19.2.09

Por el lado de popa

Cuando se tiene algo que te pesa sobre la conciencia no se puede permanecer demasiado tranquilo… Aunque a todo se acostumbra uno. El rencor es como una mancha de aceite, las pesadillas se olvidan fácilmente y, además, hace tiempo que se desembarazó del inconsciente, echándole por la borda. Por el lado de popa. Al menos eso cree. La peor noticia que podrían darle es que ha reflotado.
Así que, regateando farisaicamente con la realidad de lo concreto, tomó como idea general… “La Gioconda”. Ciertamente, dudó entre “La Gioconda” y “La Creación” de Miguel Angel, la pintura del techo de la Sixtina. Y puestos en la labor, también pensó en cualquiera de las pinturas de Edward Hopper. Desechó de forma consciente cualquier itinerario que coincidiera con el de los optimistas, esos esclavos de lo concreto e inmediato. No es que se trate de un pesimista al estilo, pongo por caso, de los que afirman que “lo peor está por llegar”, por no mencionar el tópico del vaso medio lleno, pero tampoco es un imbécil. No debemos – dice- confundir el pesimismo con la melancolía.
La melancolía - consta en los diccionarios - es la “tendencia a la tristeza permanente”. Los seres no demasiado humanos que padecen esta “enfermedad” cohabitan con la visión desenfocada. Incluso pueden permanecer largos períodos instalados en un clima de extraña felicidad, aunque al hallarse ya instalados definitivamente en esta modalidad de percepción errónea (?) tienen muy a menudo la extraña sensación de vivir para el recuerdo. El presente les duele. Es decir, sufren la existencia. No son imbéciles, son unos putos fracasados.
Porque las particularidades no dejan de ser otra cosa que la disección del ser humano. Una especie desconocida en el Universo que como cualquier especie animal, hasta nuevo aviso, se ha inventado sus propios mitos para construir una idea general que otorgue sentido a su existencia, que la justifique. Es una idea bastante lógica, después de todo, y sólo la discuten los que lo discuten todo, fanáticos, mecanógrafos del día a día y demás gente inútil…
Es en esos momentos, cuando ya ni piensa que la gracia de llevar disfraz es que la gente no lo perciba como tal. Cuando, antes de echarse por la Windows, trata de imaginar que todo ha ocurrido quince años atrás, y que todavía está desembarcando en el puerto de Barcelona, contemplando por primera vez la ciudad, es entonces cuando concluye: ”Demonios, si tenías que ponerte melancólico, ¿por qué no entonces en lugar de ahora?"
Texto: cronopio

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15.2.09

Me quedo con Thompson

Maté a Amy Stanton el sábado 5 de abril de 1952, poco antes de las nueve de la noche.”
Así empieza al capítulo 18 de “El asesino dentro de mí”, de Jim Thompson. Del gran Jim Thompson. Cuando lo leí, en el metro, no tuve mayores problemas para comprobar lo rebuscado de tanta diatriba con los números redondos, en este caso sobre la primera frase de las llamadas obras maestras. Sí, es cierto que “Rayuela” empieza con “Encontraría a la Maga…” Una frase afortunada, todo hay que decirlo. Mientras una voz en off anuncia la inminente llegada a la estación de Maragall, se me ocurre que, para satisfacer a tanto incorregible coleccionista (hace poco Vila-Matas hablaba de ello en su “Diario voluble”, y es que nadie es perfecto) podría colocar la frase de Thompson en el comienzo de la novela, pero, como todos sabemos, hasta ahí no alcanzan mis escasas influencias. A la vejez, viruelas, y menos llamadas pidiendo favores… Pero esto es otra historia.
A vueltas otra vez con lo nuestro, es decir, con la lluvia y el viento, cuando me paseo por la "Gran" Barcelona, los turistas parecen perplejos, algo así como seres de otro planeta pillados a contrapié, desabrigados en plena ventisca en pleno Paseo de Gracia. En mi mente suena entonces una de esas melodías de Col Porter, de cuyo título mi nefasta memoria nunca sabe retener. Ya nadie llama sequía al mal tiempo y es que el tiempo corre que es una barbaridad y Jim se sienta en su viejo escritorio para dibujar la estela de su personaje, el sheriff adjunto que es, en realidad, un asesino, una especie de predecesor de Dexter, porque Jim Thompson, a diferencia de tantos “grandes” de la Serie Noir, como la llamaron los franceses, cuando todavía creían que los títulos imperecederos sonaban mejor en su idioma, siempre ha sido diferente.
Me quedo con Thompson. Después de hacernos bajar, sin escaleras, ni ascensor a los infiernos con su insuperable “1280 almas” (“Pop 1280” 1964), que los galos denominaron, aún no se sabe por qué, “1270 âmes”, se caracteriza, sobre todo, en endosarle el protagonismo al malvado y no a un detective privado. Y va más allá, ya que el malvado es, la mayoría de las veces, un representante de la ley.
Todo eso pasa, claro, después de devorar la novela de Thompson “El asesino dentro de mí” (“The killer incide me”, 1952)… Y, claro, me faltó tiempo para dejarme caer por “La casa del Libro”, otra mañana turbia de esas que te resbalan por los dedos, tanto rostro extraño con los ojos empañados de vulgaridad (exactamente como los figurantes de las novelas de Jim), en busca de otro ejemplar del autor. Sin embargo, y pese a que justo había finalizado “la semana negra en Barcelona” no había apenas existencias del autor, salvo la mencionada “1280 almas”. Y en el FNAC del Triangle, tampoco. Y ya con cierta ansiedad busco un digno sustituto.
Dexter, por ejemplo. El dependiente me pregunta si no me importa que sea de bolsillo.
- Al contrario – le respondo.
Me dan urticaria los mazacotes que inundan los anaqueles y mesas de “Novedades”. Tapa dura, ideal para romperse las muñecas bajo esos pesos pesados mientras uno lee tranquilamente en la cama, pero eso no se lo digo al dependiente, así que me voy, un tanto consolado después de tanta búsqueda inútil, con mi ejemplar de “Dexter. El oscuro pasajero” (“Darkly Dreaming Dexter”, 2004) de Jeff Lindsay. De regreso, otra vez en el metro, leo en la contraportada; “Dexter Morgan no es precisamente la clase de hombre que presentarías a mamá. Su tendencia al asesinato puede resultar algo desconcertante. Pero en el fondo de su corazón Dexter es el perfecto caballero…”
Texto: cronopio

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6.2.09

Celine: Aquí estamos solos otra vez


Aquí estamos solos otra vez. Es todo tan lento, tan pesado, tan triste…
Pronto seré viejo. Y por fin se habrá acabado.
Ha venido tanta gente a mi habitación.
Han hablado. No me han dicho gran cosa. Se han ido.
Se han vuelto viejos, miserables y lentos, cada cual en un rincón del mundo.”
Louis Ferdinand Céline: Mort a crédit


Escritor francés. Ésta es su segunda novela. Y, por lo que llevo de lectura, puede ser tan mortífera como la primera: la magnificada y súper recomendable – con razón- “Viaje al fin de la noche”, una verdadera pedrada en el ojo de la noche.
Céline fue, como media Francia y buena parte de Europa, partidaria del movimiento nacionalsocialista de Hitler. Condenado a muerte e indultado, nuestros vecinos "salvaron los muebles", mientras los aliados se llevaban, como botín de guerra, a todo el que sabía leer y escribir a los Estados Unidos y la URSS para sacar el mejor provecho posible del desaguisado. Como escribió mi amigo Pedro Ugarte (“Los cuerpos de las nadadoras”): “la hipocresía es un homenaje que la mentira tributa a la verdad.”
Y como el tiempo lo cura todo, hasta la memoria, actualmente es considerado un genio literario, al nivel de Joyce, Mann, Proust, Musil y compañía.
Se desconoce que nadie vomitara de vergüenza en algún momento de esta truculenta historia.
Y es lo que yo digo. Siempre nos quedará Céline:

“Me gustaría que la tormenta levantara mucho más estruendo,
que los techos se desplomasen, que la primavera
no volviera nunca, que nuestra casa desapareciera.”

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3.2.09

Morsa dice estrena Web

Morsa dice…



PÁGINA EN DESARROLLO

http://www.morsadice.com/

El próximo 15 de Febrero estrenamos Web
Editorial, Presentación (o como ustedes prefieran llamarlo)
"No puede ser que nos separemos así antes de habernos encontrado."
Julio Cortazar: Octaedro: “Manuscrito hallado en el bolsillo”
"El puente no suprime la distancia: es una mediación; tampoco anula
diferencias: establece una relación de términos distintos”
Octavio Paz: “Los hijos del limo”
“También yo a veces tengo la impresión de que surjo de lo que he escrito
como una serpiente surge de su piel.”
Enrique Vila-Matas: “Para Acabar Con Los Números Redondos”

PRESENTACIÓN: PARA EMPEZAR
Franz Kafka dejó anotado en sus “Diarios” este párrafo doloroso: "Mísero, mísero y no obstante bien intencionado. Ya es medianoche, pero, como ya he dormido lo suficiente, esto es sólo una excusa, puesto que de día tampoco he escrito nada. La bombilla encendida, la casa silenciosa, la oscuridad del exterior, los últimos momentos de vigilia, todo ello me da derecho a escribir, aunque sean las cosas más deplorables. Y me apresuro a usar este derecho. Así soy yo."
En “Morsa dice...” también pretendemos ejercer este derecho, salvando las obvias distancias con la torturada y genial mente del escritor checo. Nos gustaría hacerlo a nuestra manera. Siguiendo la línea marcada por Octavio Paz: estableciendo puentes entre colaboradores y lectores. Dice Paz, más arriba: “El puente no suprime la distancia: es una mediación; tampoco anula diferencias: establece una relación de términos distintos”. Algo de eso pretendemos.
Para ello, nuestra intención es que esta revista sea lo más abierta posible, sin jefes de negociado, censores, ni guardas de seguridad en sus puertas. Una nave más planeando por el ciberespacio, pilotada por individuos de diverso calado y a los que les una, para empezar, el afán creativo y el firme ejercicio del derecho a expresarse mediante su particular (y único) concepto del arte y el conocimiento.
En definitiva, todos aquellos que han “hallado” pero, también, aquellos que siguen buscando, entendiendo por búsqueda tal como la definió Cortazar en Rayuela: “buscar era un signo, emblema de los que salen de noche sin propósito fijo, razón de los matadores de brújulas”. Los cronopios somos expertos en socavar cualquier cosa sospechosa de statu quo que se nos ponga a tiro, sean brújulas o manuales de urbanidad. Y a veces, como le ocurre a nuestro admirado Vila-Matas, nos da la locura y salimos a la calle con la sana intención de “acabar (de una vez por todas) con los números redondos”. Quizás por eso dicen que somos un poco artistas y otro poco iconoclastas. Puede que tengan razón y también que exageren, vaya usted a saber. Lo cierto es que difícilmente pediremos permiso para hacer de las nuestras, aunque nunca renunciemos a nuestra “presunción de inocencia”. La inocencia de la pasión por el juego, apreciando el significado semántico de “juego” en el sentido en el que lo expresó Johan Huizinga en su Homo Ludens: "Todo lo que en la poesía se va reconociendo poco a poco como cualidad consciente: belleza, carácter sacro, poder mágico, comienza por estar dentro de la cualidad primaria del juego."
En esta revista caben hasta las excepciones... Es decir, que nadie se sorprenda si algún día sale algún francotirador hablando de los agujeros negros del espacio, del “Príncipe Valiente” o de la última masacre en un partido de fútbol de tercera regional.
Su constructora es nuestra amiga y cronopia Paloma, y el administrador (¡Uy, que palabreja!) un tal "cronopio", servidor de ustedes. Para su construcción no hemos pedido ayuda al Señor de los Anillos pero sí al "Señor de los cronopios", Julio Cortazar, quien nos ha enviado un telegrama desde el otro lado (¿desde dónde, sino?) con un escueto: "allá ustedes... mientras no prohiban fumar y pongan de vez en cuando un disco de Coleman Hawkins o de Bessie Smith, aquí nadie va a quejarse". Así pues, la estructura de la revista está basada en la "nomenclatura" cortazariana, que es con la que los cronopios nos sentimos más a gusto. Sólo una advertencia: no admitimos adhesiones inquebrantables. Así que nadie se preocupe por si le gusta o no el escritor argentino. Bienvenidos y bienvenidas pues, también a todos aquellos que detesten las etiquetas.
Ya saben, los cronopios cada vez que encuentran una tortuga, sacan la caja de tizas de colores y sobre la redonda pizarra de la tortuga dibujan una golondrina, como muy bien explicó Julio Cortazar en “Manual de cronopios”. Los cronopios, ya les conté, son un poco locos, anarquistoides, iconoclastas, imaginativos. Pero, créannos, lo mejor de todo es que cuando un cronopio necesita hacerse una fotografía, acude a un Fotomatón y se hace retratar en la forma siguiente: las cuatro primeras fotos muy serios, y la última sacando la lengua. Esta última el cronopio se la guarda para él y está contentísimo con esa foto. Claro que, además de cronopios, también tenemos famas y no pasa absolutamente nada. Ya saben… Según los definió Julio, las famas son unos tipos conformistas, bien adaptados a todo, camaleones urbanitas. Bienvenidos sean. Y es que todos cabemos en el camarote de “Morsa dice...”
Esperamos que este barco navegue a sus anchas, sea con bonanza, con tempestad, o sin lo uno ni lo otro. Dicho de otra manera: aceptamos naufragios. Todo sea por contribuir al caos del ciberespacio. Esperamos, sin embargo, que en balsa y a la deriva, o a toda vela, vayamos todo lo mejor acompañados que sea posible en este mundo donde casi hay más soledades que caries, y que tanto la tripulación como los pasajeros no se quejen demasiado por el viento, la marea o la espera, si algún día se nos pincha la junta de la culata. Ya saben, a mal tiempo buena cara. Y lo dicho, si es con la lengua fuera y de fotomatón mejor que mejor. Si este sueño crea monstruos con “buen rollo”, ángeles endemoniados o, sencillamente, se convierte en el gran juego de la risa, eso lo averiguaremos con el paso del tiempo, que por algo dijo Baudelaire que la vida no posee más que un encanto verdadero: el encanto del juego.
¡Juguemos pues!
AGRADECIMIENTOS
La Web “Morsa dice…” tiene su antecedente directo en el Blog “Morsa dice” (2006-2009) (http://arturomontfort.blogspot.com/) y, un poco más allá, en la Web “Literatuya. Revista de Literatura” (2002-2006) (http://www.literatuya.com/) que tuvo una gran acogida en el ámbito hispanoamericano y cuyo inspirador, diseñador y “alma máter” fue Ferran Jordà. Vaya, pues, nuestro más efusivo agradecimiento para Ferran. Por supuesto, a la diseñadora y “maestra de obras” de esta nueva Web, Paloma.
Y cómo no, a todos aquellos que, sufrida y solidariamente animaron con sus ingeniosos, divertidos e inteligentes comentarios la modesta singladura del Blog “Morsa dice”: Popaul, J.M. García Ferrer, Enriqueta Llorca, Rosa Mora, Ana Herrera, Cati Sampol Frontera, Jorge Brotons, Los Burgomaestres, Sonja La Roja, Ferran Jordà, Marcelo Aurelio

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PIN, PUK, SIM... ¡Fuego!


Un mal día lo tiene cualquiera. Tanto tiempo machacándonosla con la sequía y ahora ya tenemos la lluvia de los cojones como para parar un tren. Lo que me jode no es que llueva, precisamente, sino que lo haga a su antojo: siempre que no decido acarrear con el paraguas, o justo cuando salgo del cine y no puedo ni fumarme un cigarrillo tranquilamente.
- Es la naturaleza, que se expresa así – me dice mi cuñado - siempre que hago el dichoso comentario -, mientras se ajusta los puños de su camisa para que veamos los hermosos gemelos que le ha regalado la tonta de mi hermana.
Lo estrangularía lentamente. Me acercaría lentamente a su coche, aparcado ante su casa…
- “Yo nunca tengo problemas de aparcamiento”.
…Tendría que ser una noche cerrada, es decir cualquiera valdría, tal como van las cosas. Mis ojos se habituarían sin mayores problemas a la oscuridad. Hundiría mi navaja en el neumático de detrás. Se oiría un “¡puff!” y luego un “jjsss”. Con un chirrido de las ballestas, el coche de mi querido cuñado se quedaría ladeado, como su sonrisa idiota.
Este tiempo es, además, un tiempo lento. Como una cena fría ante el televisor. Acaba deprimiéndome. Expandiéndose como una infección. Ni los famosos antibióticos de amplio espectro del "canalla" House pueden con ella. Claro que para espectro ya estoy yo cuando, medio dormido, introduzco el PIN del móvil y a la tercera me dice que nones (la cagaste, Burt Lancaster). Y con PIN, el PUK. Y, ya puestos en faena, se carga también la Tarjeta SIM. Las averías del tocadiscos y la lavadora puede que tengan algo que ver, pero prefiero no investigar. Es probable que me pusiera más nervioso todavía.
Paso de arruinarme todavía un poco más con los siete euros para ver "Cuestión de honor" ("Pride and Glory", 2008), un producto más de la serie “policías corruptos y camellos negratas" en la que el dúo Gavin O'Connor y Joe Carnahan hacen hasta lo imposible para que una historia trillada (nunca mejor dicho) roce lo inverosímil, y donde Colin Farrell, Edward Norton y John Voight se quemen a fuego lento en el cocido madrileño de un infumable guión y peor realización. Paso (por pasar que no quede) de que, al salir del cine, me tenga que fumar el cigarrillo a lo Pessoa, es decir, a cobijo de la entrada de un Parking. Paso de recordar que, justo el pasado uno de enero, unos amables jovencitos me avisaran de que:
- ¡Eh! Tienes una rueda pinchada
Y que mientras me pringaba cambiando la rueda, con todas las bolsas (con destino a un hipotético sabroso fin de semana), esparcidas por el suelo, con el capó debidamente levantado para una buena "visión cero", los muy cabrones nos birlaran los bolsos y demás objetos preciosos y nos jodieran el día y lo que queda de semana. Y nos quedásemos, mi chica y yo, con una cara de ESTÚPIDOS, de GILIPOLLAS y TONTOLABAS, que ni os cuento. Y que cuando iniciara las consabidas llamadas de anulaciones y tal, me respondiera un robot obligándome a teclear números y numeritos como un oficinista romano, y a decir chorradas, sólo en casa y con un auricular en la mano, para acabar diciéndome, como si fuéramos amigos de toda la vida:
- Perdona. No he entendido tu respuesta.
Tuteándome como si fuera su primo o, peor que eso, su cuñado.
Paso de que mi chica se vaya, dos semanas después del robo de la rueda pinchada, se vaya - digo - a sus ejercicios espirituales de “barraquismo” (sic) a su “finca rústica” (así la llaman con extrema benevolencia) y se encuentre con todas las cerraduras forzadas y sin luz eléctrica, debido a que el artilugio de las placas solares ha volado más lejos que el Planeta Venus, que deba encender cantidad de velas y, con una linterna sin pilas, a lo inspector Colombo, tenga que hacer el recuento de pérdidas y destrozos para lo del seguro, comprarse una máquina de fotos de usar y tirar, porque la buena se la robaron con lo de la rueda pinchada, junto con el ordenador portátil, el móvil y toda la documentación.
Y que llegue a casa, finalmente, con el tabardo empapado y maldiciendo mis huesos, dispuesto a realizar el último ritual (o “sacrificio”) del maldito domingo: una cena fría. Para enterarme, entonces, de que gracias a los “neutrales” periodistas del Plus (con su cara delatan su vergonzante madridismo) que el Barça ha ganado de puro churro, o gracias a Lionel Messí, que para el caso es lo mismo. Y que Raúl González Blanco, el jugador del Madrid (el del cocido) ha igualado la marca de goles marcados en la Liga Española del, también argentino, Alfredo di Stéfano Laulhé. Hasta aquí podíamos llegar. ¡A cagar!

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