26.12.06

El sueño del tiempo


No es nada nuevo a estas alturas que pensar en el tiempo, en su ambigüedad manifiesta, pueda llevarle a uno directamente a la música de jazz, al saxo alto de Benny Carter o la pletórica voz de Ella Fitgerald imitando el bing bang del contrabajo. Ya sé que planteada así esta reflexión no se sostiene. Quiero decir que después de tres páginas, y con suerte, se acepta una parrafada como ésta, pero así, de entrada, a la brava y sin avisar, dan ganas de marcharse a otra parte.
Porque si me asomo por la ventana no sólo me veo a mí mismo (y sé que esto puede ser irritante para el lector) sino a mis sueños, para comprobar, consternado, que en mis sueños no existen ni el tiempo ni la música. ¡Y la gente corriente habla del color de los dreams como si fuera algo que importara! Claro que lo peor no es eso, que mis sueños no tengan tiempo, no, lo peor es que el tiempo resulte ser un artificio del Sapiens Sapiens, y vete a saber si también del Neardental. Al fin y al cabo pasaron mucho tiempo (!) juntos. Algo se les pegaría, digo yo.
“El tiempo es un engaño, señor mío. El tiempo real no es mecánico, no está dividido en horas iguales..., el tiempo de verdad es subjetivo..., se lleva dentro”. Esto lo dijo el multifacético Boris Vian en una de sus novelas y el hombre tenía más razón que un santo. Así, cada rarísima vez que consigo el famoso Hic et nunc ("aquí y ahora”), rebusco en los cajones de mi interior y encuentro sueños despistados, relojes que no saben si son de arena o de agua, y, claro, camafeos que parecen animalillos disecados y fotos viejas que parecen aros salvavidas y cartas arrugadísimas que hablan de amor. Y si las lees con atención, las cartas, descubres que hablan más del amor en abstracto que de la supuesta persona amada. Y entonces piensas, deshauciado, abrumado por tus limitaciones, que quizá era verdad lo que afirmó el aguafiestas del poeta de Praga, Rainer Maria Rilke, cuando dijo aquello de que “Ser amado es pasar y, en cambio, amar es permanecer con luz inextinguible porque, en definitiva, lo único que uno ama es ser.”
Claro que como estoy fresco por las mañanas y, además, escucho buena música, acabo pillándole el truqui a Rilke, porque permanecer, lo que se dice permanecer, con luz inextinguible o sin ella, eso es cosa del tiempo, es decir, un engaño, así que Rainer Maria, yo diría que mejor nos quedamos como estábamos. Empatados.
Boris Vian: L'herbe rouge (La hierba roja) 1950, Tusquets

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24.12.06

El problema de James Stewart


Alfred Hitchcock: “A otro lado del patio, hay cada tipo de conducta humana, un pequeño catálogo de los comportamientos, Era absolutamente necesario hacerlo, si no el film no hubiera tenido interés. Lo que se ve en la pared del patio, es una cantidad de pequeñas historias, es el espejo, como usted dice, de un pequeño mundo.”
François Truffaut: “Y todas esas historias tienen como punto común el amor. El problema de James Stewart es que no tiene ganas de casarse con Grace Kelly y, en la pared de enfrente, no ve más que acciones que ilustran el problema del amor y del matrimonio; está la mujer sola, sin marido ni amante; los jóvenes casados que hacen el amor todo el día; el músico soltero que se emborracha; la pequeña bailarina que los hombres desean; la pareja sin niños, que ha puesto todo su afecto en un perrito, y, sobre todo, la pareja casada, cuyas disputas son cada vez más violentas, hasta la misteriosa desaparición de la mujer.”
François Truffaut: Le cinema selon Hitchcock (El cine según Hitchcock), 1966, Alianza Editorial, edición de 1995, Página 188
Alfred Hitchcock: Rear Window (La ventana indiscreta), 1954 USA. 112 min. Guión: John Michael Hayes (Historia: Cornell Woolrich). Música: Franz Waxman. Fotografía: Robert Burks. Reparto: James Stewart, Grace Kelly, Thelma Ritter, Raymond Burr, Judith Evelyn, Wendell Corey.

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23.12.06

Merry krismas



Fotomontaje: Ellisabet Morales

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Papansil


Escucho a Jamiroquai por las mañanas y a Ute Lemper por la tarde, tomo Dolalgial para la cefalea, Ibuprofeno para el dolor músculo-esquelético y de vez en cuando Trankimazín retard para el consabido vivir sin vivir en mí, aunque soy perfectamente consciente de que la ansiedad es general hasta nueva orden. Tomo café por las mañanas y agua por las noches. Por lo demás, todo va bien. De madrugada, cuando el insomnio me despierta y me pide caña, toco un rato el saxo, imaginariamente quiero decir, como la peque de los Simpson. Luego, pongo la tele en un periquete y me quedo pasmado viendo los anuncios de venta directa, el Papansil, el envasado al vacío, o el destornillador de cuatrocientos usos, o el rayador de verduras y lo que se presente, todo en bellísimas y cuidadas rodajitas. También es cierto que cuando hacían El fugitivo, de cuatro a cinco de la mañana, resultaba interesantísimo, pero esto tampoco no está del todo mal. Me encanta, sobre todo, cuando el público aplaude ante la flagrante diferencia entre una ensalada envasada al vacío y otra, escuchimirrizada, dejada al aire libre. Patrullo entre la ventana y el balcón, inspeccionando la construcción de ese nuevo edificio, no sea que sobrepasen la altura razonable y me impidan contemplar cada noche el anillo luminoso de General Óptica al final de mi particular horizonte de tejados, antenas y ropa tendida, en la confluencia de la Meridiana con Felipe II. Cada día escarbo en las profundidades del buzón y sólo encuentro extractos bancarios que me amenazan con la bancarrota y propaganda diversa: del Súper, del reparador de televisores y electrodomésticos en general, de tapiceros, curanderos, gimnasios, naturistas, pintores, albañiles, cerrajeros, dentistas, Sólo Cien, etcétera.
¿No lo dije antes? Puedo andar tres horas seguidas a paso lento y acabar con la mente en blanco. Oír todas las explicaciones habidas y por haber sin entender nada de nada. Tengo una vaga idea de lo que debe ser la realidad pero mi instinto me dice que nada es lo que parece y que, además de ser el pretexto para el título de un programa de televisión, la realidad es un rollo. Con cosas como ésta Groucho Marx se hizo famoso. Eso me digo para animarme. Veo al presidente Montilla por la tele y tampoco acaba de caerme simpático, sus ojos esconden una cierta felonía. Para acabar de arreglarlo todo, escucho a los políticos de uno y otro lado y me entra cierta sensación de desamparo, sino de recelo y hasta de miedo. A esta sensación los egipcios la denominaban horrore vacui. Y esto antes sencillamente no me pasaba ya que el materialismo dialéctico y la buena marcha de la lucha de clases me ayudaban a mantener la sangre fría y la masa muscular activa.
Será por eso que las madrugadas de los sábados no me pierdo Bonanza, Ben Cartwright y sus tres hijos son magníficos y, además, tan antiguos que, no sé, te ablandan el corazón.
Cuando David Dortort creó la serie Bonanza nunca pensó que estaba creando una serie de culto que consiguió mantener su emisión durante 14 años. Bonanza nació de la idea de narrar la vida de una familia en el Viejo Oeste, una de las épocas más duras y violentas de la historia de los EEUU. En ella la familia Cartwright, formada por Ben Cartwright y sus 3 hijos, Adam, Hoss y Little Joe, se enfrenta a diferentes problemas.
BONANZA
Obenida en "Series de TV (La enciclopedia de los recuerdos)

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18.12.06

Los chechenos (II)




En el capítulo anterior (Los chechenos):
“Aquel enero de 1994, la verdad sea dicha, resultó frío y desapacible. Los chechenos atacaban por todas partes como anunciando todo lo que nos acabaría cayendo encima diez años más tarde.”

Sí, ahora lo recuerdo bien. Dudaban los chechenos si invadir o dejarse invadir, astutos ellos...
Todo eso, inspector, debe pasarle a más gente que a mí. Se lo digo solicitando su consuelo. Uno se preocupa por cumplir con sus obligaciones laborales, familiares y demás... Incluso con las conyugales, que ya es cumplir. Procura comportarse como un ciudadano, digamos, aceptable. Y además, por si todo esto no bastara para ganarse el cielo, tiene golpes de filantropía, yo diría -sin querer parecer inmodesto-, encomiables. Tal como obsesionarse periódicamente por las injusticias de este mundo. Por lo de siempre (la hambruna, la muerte y la miseria) y, además, por la gran guerra civil que se nos avecina en oriente medio. Y todo ello gracias a la inestimable colaboración del maldito imperialismo yankee, a sus aliados occidentales en general y a los depredadores del estado de Israel en particular. Y, finalmente, a los negados y corruptos árabes. Y no digo fundamentalistas árabes, porque fundamentalistas son todos los mencionados, hasta nueva orden.
Si uno es así de cretino, es natural que se preocupe por los pobres chechenos. Y por eso mismo, es igualmente comprensible que busque consuelo en la belleza, aunque la belleza sea una pura abstracción, y eso a pesar de que sé perfectamente que, al fin y al cabo, la abstracción, lo mismo que todo los placeres, es un territorio de juventud que cada vez me pertenece menos.
En marzo la factura del teléfono fue sangrante. Claro, me llamó Lester Young desde los USA: Lester swings, inmejorable consorcio en mis momentos apacibles. La vida es así, bienvenida banalidad, te ayuda a llegar indemne hasta la cena y, ¡Zas! De pronto, te llama Thelonius Monk a cobro revertido, 85th birthday celebration.
Y, claro, caí de bruces en abril hecho un lío con lo de los chechenos y el impresentable del Boris Yeltsin. Pero igual que a Joaquín Sabina, me lo robaron (el mes de abril), así que decidí alistarme en las fuerzas irregulares chechenias, pero rechazaron mi solicitud de plano por mis consabidos problemas de vista, altura y peso, por no mencionar mi fascitis plantar. Como se comprobó luego, abril resultó un mes poco apto para los buenos deseos. En lugar de eso, leí Los miserables de Victor Hugo y me enganché a la primera.
En junio hubo elecciones y me dejé caer por el colegio electoral a depositar mi papeleta. También estaba la exposición de Mapplethorpe. Estaba su obra porque él llevaba ya un tiempo finiquitado. Sus fotografías colgaban de las paredes de la Fundación Miró: tíos en pelota y unos penes majestuosos que hubieran escandalizado al maestro Hitchcock, tan sutil él, con su erotismo subyacente, tan etéreo y elegante como los largos besos de sus protagonistas, que se pegan el lote mientras dialogan sobre cuestiones intrascendentes. Mapplethorpe, el sobrevalorado. Eso lo dijo Ramón de España a quien igual los gays no le caían bien, y el cual, a su vez, acabó cayendo, como tantas otras promesas, en lo gracioso e histriónico, y, por eso mismo, reciclado al periodismo de crónica urbana. Por supuesto, las fotos de Mapplethorpe valían la pena. Lo explícito catapultado al arte, porque ¿quién teme al lobo feroz?
Llueve en septiembre y los chechenos siguen con su matraca y lo que les espera. Lo sé de buena tinta.
Octubre invade las calles de hojarasca y el viento racheado se lleva los malos pensamientos, todo tan rápido que casi no me da tiempo de pensar en nada que no sea el paso del tiempo. El otoño a veces se hace pequeño como los bonsái y cabe en un puño, y el silencio cabe en otro silencio (¿por qué quién es capaz de meter su silencio en otro silencio que no sea el suyo?). Todo como las muñecas rusas, porque el silencio y la soledad van de la mano, uno dentro del otro, y viceversa, todo tan precario y hermoso a la vez. Tristeza otoñal, dicen los poetas. Entonces vas y pones el compacto de Chick Corea, Touchtone, una grabación de 1982 en la que colaboraron Paco Lucía y otros genios de la guitarra, y se te comprime la médula ósea, y finalmente el esternón, y así, empequeñecido, percibes ese modesto éxtasis cuando llueve ahí fuera y diluvia aquí dentro...
Noviembre se despide de octubre sin darme ocasión a decir esta boca es mía y, claro, mi gato que poco a poco se va haciendo mayor, y ya sólo maúlla cuando le da la real gana y no cuando quiero yo, porque la vida es, entre otras cosas, una contradicción. Me mira condescendiente y parece decirme, tranquilo, más se perdió en Chechenia. Y yo se lo agradezco de todo corazón, porque este diciembre no se acaba nunca y no hay dónde puñetas meterlo, y, sin embargo, un gato sí que cabe en un silencio. Y yo sin acabar de entender, inspector, cómo ha tenido usted la paciencia de escucharme todo este tiempo, claro que por no entender tampoco comprendo porque me deriva al psiquiatra cuando le he dado tantas pruebas de mi culpabilidad, un caso claro de asesinato con premeditación y alevosía. ¿Quién, sino yo, puede haber matado al tiempo? Caso cerrado, como suelen decir en las películas. No desperdicie esta ocasión, inspector, no le haga ascos a un ascenso. Hágame caso, su mujer se lo agradecerá.
Ilustración 1. Andy Warhol: Robert MapplethorpeObtenida en Fotos.org
http://www.fotos.org/galeria/showphoto.php/photo/222
Ilustración 2. Robert Mapplethorpe: 2000 Calendar

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15.12.06

García Ferrer & Martí Rom: MARTA PESSARRODONA


El Cineclub de la Asociación de Ingenieros
de la mano de Juan Manuel García Ferrer y Martí Rom
Presentan un libro y un vídeo sobre
MARTA PESSARRODONA
El próximo miércoles 20 de diciembre
a las 19,00 horas
en el Colegio de Ingenieros
Via Laietana, 39
Barcelona

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¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?


Si usted se encuentra con cierta frecuencia que ya está bien de cena y que tiene ganas de que Armando y Paulina, sus amigos de toda la vida, se vayan porque lo que desea es echarse sobre el sofá y ver la televisión en paz. Si usted es de los que cuando se les acaba la cuerda encienden la televisión y "desconectan".

Si no encuentra el momento de ir a alguna parte.
Si de vez en cuando le entran unas ganas irresistibles de decirle a su compañero de taller o de oficina, a su conjugue, amante, compañero sentimental o amigo del alma:
¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?Si piensa que los sueños son eso de lo que uno se despierta.
Si está convencido de que nadie es perfecto, que nacimos y moriremos imperfectos, que ángeles sólo hay en el cielo, que las cosas suceden, que las cosas cambian. Sí, que a veces suceden cosas y que la realidad a veces sale al paso y le saca tarjeta roja a las buenas intenciones. Las buenas intenciones, ya saben, directos al pozo, y ojos que no ven, corazón que no siente, como vulgarmente se dice.
Si sospecha que, al fin de cuentas, todo puede ir mucho peor...
Y si, con demasiada reincidencia para su gusto (porque es suficiente inteligente como para no entusiasmarse ni siquiera con sus propias manías u obsesiones) le da mal rollo ir a reunirse con los amigos, familiares y colectivos desfavoridos en general, por no hablar de la típica fiesta de cumpleaños, una de esas bullas de las que no hay forma de escapar, en el que todo el mundo es bueno y todo está bien. Y acaban mirándote con conmiseración si alegas que estás hasta el coco de fiesta y que te vas, que ya está bien, que se acabó.
Y si suele ocurrir que usted no tiene más remedio que mentir cuando le dice a su pareja: “¿Por qué necesitamos a más gente? Nos tenemos el uno al otro.” Y, ya que hablamos de su consorte, si últimamente le asalta con cierta frecuencia la sensación de que no sabe lo que su conjugue está pensando.
Y si, para ser sinceros (llamemos a las cosas por su nombre, por favor), no les ve más futuro a muchas de sus relaciones que la de sentarse en su bonito salón comedor, o en el restaurante de turno, dos veces al año, para charlar un poco mientras comen o cenan y toman café. Y comprueba que justo esas dos veces pasan un rato agradable, y verdaderamente no le hace falta nada más. Simplemente no se le ocurre imaginar otra cosa, más cosas, ya está bien así, por favor.
Si usted es de esas personas incautas e infelices que, en una reunión social, espera no ser engullida por la vorágine del protagonismo ajeno. Si, aunque sea por mera cortesía, y si esto no bastara (¡Por decencia por favor!), espera en vano oír su nombre en los labios de los contertulios. Si espera, aunque sea por mera cortesía, o por decencia, que se dignen siquiera a mirarle y, si me apuran, a preguntarle (Sí, a "usted precisamente") si estudia o trabaja, cómo le va la vida, etcétera... Si hay días que cuando llega a casa cierra los ojos y se apoya en la pila de la cocina. Y luego barre el escurridero con el brazo y manda todos los platos al suelo.
Si usted no es creyente y, además, no cree en nada. Si le sigue sorprendiendo que cuando va a emprender un viaje, aparte de su jefe o su compañero de mesa, su portero o algún que otro familiar directo no tenga a nadie a quien sea preciso advertir de su marcha.
Si por un casual le queda alguna migaja de espíritu crítico y cuando ve a su hijo haciendo el burro le dice a su madre: está bien, no te preocupes. Los dos sabemos que ahora mismo no ganaría ningún concurso de belleza. No es ningún Brad Pitt. Pero dale tiempo. Con un poco de suerte, ya sabes, crecerá y se parecerá a su padre. Y a duras penas mantiene el tipo cuando ella pone cara de tierna hiena madre.
Si cuando usted regresa a casa después de una velada para olvidar y se encuentra con el sofá, y exclama: ¡El puñetero sofá! Y le dan ganas de no volver a sentarse en él, ni puede imaginarse por más que lo intente que en el pasado se haya tumbado allí para hacer el amor.
Si ha descubierto, por fin, que el tiempo no es un caballero, como dijo un sabio inculto e insulso. O alguna mujer vieja y cansada, quién sabe.
Si usted es de los que al tirar de la toalla o del rollo de papel higiénico para secarse, acerca su cara al espejo, moteado de manchas de dentífrico o de jabón de afeitar, y se mira a los ojos y piensa: simplemente una cara, nada extraordinario.
Si al levantarse, por la mañana, lo primero que se le ocurre es:
“No sé lo que le pasará a otra gente, pero yo, cuando me agacho para ponerme los zapatos por la mañana, pienso: “Ah Dios mío. ¿Y ahora qué?Y si no le ocurren todas esas cosas, sólo algunas, pocas quizás, o ninguna, vete a saber, felicítese, es usted mejor persona de lo que se imaginaba. Y por eso mismo sigue usted necesitando un batacazo, a ver si se despabila, que no entera, oiga. Sí señor. Sigue usted mereciéndose una buena lectura. Simplemente un escritor, nada extraordinario, Raymond Carver, por ejemplo.- Ilustración: Edward Hooper, Nighthawks, 1942
- Raymond Carver: Catedral, Anagrama, Panorama de narrativas, Barcelona 1988
- Raymond Carver: De qué hablamos cuando hablamos del amor, Compactos Anagrama, Barcelona 2001
- Raymond Carver: Si me necesitas, llámame, Anagrama, Panorama de narrativas, Barcelona 2001
- Raymond Carver: Short Cuts, Compactos Anagrama, Barcelona 2001
- Raymond Carver: Tres rosas amarillas, Compactos Anagrama, Barcelona 1997
- Raymond carver: ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? Compactos Anagrama

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13.12.06

Carles Verdú: Desnudo sin cara



“Donde estoy, cuerpo dentro de una sombra.”
Fernando Pessoa: Libro del desasosiego
Carles Verdú: Retratos
"Hacer retratos, consiste no sólo en mostrar lo que hay delante de la cámara, sino en convertirlo en verídico y buscar la transparencia del retratado. Mis retratos hablan fundamentalmente de mí, pero también de las personas con las que he podido compartir momentos: De tensión, de diálogo, de enfrentamiento, de creatividad, de emoción, de diversión, de amistad…"

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11.12.06

Ferrandiz Crespo: La soledad



“Esa noche confirmé mi sospecha de que la soledad es imposible, porque está poblada de fantasmas.”
Enrique Vila-Matas: El viajero más lento
Rafa Ferrándiz Crespo: Acrílico/tela 100x73

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Los chechenos


Aquel enero de 1994, la verdad sea dicha, resultó frío y desapacible. Los chechenos atacaban por todas partes como anunciando todo lo que nos acabaría cayendo encima diez años más tarde.
En realidad, enero suele ser un mes desapacible. Los incombustibles luchadores de las Navidades reposan. Mentira: ellos, pero, sobre todo, ellas nunca reposan. Las víctimas se relamen las heridas de tanta sobredosis de promiscuidad con el único pretexto de su ADN.
Empecé febrero algo dudoso… Sí, ahora lo recuerdo bien, dudaban los chechenios si invadir o dejarse invadir, astutos ellos. Empecé febrero acompañado por Paco Ibáñez: como tú, yo soy una pequeña piedra, piedra pequeña, como tú, guijarro humilde, como tú, en la carretera, como tú, etcétera. Me acuerdo de eso, inspector, porque en aquel momento miré el calendario de pared de la salita. Como febrero fue tan corto, el pobre, yo lo compensé con el envidiable vigor de Paco, ya sabe, ¡A galopar! Ya vienen los cuatro de Bonaaaanza, etcétera. No es, por supuesto, un tributo a la nostalgia, es simplemente una cuestión de gustos. El último sábado de febrero llegó disfrazado de literatura, diez años que se murió Julio, con cuyos libros pasé tan buenos ratos. Me gustó cuando dijo eso de que: Cuántas veces me pregunto si esto no es más que escritura, en un tiempo en que corremos al engaño entre ecuaciones infantiles y máquinas de conformismos. Pero preguntarse si sabremos encontrar el otro lado de la costumbre o si más vale dejarse llevar por su alegre cibernética, ¿no será otra vez literatura? Siempre tengo presente esta cita cuando escribo y, de pronto, dejo de teclear y me pregunto a quién diablos le importa que yo garabatee los Din A/4 o, por ejemplo, que los chechenos ataquen mañana, como repetidamente han anunciado.
Acto seguido me coge la neura, cojo la puerta y me doy un paseo hasta que concluyo que a casi nadie, y eso acaba por tranquilizarme (la indiferencia general) y entonces me llamo cobarde por no hacer más de lo que hago por la paz mundial, y, aparte de hacerme socio de UNICEF (doce años antes que el Barça, por cierto) de pronto, en lugar de cobarde me sale cobalde y, entonces, pienso en el Chiquito de la Calzada (¡Vaya peaso de peich que quita er sentío!) y ante tamaña ignominia de mi corriente de pensamiento me da por reír, y me detienen por escándalo público y acabo en comisaría - y aquí acaba el sueño, inspector.
"El enfrentamiento entre rusos y chechenos se remonta hacia fines del siglo XIX cuando Rusia se anexó Chechenia, luego de la guerra Caucásica. Lenin les prometió la libertad a los chechenos, Stalin los deportó, y el ex general rojo Dzhojar Dudayev se tomó el poder.
Ubicado en una región estratégica (son un puente entre el Mar Caspio y Asia Central) con importantes reservas de petróleo, este pueblo tiene además importante influencia islámica. Todas razones para que el gobierno de Rusia no quiera darles la independencia."
Texto obtenido de:
http://www.familia.cl/ContenedorTmp/Chechenos/chechenos.htm
Ilustración obtenida de voltairenet.org (red de prensa No Alineados)
http://www.voltairenet.org/article132203.html

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3.12.06

La residencia


Cuando, dos veces por semana, acudo a la residencia, las chicas me ofrecen su sonrisa de plexiglás y su prisa. La ejercen con simpatía, la prisa quiero decir, pero no por ello, la celeridad con la que atraviesan pasillos y salas, deja de suponer un décalage, un contraste un tanto macabro, que no congenia PARA NADA con la pesarosa lentitud de sus huéspedes.

No sea que un vejete las cace al vuelo y les coloque su rollo inconexo y absurdo. Y para muestra un botón. Al irrumpir en el vestíbulo no tardo nada en verme abordado por la mujer sonámbula que se pasa el día preguntando aquí y allá dónde esta la dichosa puerta. Puerta que, dicho sea de paso, se mantiene cerrada a cal y canto y sólo se abre mediante el oportuno mecanismo de apertura a distancia, no sea que a los vejetes les dé por fugarse y huir al otro planeta.
Entras en lugares como éste y automáticamente cae sobre ti la losa del sentimiento de culpabilidad. Como si no fuera solamente tu madre a la que has dejado tirada en Mathaussen, sino a los ochenta residentes que esperan. Porque toda la residencia es una gran sala de espera.
Quizás por eso, piqué la primera vez y le respondí a la pobre mujer:
- ¿Y para qué quiere usted la puerta?
- Es que tengo que ir a ver a mi mamá – me contestó ella, en tono de súplica.
Mi madre siempre está sentada en el pasillo, junto al grupo de las que se resisten a permanecer en la sala de la televisión, que es donde están los catatónicos y babosos, muchos de ellos en sus sillas de ruedas. Nadie mira la pantalla gigante, testimonio mudo de ese páramo de predifuntos cuya estática estampa espanta al más valiente. Las más animosas, sin embargo, se hallan en la sala de juegos, jugando a las cartas o al dominó.
La conversación con mi madre, gira como una noria. Da vueltas sobre sí misma, como no podía ser de otra manera, sólo interrumpida por algún que otro susto: El Jorobado de Notre Dame, por ejemplo, un individuo contrahecho que cruza el pasillo encorvado y mirando de reojo sus propias zancadas.
Dice mi madre que el tal Rubianes le cae fatal, que es un maleducado y sólo dice palabrotas y cosas muy desagradables. Mi madre es una especie de senador McCarthy a lo bondadoso. Su black lister es inagotable. Crece como la deforestación o como el agujero de ozono. Se mantiene impertérrita, como la mortandad infantil en el mundo o la rabieta del PP tras el 11-M.
Aunque en algunos casos no le falta razón. De pequeña la enviaron del pueblo a la ciudad para servir, que es lo tocaba a las chicas pobres. Una boca menos y un ingresillo más. Y, mientras, el varón trabajaba la tierra. Y se la quedaba. En una ocasión la abuela, como represalia a alguna barrabasada del hermano, lo amenazó con darle la mitad de las tierras a la hermana. El hombre agarró el hacha de cortar leña y le dijo a mi madre: no volverás entera a Barcelona. Y no la pilló de milagro.
Además de mi tío, de su mujer, de la nuera de su cuñada, de su prima rica y demás infaustos personajes familiares, entraron en la lista negra Camilo José Cela (por soez y porque, el muy bandarra, abandonó a su mujer para irse con una más joven), la Pantoja (cuando se lió con el alcalde mafioso) y muchos otros. La penúltima en entrar en la lista fue Carmen Sevilla. Tras años de tragarse Cine de Barrio finalmente decidió que era más falsa que una moneda de 6 €. Tras ella ha entrado el vecino del quinto (y no es una figura retórica) que tardó casi dos meses en acceder que entraran en su piso para reparar la antena comunitaria de la tele. Y antes lo hicieron la dueña de la cristalería, la dependienta de la panadería y las hijas del Señor López y la Señora Antonia (sus vecinos), ahora en otra residencia de ancianos, los dos con un Alzeimer (que mi madre se empeña en llamar Schneider) de dos pares de cojones, ya que no le dijeron ni media palabra del traslado de sus padres.
Sí, porque mi madre, como salida de las añoradas páginas del TBO, concretamente de la abuela de La familia Ulises, renombra las cosas, presume de su desastrada memoria y en su black lister es muy fácil entrar pero prácticamente imposible salir.

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