31.1.07

¡Mequetrefes!


La soberbia de los empollones era la propia de mequetrefes que estaban acostumbrados de siempre a sentarse en las primeras filas de clase, cerca del profesor, aplaudiéndole los chistes al profesor, chupándole el culo al profesor. Desconocían totalmente lo que era un empacho de espaldas y cogotes. Cogotes rasurados al dos, dejando bien a las claras, es decir, a la intemperie, las orejas Dumbo de García, Martínez y Conesa.
A los empollones se les reconocía fácilmente por la estampa autosuficiente que ofrecían mientras esperaban, con la frialdad de un carterista inmediatamente antes del hurto, el aviso para entrar en el aula del examen. Del examen final, quiero decir. Se les reconocía, también, por su insolidaria complacencia en depositar los libros y apuntes al pie del entarimado, dejando a los que acudíamos al patíbulo con el único recurso de nuestras chuletas. Por su complicidad y asqueroso colaboracionismo, esa es la pura verdad, en la búsqueda y captura de los copiones. Por su desagradable incompostura cuando el desesperado compañero de pupitre intentaba esa siempre difícil aproximación por encima de su hombro. Aunque lo que más me jodía era que, después de la batalla, mientras los leprosos nos envilecíamos una vez más buscando por la gracia divina nuestro nombre y apellidos en las listas de aprobados, ellos daban media vuelta, compungidos, heridos en su amor propio ya que sólo habían sacado un maldito notable. Afectados en su dignidad por haber fallado en la consecución del sobresaliente o la matrícula de honor. Los empollones parecían todos zurdos, es decir, parecía que escribieran de derecha a izquierda porque siempre tapaban su ejercicio con su mano brazo codo la madre que los parió.
No me sirvió el consejo. Lo de esperar a que pasara por mi puerta el cadáver de mi enemigo. Vivo en un cuarto piso, o dicho de otra manera, ya nadie saca la silla a la calle a tomar el fresco y platicar un rato con los vecinos (y ver pasar el cadáver...)
¡Porque se lo creyeron! Lo de se trataba del examen final. Y ahí la cagaron. No hay examen final. La vida es un examen continuo, como sabe todo el mundo menos la dichosa caterva de empollones y sabihondos. Comparar es odioso pero, a la vez, muy útil. Lo deduje sin necesidad de estudiar demasiado. Lo que también aprendí (mientras ellos se regodeaban en su efímero éxito) es que “ningún hombre o mujer puede vivir el destino de otro”. Y esto lo descubrí en las malas calles, y leyendo (que no estudiando) un poco de aquí y otro poco de allá. A Marion Zimmer, por ejemplo. Ahí saqué nota. Aunque nadie vino a felicitarme por ello. Ni falta que me hacía.
Marion Zimmer: Las nieblas de Avalon, Libro 1, "Experta en Magia"
Ilustración extraída de: La butaca, revista de cine
http://www.labutaca.net/films/7/elfloridopensil.htm

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28.1.07

MELÉNDEZ: Laurel de plomo / FERRAN: She II - sleeping

La mamá de Armando Uribe
no ha leído los poemas de su hijo
Niño malo, le dice
no te comas los gusanos
de tu propio cadáver
Nunca prestas tus juguetes
Ni siquiera a la vecina
le convidas cigarrillos
Te fumarán, ya lo verás
Y qué haremos con tus cenizas
Arrojarlas al Mapocho
entre blandos mojones
parecidos a ti
niño malo
Quién te llevará a la escuela
si te peinas como tus hermanas
si le sacas los ojos a la noche
y los cuelgas de adorno en tu corbata
si te pones los zapatos de Vallejo
y te quedan grandes
como todo lo que haces
niño malo
Mire que ganarse el Premio
Pintarás la tumba de Huidobro acaso
pagarás la cuenta de Teillier
sacarás de viaje
a la viuda de Martínez
contarás tus memorias a Véjar
o te harás por fin la dentadura
en un burdel de París
donde dejaste empeñada tu sombra
te acuerdas
la pobre no tenía dónde ir
mientras tú regresabas a Chile
parlando en francés
en turco, en arameo
mordiendo la lengua de Eliot
con tu cara de tierra baldía
Niño malo
Qué culpa tiene el silencio
de conocerte

Mario Meléndez: Laurel de plomo
Poema perteneciente al libro inédito "El circo de papel"

Ferran Jordà: She II - sleeping...
Yesterday I posted "She"
Del álbum People
631 x 484 pixels
http://les-plus-simples.com/displayimage.php?pos=-429

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27.1.07

Orens: Mi mancillado cuerpo en particular


Resulta que un joven inglés, muy culto él, alumno aventajado en Oxford, apasionado con la arqueología y topografía y con un notable dominio de la lengua árabe decidió darse un garbeo por Siria. En apariencia, tímido, amanerado y un poco gay, lo hizo, sin duda alguna, para desengrasarse de la carcoma, rigidez y tontería del Imperio Británico, donde residía. A pie o en bici, en esto nadie se pone de acuerdo. Ya de vuelta a casa se convirtió en agente secreto, yo diría, que más bien por el afán de aventura que por patriotismo puro y duro.
Y como el viajecito le supo a poco, tuvo la bendita suerte (aunque su conocimiento del territorio y su dominio del árabe algo ayudaron) de ser enviado, en pleno preludio de la Gran Guerre, a husmear por Oriente Medio. Allí, ni corto ni perezoso, se dedicó a agitar el gallinero, es decir, el colectivo árabe, perezoso y cainita por naturaleza, que pasaba olímpicamente del rollo de la “Nación Árabe” y pactaban con el diablo por cuatro piastras, entiéndase con los turcos, que siempre han sido los malos de la peli. A los árabes les iba el calentón cada vez que el beduino de la tribu vecina les mentaba a su padre. O se ponían a discutir por el kafiyyeh o el narguile. Algo parecido a nuestros pueblecitos de la España de feria y pandereta (antes muerto que amigo) cuando en cada partidillo de fútbol acababan desnucándose a pedradas.
T.E. Lawrence acabó convertido en Orens (problemas de pronunciación ayudaron a la feliz conversión), un héroe de novela decimonónica que parecía que había marchado en camello toda vida.
Orens se codeaba con el Alto Mando británico y con los jerarcas árabes. Con el Príncipe Feisal, sobre todo, con quien entabló una dulce amistad que se prolongó más allá de la contienda. Sesudos historiadores sostienen que el hecho de que fuera violado por un oficial turco en Daar fue definitivo en su historial de esquizofrenia galopante. Yo tengo mis dudas al respecto. Creo más bien que su mal rollo se remontaba a la noche de los tiempos. Los de Orens quiero decir. No encuentro otra respuesta, aparte de la tan manida de “la unidad de los contrarios” o su versión coloquial de “los extremos se tocan” que explique su obsesión por el anonimato, ese gesto extravagante, donde los haya, de ocultarse del mundo, para acabar alistándose en uno de los peores colectivos del mundo (hasta nueva orden): el ejército. Y como soldado raso (¡Cómo soldado raso ni al matrimonio!). No encuentro otra explicación que esa obcecación suya por escribir otra joyita literaria, El troquel, una brillante descripción de la absurda, aburrida y estúpida vida militar, antecedente, por cierto, de todos los libros sobre la mili que luego se han escrito. Y es que sobre torturas interiores todavía no se ha dicho la última palabra, aunque Tomas Edward Lawrence realizó notables aportaciones al respecto.
Este ser atormentado por su pasado, confundido en su múltiple identidad y condenado para siempre a la búsqueda de un sentido a su vida que nunca encontró, se fue de este mundo a lo loco. Como debía ser, para un amante del riesgo y la velocidad como él. En plan motero, rompiéndose la crisma con su motocicleta.

"Me quejé de que desde mi llegada a Arabia todo había sido opciones y ruegos, nunca una orden: que estaba mortalmente cansado de la libre voluntad que me había sido otorgada, y de tantos aspectos colaterales a ésta.
Durante año y medio había estado en perpetuo movimiento, recorriendo mil millas al mes a lomos de camello: con el añadido de las horas de nervios pasadas en locos aeroplanos, o recorriendo el país en potentes carros de combate. En mis últimas cinco acciones había sido alcanzado, y mi cuerpo temía de tal modo el dolor que tenía que obligarme a entrar bajo el fuego. Había pasado hambre en general y últimamente también frío: y las heladas y la suciedad me habían infectado las heridas hasta convertirlas en una ulcerada masa de pústulas.
Todas aquellas preocupaciones, no obstante, hubieran quedado debidamente ubicadas en la lenidad, dentro del marco de mi desprecio hacia el cuerpo, y de mi mancillado cuerpo en particular, de no ser por el odioso fraude que tenía que revestir como hábito: la pretensión de dirigir la insurgencia nacional de otra raza, el diario disfraz con ropas ajenas, mi predicación en una lengua ajena. Y todo ello con la sensación de fondo de que las “promesas” con las que los árabes contaban valdrían lo que su fuerza armada llegara a ser en el momento de su cumplimiento. Nos engañábamos a nosotros mismos diciéndonos que tal vez la paz pudiera mostrar a los árabes, indefensos e indoctos, defendiéndose a sí mismos con las armas de papel, entre tanto, glosábamos nuestro fraude dirigiendo su necesaria guerra de un modo puro y barato. Pero semejante glosa me había superado. Atribuibles a mi fatuidad eran las injustificadas e ineficaces muertes de Hesa. Me había quedado sin voluntad y temía quedarme solo, por miedo a que los vientos de las circunstancias, del poder, o la ambición, barrieran definitivamente mi vacía alma."
T.E. Lawrence: Los siete pilares de la sabiduría (The Seven Pillars of Wisdom). Tomo 2, Traducción de Alberto Cardín, Júcar Universidad, Barcelona 1986, Página 693

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24.1.07

El gusto es mío



Cuando tenía diecinueve años asistí a una conferencia sobre sexualidad. La sexóloga en cuestión afirmó, entre otras cosas, que el sexo era placer y que lo demás eran mandangas pero que, sobretodo, desde un punto de visto científico, resultaba indiferente el procedimiento o manera utilizado para alcanzar la satisfacción sexual y que el resto eran condicionamientos culturales. Lo de científico me produjo mucho respeto, ya que andaba yo por la senda de los tiempos en que hasta el argumento de la lucha de clases necesitaba la apoyatura de científica.
Podía ser perfectamente con un zapato. Eso mismo, dijo un zapato. Podía haber dicho un Turmix AFK SME 700, un cilindro de cera o sebo atravesado por una mecha (es decir, una vela), una mosca en la bañera, un vibrador, o un dedo bien hermoso, pero no, ella dijo un zapato. En ese momento no caí en la obviedad de la alusión fetichista porque andaba más perdido que un pulpo en un garaje. Esa señora, radical y progre, por supuesto, de ser yo más avispado, podría haberme convertido en un pervertido y fetichista para toda la vida. Más lo primero que lo segundo, todo sea dicho. Ella y Buñuel podrían haber acabado en un tris tras con mi malsana educación rousseauniana y neocristiana. Pero no fue así de sencillo, por lo que tuve que pasar por largos años de duro (y muchas veces estéril) aprendizaje. Y fue de un pelo que no me quedara con el triste bagaje del ritual del misionero. Aunque visto con una cierta perspectiva, podía haber sido mucho peor. Baso mi optimismo en la creencia científica de que, de haber nacido en la época romana, y visto mi sórdido arbusto genealógico, me hubieran tocado, probablemente, galeras.
Y es que para gustos, no hay nada como el sexo. Y ya que hablamos de gustos, mencionemos la gran mentira: contra gustos no hay disputas. La otra mentira es amor mío, siempre nos no contaremos todo. Hay más pero me las callo por educación.
En cuanto a la primera mentira, la respuesta correcta es que para gusto el mío. Y no es soberbia o egoísmo. Es, sencillamente, un placer. En cuanto a la segunda, contarlo TODO, no es ni siquiera una mala estrategia. Sobre todo, es una irresponsabilidad, amén de que la sinceridad total perjudica gravemente su salud y la de los que están a su alrededor. Más o menos como el tabaco.
Fotografía: Ferran Jordà
"groupie"
Fichero 9/136, álbum People, 800 x 473 pixels
11 de enero de 2007

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20.1.07

Ferran Jordà... that's me!


Dicen los cronopios que han visitado la fotografía:
Tyanne: "Muy buena foto Ferran sales super bien me gusta el look ocn el cigarro y el mapa todo se ve super bien."
Y otro: "Los azules van muy bien con esta época..."
Y a mí que me da la impresión de que Ferran está buscando alguna cosa, no sé muy bien si en el mapa que se maneja entre los dedos o en el ojo de la cámara que justo lo atrapa en ese instante, con unas borrosas montañas al fondo que más bien parecen nubes.
Y a mí que, a la vista de la imagen del Gran Nocturama, me da por recurrir, como casi siempre, a Julio (y sé que los dos estarán de acuerdo conmigo), cuando escribió aquello de que: "Ya para entonces me había dado cuenta de que buscar era un signo, emblema de los que salen de noche sin propósito fijo, razón de los matadores de brújulas."
Fotografía: Nocturama
Título:
"Ferran... that's me!
that's me, last august.
Hello to everybody!!!!"
Presentación de Ferran Jordà en www.literatuya.com
"Perdí mi memoria de cuando nací, si bien, tampoco acabo de creer que ustedes se acuerden del día en que nacieron, aún así todo parece indicar que sucedió en Barcelona. Crecí, me educaron, estudié alguna cosa, me enamoré de un calcetín, pero con los años se pudrió el calcetín, me marché al monte. Y ahí me ven ustedes, con un cigarrillo entre los labios, intentando ahuyentar los malos espíritus, y esperando los años venideros, que sin duda serán los mejores de mi vida, y que en caso de no llegar, pues ya fue bueno lo vivido."

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18.1.07

Cuéntame el mar, Madeleine


Mario Mingo, portavoz del PP asegura que su partido “jamás defenderá la eutanasia”. “Lo primero que hay que defender es la vida y luego la libertad”. Por otra parte, un PSOE a la defensiva garantiza que no debatirá el tema de la eutanasia en el Congreso durante esta legislatura.
No sé que me cabrea más, si la eterna hipocresía y mezquindad de los de misa, los enemigos de la inteligencia (y no digamos de la humanidad), o la imperdonable cobardía de la supuesta izquierda que nos gobierna.
Si los días fueran menos cortos y las tardes no se colaran, escurridizas, por el agujero de su propia y oscura tristeza, todo sería más llevadero. Habrá que esperar la primavera y cruzar los dedos.
Sea como fuere, Madeleine Z. ha decidido no esperar más y ha ejercido la libertad de morir con dignidad. Padecía de esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una enfermedad progresivamente paralizante y mortal, en la que los músculos se debilitan hasta la parada respiratoria, por atonía del diafragma.
Cuenta Ana Alfageme, en un acertado y emotivo artículo: “En algún restaurante, compartiendo vino y caracoles, Madeleine se topó con un Georges Brassens malhablado, davidoso y borrachín. El cantautor le daba sus poemas para que los vendiese puerta a puerta por los distritos ricos de París. Les contaba a las sirvientas que eran canciones de amor, y los compraban. Ella se llevaba un porcentaje.”
La periodista acaba así su artículo del 18 de enero sobre Madeleine:
“Su horizonte, la cama, la televisión, libros en francés con las hojas amarillas, una amiga que le sube el periódico, la limpiadora una vez a la semana, tres mapas del mundo de los lugares a los que quiso viajar y el mar detrás de la cristalera. El Mediterráneo, que escrutaba todos los días desde hacía 40 años. ‘Cuéntame el mar, Madeleine’, le pedía por teléfono su amigo César, también enfermo de ELA, desde su pensión sin ventanas, atado a una cama, ‘cuéntame el mar’.
Y Madeleine comenzaba, suavemente: Cuando se va el sol la luz es un a maravilla. Hoy está tranquilo, no hay olas, como me gusta a mí; lo prefiero enfadado. Hoy no veo Tabarca, hay un barco grande, un congelador italiano… Sí, yo conozco mi mar a fondo”.
Ana Alfageme: “Mi libertad es morir con dignidad”, EL PAÍS, jueves 18 de enero de 2007, Páginas 34 y 35
Asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD) es una asociación sin ánimo de lucro, cuyo principal objetivo es el de defender el respeto a la voluntad expresa y libre de toda persona en la fase final de su vida, particularmente en lo que concierne a su terminación.
Sus objetivos son promover el derecho de toda persona a disponer con libertad de su cuerpo y de su vida, y a elegir libre y legalmente el momento y los medios para finalizarla, así como defender, de modo especial, el derecho de los enfermos terminales a, llegado el momento, morir pacíficamente y sin sufrimientos, si éste es su deseo expreso.
DMD: Avinguda Portal de l’’Angel, 7 4t. B. Teléfono: 93 412 32 03. Correo:
admd@redestb.es. Web: http://personal2.redestb.es/admd/
En la foto: Madeleine en agosto de 1961

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17.1.07

Auda Abu Tayi, el guerrero

"Auda llevaba a cabo razias siempre que tenía oportunidad, y con tanta amplitud como podía. Había visitado Alepo, Basra, Weyh y Wadi Dawasir en sus expediciones; y ponía buen cuidado en mantener la enemistad con casi todas las tribus del desierto que presentaran buenas perspectivas para el saqueo.
Dentro de este estilo bandidesco, era tan testarudo como ardoroso, y en sus más enloquecidas empresas había siempre un frío factor de cálculo que lo hacía salir airoso. Su paciencia en medio de la acción era extrema: recibía e ignoraba los consejos, las críticas o las ofensas, con una sonrisa tan constante como seductora. Cuando se enfadaba, su cara se movía sin control y estallaba en una pasión desatada, que sólo conseguía calmarse después de haber matado. En tales ocasiones se convertía en una bestia salvaje y los hombres huían de su presencia. Nada en la tierra podría hacerle cambiar de idea u obedecer una orden que mínimamente él pudiera desaprobar. Y nada le importaban los sentimientos de los demás cuando su cara se inundaba de obstinación."
T.E. Lawrence: Los siete pilares de la sabiduría (The seven Pillars of Wisdom) 1926
David Lean: Lawrence de Arabia (Lawrence of Arabia, Gran Bretaña, 1962). 217 min. Guión: Robert Bolt y Michael Wilson. Música: Maurice Jarre. Productores: Sam Spiegel y Robert A. Harris. Reparto: Peter O'Toole, Anthony Quinn, Omar Sharif, Alec Guinness, Jack Hawkins, Claude Rains, José Ferrer.

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13.1.07

El paraguas es un invento chino



Primer periplo del día: esta mañana tuve que correr para alcanzar el metro. Un tibio y pegajoso sudor estremeció mis piernas al contacto con los tejanos nuevos. Con las canciones de Ute Lemper golpeándome el corazón (Punishing Kiss) y el sabor del café todavía en el paladar, me enfrento una vez más a la leve perplejidad de cada día. Ahí fuera, llueve con ganas.
Hubo un tiempo en que yo también me creía inmune a casi todo en general y a la neumonía en particular. Fue un mito propio de la juventud que desapareció en alguno de mis múltiples traslados de piso, junto a una colección completa de vinilos de jazz a la que tenía gran aprecio. Aunque a veces reconozco que me arruina pensar que un día me moriré sin haber hecho algunas cosas que ahora mismo no contaré por pudor. Y es que, aunque sé muy bien que alimentar muchos deseos incumplidos es perjudicial para la salud, me consta que quedarse sin ninguno resulta todavía peor. Es decir, sin deseo propiamente dicho, uno puede convertirse fácilmente en un idiota.
Así pues, para combatir el chaparrón copié la solución del paraguas. El paraguas es un invento chino que aparece en estampas del siglo II antes de Cristo. De allí pasó probablemente a Persia y fue llevado a Inglaterra por un viajero, Sir Hongway, al que le costó imponerlo en su país a pesar del clima. En 1622, en París, aparece por primera vez una mención del paraguas. Bueno, eso es al menos lo que dice el señor Google al respecto. Me digo a mí mismo que no debo dejarme impresionar por los recientes predicamentos sobre el calentamiento del planeta. Yo también he leído la Biblia. Por eso mismo, sé perfectamente que, después de la sequía, vendrá el diluvio.
Lautréamont y Max Ernst glorificaron el paraguas. El primero lo utilizó para su inigualable descripción de la imagen poética, esa superación de la metáfora que tanto veneraron los surrealistas. Decía Lautréamont (Los cantos de Maldoror): "bello como el encuentro fortuito de un paraguas y una máquina de coser sobre una mesa de disección". El segundo, fotografió tan extraño bodegón y la instantánea pasó a la posteridad. Dicho de otra manera, PARAGUAS: utensilio portátil relativamente práctico para resguardarse de la lluvia aunque incómodo para transportar, a no ser que te conviertas por arte de magia en Oscar Wilde, David Niven o Los vengadores, con Honor Blackman y Emma Peel en sus papeles estelares. Fácilmente olvidable en cuanto deja de cumplir su función primordial, el paraguas está compuesto de un bastón central y de un varillaje irradiante cubierto de tela que puede a la vez extenderse o plegarse. No confundir con paraguay, papagayo del Paraguay.
Resulta que existen paraguas normales y plegables; de señora, caballero y niño; de colores neutros o de fantasía; lisos y estampados; de nylon, de algodón y de fibra; de seis, ocho y hasta diez varillas; de puños de madera, de plástico, de metacrilato y hasta de nácar; modelos convencionales, figurativos y de Pop Art. Por cierto, me encantan esas mujeres que los llevan en bandolera, como si fuera una guitarra o un bebé.
Emergiendo de la boca del metro, mis labios no hablan pero vuelan. Suicidio de una mariposa contra las aspas del ventilador. Encantamiento de mis ojos ante el vuelo-caricia de un aeroplano modelo gran guerre. Me paseo entre escaparates repletos de paraguas plegables y cafeteras Magefesa; de lámparas de pie, lamparitas de noche y trenes eléctricos; de payasos de porcelana, sirenas de alabastro y sombreros de mimbre, de ceniceros de cristal conteniendo playas y bañistas solitarios. El primer signo de tristeza es cuando los objetos empiezan a parecerte extraños, como de otro planeta. Esta mañana tarareo Maggie day, del ya vejestorio Rod Stewart bajo la carpa de mi paraguas. Noto como mis zapatos se van calando y eso no es todo: la impureza de tus cabellos mojados se mezcla con el enjambre de mis presentimientos. Mis presentimientos se parecen a pájaros con ojos como huesos humanos. Son deseos aunque de lejos más bien parezcan pesadumbres, miradas para siempre pegadas a tu rostro lluvioso. Pido tan sólo un instante de pausa en el largo recorrido de las palabras. El recuerdo es mi particular imaginación, estrella acostada y paciente que me mira siempre de reojo.
Ni yo mismo lo entiendo.
Ilustración: Max Ernst. Approacing Puberty or The Pleiads/La Puberté proche... ou Les Pléiades. 1921. Mixed media on paper, mounted on Cardboard. 24.5 x 16.6 cm. Private collection.
Obtenida en Olga's Gallery

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Rosa Mora: Una garza, con elegantes andares de modelo


Hoy, pronto por la mañana, salí a correr junto al río
el cielo era de un suave gris perla,
en el aire flotaba un perfume a tierra mojada
y la escarcha descansaba sobre las hojas
que dormían su sueño de otoño.
Un anciano me adelantó con su bicicleta
y me dijo amablemente: “Buenos días”
el césped junto al camino estaba inundado,
era de un verde brillante y reflejaba la luz
parecía un campo de arroz en Indonesia.
Un poco más lejos vi a seis niñas en bici
que hablaban animadamente de camino a la escuela
cuatro eran rubias y dos morenas
llevaban una cola de caballo, ropas de colores vivos
y una mochila a la espalda
No se fijaron en mí...
Yo corría, y al mismo tiempo, oía mi respiración
acompasada
mis brazos se balanceaban, gotas de sudor
resbalaban por mi frente
y las imágenes aparecían sin buscarlas.
Un hombre con barba y un gran puro en la boca
que salía a pasear con sus perros
cerraba sonoramente la puerta de su casa
y me dirigió un segundo una inquisitiva mirada.
En el último tramo, una garza, con elegantes
andares de modelo
hacía un pase sobre la hierba junto al canal
sus ojos astutos buscaban los peces que
burbujeaban en el agua.
No tuve que darme cuerda
la belleza del paisaje me daba alas
ni recuerdo cómo llegué a casa
sólo pensaba en traducir las imágenes
de mi paseo junto al río en palabras.
Me senté a la mesa bajo la luz suave
el cuaderno y el lápiz esperaban expectantes
el aroma del café recién hecho llenaba la estancia,
“Feeling Goed”, de Michael Buble vibrando
entre las paredes
y las palabras, sin capitán vociferante, desfilaron ordenadas .
Rosa Mora: No me di cuerda
Presentación personal de Rosa Mora: "A pesar de que al principio trataba de esconder mis particularidades, con el tiempo me he dado cuenta de que, justamente el ser diferente a los demás es lo que te hace único y especial. Con la experiencia que te dan los años he aprendido a aceptar mi ”propio yo” sin dejarme influenciar por los demás, sin importarme demasiado el status, el dinero o la edad. Nunca he perdido la capacidad de asombrarme de las cosas pequeñas como si las viera por primera vez y tengo una intensa necesidad de aprender cosas nuevas."

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11.1.07

SONJA la ROJA & Ferrándiz: desde la estación espacial

dia 3
"a veces pienso que llegas tan tarde a casa que pasas por alto llamadas y misivas,
a veces pienso que tienes un trabajo pseudonocturno que termina cuando yo me
meto en la cama
a veces pienso que esto no ha pasado, que soy una peliculera y que dramatizo
demasiado los actos
a veces me da por pensar y sin querer escupo todo esto
dia 4
"mañana será tarde para decirte lo que tengo preparado para hoy
hoy he pensado que quizás no lo intento suficientemente
que mis mensajes no son directos como dardos
que parecen misiles de precisión cayendo en el lugar equivocado
dia 5
"parece que lleves años en cuarentena y yo no me he dado cuenta
parece ser que llevas un año orbitando la luna y no me habías avisado
parece que estuviste muy entretenida viendo el alejamiento del planeta desde la
estación espacial
parece que estés muy lejos, en otras coordenadas en otros mundos a los que no
he sido invitada
dia 6
aun a riesgo de repetirme
y de herirme
intentaré expresarlo todo de una vez con otros ojos
dia 7
los verdaderos actos
los que importan
no son la palabras
y que te quede claro
dia 8
es absurdo pensar en resucitar a un muerto
si acaso me resucito yo que todavía estoy viva
dia 9
las palabras siguen haciendo
me daño
como boomerangs defectuosos"
SONJA la ROJA
Arte Bipolar
Referencias:
FRANZ KAFKA-Diarios (1910-1923)
"Olvidarlo todo. Abrir ventanas. Vaciar la habitación, el viento la llena. Uno ve solo el vacío, busca por todos los rincones y no se encuentra"

Datos personales de Sonja la Roja: Una vez sistematizado prácticamente, el trabajo activo debería haber salido ya del caos. Vendrá ahora una vida de sabia separación:toda energía se dirigirá a crear. Recordar que la seguridad del 30 de diciembre de 1937 era ilusoria y que hemos desvariado 6 meses más. Recordarlo" (Pavesse)
Ilustración:
Pintura de Rafa Ferrándiz Castro: acrílico/tela 72 x 91 cm

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3.1.07

Meléndez & Llorca: Abrígate, Gladys

Abrígate, Gladys
que la muerte tiene los pies helados
y una lágrima en la sien
No bastarán tus rojos huesos para este viaje
ni la saliva de tu corazón
Date trato
que hay lombrices añorando tus entrañas
tus axilas luminosas
tus rodillas que adivinan el país de los enanos
Ve despacio
no te olvides de marchar entre las tumbas
no te canses
y ojo con las hormigas que te deprimen
con aquéllas que presienten tu color desde lejos
tu color sin maquillaje, tus encías de viento
tu cabello enjaulado que crece cuando ríes
compañera de las horas golpeadas
todo vale en esta noche sin orillas
donde la eternidad pasa descalza entre tus muertos
y tiene hambre de abrazarte
porque sabe que tus gestos resucitan
y se echan a volar sin despedirse
y se pierden en la patria de los sueños
y ya no vuelven
Qué harás ahora sin ti
sin tu esqueleto de pan mojado
sin tus pechos que ladran de orgullo
sin tus sábanas heridas
ahora que la ausencia se desviste para otros
qué harás bajo la tierra sin conocer a nadie
Abrígate, Gladys
amarra bien tus cenizas por si te arrepientes
Mario Meléndez: ABRÍGATE GLADYS
a Gladys Marín

Enriqueta Llorca: Self-Portrait I
http://llorca-enriqueta.blogspot.com/

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2.1.07

El submarino amarillo


No sólo nosotros, imberbes muchachotes del tardofranquismo... Hasta los Beatles pedían socorro. Y, aunque ellos no tuvieran mucha idea, sin duda, también lo hacían por todos nosotros, adolescentes mocosos robando discos en los Encantes Viejos, los mismos mocosos que años más tarde nos convertiríamos por arte de bibirloque en alegres terroristas de la realidad. ¡Help! gritaba John Lennon, I need somebody, que alguien me ayude. Claro que Carlos Marx no gritaba, ni pedía ayuda. Ni la pedía ni la necesitaba. Él solito, ayudado, eso sí, por su cuñado, organizó la juerga del comunismo primitivo.
Resulta que antes de ser como somos éramos diferentes. Tan distintos éramos que nuestros ancestros del pleistoceno no tenían ni jefes ni hechiceros. Como lo oyen. Y de esta forma tan sencilla los sapiens sapiens y los neardentales nos repartíamos las lentejas a partes iguales. Y como no se producían excedentes, porque nuestra economía era de mera subsistencia, y no parábamos quietos en ninguna parte, porque lo nuestro era la caza, pues no teníamos sentido de la territorialidad, ni nos peleábamos por lo que no había. Puestas así las cosas, la justicia no era como ahora, una mera abstracción para padecimiento de bienpensantes, sino la cosa más normal del mundo. El resto de la Historia, es decir, nosotros mismos, éramos sólo la pretensión de volver a la situación original. A la vuelta de la esquina, decía Carlos. Y nos lo creímos. John casi se lo creyó también, aunque al final prefirió imaginárselo. Imagine.
Janis Joplin. Insaciable, se alzaba sobre las puntillas de sus pies en el escenario de Monterrey para ver mejor el horizonte, mientras cantaba Piece of my heart, pedazo de mi corazón, con su voz rota y desgarrada de pequeña negra blanca para, acto seguido, invitarnos a todos al grito de Try. Inténtalo. Y Jimmy Hendrix tocaba con los dientes Hey Joe para acabar ardiendo, él y su guitarra, en el infierno de los viejos dioses caídos en desgracia. Era el fin.
Y John Lennon aparecía junto a Yoko Ono, desnudos los dos, mostrando el culo, reclamando Una oportunidad para la paz, Give peace a chance. Imagina. Inténtalo. No había color. Janis y Jimmy murieron ahogándose en su propio vómito. A John lo asesinaron porque quisieron, eso es todo.
Lo dijo el moña de Paul McCartney muchos años más tarde: tocábamos sin parar para borrachos y peleantes. Para borracho Pau Riba que acudía a los recitales disfrazado de sí mismo, es decir, de pubilla catalana con la menstruación en alza y una buena dosis de L.S.D. en el cuerpo. Se ponía a cantar entonces su tema predilecto, Noia de porcelana, sólo que acababa olvidándose de la letra y de que debía terminar la canción y así se pasaba horas y horas repitiendo el mismo estribillo, literalmente colgado de alguna estrella y haciendo caso omiso de nuestros silbidos y abucheos. Y así hasta que nos marchábamos dejándolo por imposible. Por eso, siempre que me dejaba caer por la Plaza del Rey, tirando renqueante de mi esqueleto y mi macuto, que me dejaba caer hasta la llegada del guardia municipal, quien con ademán jerárquico me señalaba la salida de la plaza. Cuando hacía eso, una y otra vez, esperar que se fuera el guardia para volver a sentarme, acababa apareciendo Pau Riba, o al menos yo me lo imaginaba así, aparecía todo lo largo que era, aunque también es cierto que algunas veces llegaba acompañado de Jaume Sisa, muy callado éste, que exclamaba de pronto: en una nit d'estiu a la vora del mar y ya no le sacabas nada más. Aparecía Pau Riba, digo, disfrazado del último de la fila, del último de la nova cançó quiero decir. Se sentaba junto a mí, me pasaba el canuto apenas sin mirarme y, parafraseando a André Breton, me susurraba al oído: Fuimos aquellos alegres terroristas, apenas más sentimentales de lo normal, bribones que prometen. Todo o nada nos sonríe. El porvenir es una bella hoja nervada que acepta los colorantes y nuestras notables lagunas. A nosotros nos corresponde coger a manos llenas las cabelleras encalladas. Y se quedaba tan fresco.

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