una ley es para cumplirla. Así, más o menos, dimos caza a Bonnie y a Clyde. Y al mismísimo Dillinger. Pero eso ya es otra historia.

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17.2.06

Buenas noticias

HAGGIS, PAUL: Crash (Colisión) Sandra Bullock, Brendan Fraser, Don Cheadle. Sucesivas historias se suceden en un distrito de Los Ángeles, unos asaltadores de coches, unos detenidos por error, un inmigrante iraní que quiere comprar un arma… Todos ellos tienen una cosa en común, el miedo.
Todo son magníficas noticias en Crash. Empezando con la breve (pero, ¡Oh, sorpresa! buena) aparición de la Bullock, siguiendo con la perfecta utilización del estilo cinematográfico que popularizara Altman al hilo de Carver (historias cruzadas), continuando con el brillante bucle inicio/final y acabando con el espléndido y convincente personaje del no menos sorprendente Matt Dillon. Pero hay más: un argumento osado que retuerce los tópicos y lugares comunes de temas tan escabrosos como la inmigración, el racismo, la ética… Y por no faltarle, al film tampoco le falta un poco de ternura. Porque los yankees son así, si no cantan o lloran les da algo. Imprescindible.

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