13.2.10

ENSAMBLAJE


En este mosaico de fotografías, se extienden -como si las contemplásemos tras la ventanilla de ese imaginario tren que siempre nos lleva a otra parte- los últimos ocho años (2002-2009). Nos encontramos ante una especie de cuaderno e bitácora o vitae en el que nuestro entrañable “fotógrafo viajero”, nada más lejos que un turista accidental, vuelve a ser el persistente cazador de imágenes. Un perseguidor en toda regla: sus “presas”, más que recuerdos fijados en el tiempo, exploran la trascendencia del momento. ¡Ah! Detener el tiempo en un instante mágico, eterna ambición, tras la cual se oculta otra todavía más difícil, la de revelar esa dispersión de paisajes, perspectivas, tramoyas y escenarios que han supuesto todos estos años. Y, en todo ello y, sobre todo, la huella humana, muchas veces invisible, fundida en cada imagen captada por el ojo de su cámara, como sintiéndose capaz de construir, en cada clic un cubo de Rubik. Un cubo de Rubik siempre parecido y, sin embargo, siempre diferente, que confirma la correspondencia de elementos aparentemente tan contrarios como una puesta de sol, un contrapicado de un edificio majestuoso o una solitaria pieza del mobiliario urbano. Pongamos por caso: un banco desvencijado o una sombra sin dueño aparente. Eso que el propio Salvador ha dado en llamar, con acierto, y un tanto herméticamente, ENSAMBLAJE.



Así pues, ENSAMBLAJE, palabra que me sugiere combinación de piezas de diferente naturaleza y tamaño. Probemos de nuevo: combinación de piezas que se necesitan unas a otras para llegar a un tercer estadio. Atracción que, en definitiva, hace que el ser humano actúe y viva. Y aquí, sin pretenderlo, el concepto de viaje nos retrotrae a una especie de elipsis de la vida. Dicho de otra manera, cuando el retratista abandona su guarida, armado de su mirada y su cámara, se convierte en otro, en un ojo que mira el mundo con la curiosidad de un extranjero. Y es entonces cuando el punto de vista de Salvador Monroig queda de manifiesto: sus obsesiones, sus recursos, su técnica. También reconoceremos la persistente presencia del ser humano, el individuo sin atributos aparentes… Reivindicado siempre por Salvador, desde su obra iniciática “Imatges Urbanas” hasta el momento presente, mediante la captura del instante, al modo de su admirado Carthier Bresson.


De esta manera, contrastando más que enfrentando lo épico con lo lírico, nos muestra a partir de su particular visión de los espacios abiertos y monumentales, el “silencio” de la arquitectura urbana, el reverso del ser humano: su esencial soledad. Y lo hace de una forma eficaz y sin mayores ornamentos: resaltando la importancia de sus componentes aparentemente más insignificantes. De esta forma, nos muestra la firma de su “poética”, de su universo fotográfico. La vida, en fin.
Fotos: Salvador Monroig
“Ensamblaje”: DVD del autor. Edición limitada
Texto: Artur Montfort

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