27.1.08

Roser Vilallonga: La vitrina de la fotògrafa




"Hola a todos y todas!!!!
Tengo la gran satisfacción de invitaros
a la inauguración de la exposición "La Vitrina de la fotógrafa Roser Vilallonga" el próximo día 30 de Enero a las 19,30 de la tarde en el Palau Robert de Barcelona, Paseo de Gracia, 107 (esquina con Avenida. Diagonal).
La exposición consta de dos partes:
1.Pase de fotografías con música donde podréis ver un resumen de los reportajes más significativos de mi carrera profesional (Inmigrantes en Barcelona y Ejido, Nepal, los Zapatistas de Chiapas, Sandro quiere crecer, El Exilio Albanokosovar, Los gays de San Francisco, La Sagrada Familia y el Exilio Tibetano.
2.Exposición de 13 fotografías medida 100 x 70 en papel baritado sobre el Exilio Tibetano hoy en día. Como todos sabéis este año los Juego Olímpicos se celebran en China. Una de las condiciones que el Comité Olímpico Internacional impuso al Gobierno Chino para la adjudicación de los Juegos fue el respeto a dos derechos humanos del pueblo tibetano. Un compromiso que a día de hoy no se ha cumplido. El Gobierno Chino sigue violando, torturando y persiguiendo la cultura y la religión tibetanas.
La exposición dura hasta el 24 de Marzo. Como podéis imaginar, estaré encantada de poder compartir con vosotroseste momento. Os espero el día 30!!! No faltéis!!!"
Roser Vilallonga: "La vitrina de la fotògrafa Roser Vilallonga"
Inauguración el el próximo día 30 de Enero a las 19,30 de la tarde en el Palau Robert de Barcelona.
Paseo de Gracia, 107 (esquina con Avenida. Diagonal).
La exposición dura hasta el 24 de Marzo

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Los halcones de la noche


Un sueño… Quim Monzó riéndose de mí a mandíbula batiente. Un descubrimiento… En la vida hay tiempo para todo, para vivir y para morir. Un deseo… Que no sigan por este cabronazo camino de la longevidad y conviertan nuestro “futuro” en un universo de zombis encerrados en prisiones geriátricas. Una súplica… Que no descubran el genoma de la vida eterna… ¡Vaya putada!
Puestas así las cosas, los objetos que no están cobran de pronto una importancia desmedida. Y también el recuerdo de aquel pequeño teatro donde escuché las exquisitas voces de Laia Porta y Andrea Fantoni, cada una a su manera, la primera cantando a lo Bessie Smith y la segunda parafraseando maravillosamente a Julio. Fue ayer mismo y parece que hayan pasado años. El tiempo… una falacia.
Ganas de joder… Unos dicen que todo está escrito y otros que lo está. Nunca se pondrán de acuerdo, lo sé de seguro. Como sé que la guerra eterna entre árabes y judíos no acabará nunca o, en todo caso, se solapará con su reverso. No me caen bien… Ni los unos y los otros. Aunque, en realidad, el que me cae fatal es… El ser humano. Ya sé que somos así. De ahí, probablemente, mi curiosidad. Y ya que hablamos del tema… ¿Qué diablos hacía Dios antes de crear el Universo? ¿Descansar? ¿De qué?
Te cambiarías por… Ese tipo cuyo único respiro, cuya única ausencia de dolor (por favor, no hablemos de la felicidad, por favor) puede ser levantarse por la mañana, con las neuronas frescas y las malas noticias durmiendo el sueño de los justos. Descansando del esfuerzo de la víspera. Tomarse un café, fumarse un cigarrillo y escuchar Kiss me kiss Me de The Cure. ¡A la mierda el funk, el rap, la salsa y el DJing! Es decir: ¡A la mierda el hip-hop!
Te gustaría tener… Un perro. Pero en lugar de eso, utilizas la cabeza sólo para afeitarte la cara. Y los ojos para no verlas venir. Admiras a Julio Cortazar y a Edgard Hopper. Afortunadamente al primero sólo le son fieles los jóvenes hasta que dejan de serlo y, por eso mismo, no sale en ninguna de estos recurrentes absurdos idiotas cinco libros que uno se llevaría a una isla desierta. Será porque sólo los viejos necesitan emular a Robinson Crusoe. Del segundo tienes colgado una reproducción de “Los halcones de la noche” en tu comedor y, no sabes muy bien por qué, eso te tranquiliza, contemplarlo cuando llegas derrotado a casa. Aporta el contrapeso necesario al estúpido y mórbido frenesí del día a día. Sólo con él sientes que la vida se para, que la larga noche se detiene. Todo quieto. Detenido.
Es la hostia que resulte tan complicado quitarse de en medio. Dicen que es cosa de cobardes. En todo caso, diría yo, de desesperados. Además, encontrar el momento y la manera no resulta tan fácil como parece a simple vista. ¿Tirarte por la ventana? Ni hablar. Eso debe doler un montón. ¿Potasio en vena? Vale. Cloruro potásico directo a la vena. No digo que no.
Aunque tampoco debe ser tan fácil como todo eso. Pastillas… Ni hablar. Conozco a uno que la semana pasada se tomó cincuenta ansiolíticos y está como un pimpollo. El tío no dejaba de darnos la tabarra con lo de matarse, y cuando lo intenta, ¡va y la caga!
Edgard Hooper (EEUU, 1882-1967)
Los halcones de la noche, 1942
Material: Óleo sobre lienzo.
Medidas: 72,2 x 144 cm.
Museo: Instituto de Arte de Chicago

26.1.08

Juan Carlos Elijas: Esperpentacle poètic


Esperpentacle poètic
En ocasió de la presentació del llibre de poemes
Talking head de Juan Carlos Elijas
Dilluns 11 de Febrer, a les 19,30 hores
A l’Aula dels Escriptors
de l’Ateneu Barcelonés, Canuda 6, 5è pis
Barcelona

Esperpentáculo en castellano con la colaboración de Juan Carlos Elijas
Esperpentacle en castellà amb la col•laboració d’ Juan Carlos Elijas

Talkin'-heads es un esperpentáculo entre el recitado poético, la canción y la acción teatral. Juan Carlos Elijas recita diez poemas propios, intercalados entre fragmentos musicales de la poderosa formación neoyorquina que da título al proyecto.
Sin ser un pasatiempo cómico, existe un sutil enfoque humorístico que va trabando los temas. Las cuatro canciones corren a cargo de la voz de Áfrika Guónder y las guitarras de Juan Zarppa.
"Mi corazón es gas mediterráneo,
peregrino en las sendas de los cuerpos
que conducen su rumbo al pulmón de los chopos.
Mastica un presente de incertidumbres.
Se enfila con sus latidos de ortiga
por el ojo de una vaca y su vértigo.
Existe un dolor en esa cigüeña
que ya me pertenece.
Hay un viaje, carreteras umbrías,
una lluvia imprevista contenida en las nubes
de la desolación.
Contra él arrojan los corzos del desencanto
saetas que ni puedo ver ni quiero."
La tribu brama libre I Invitación al suero
1er Premio de Poesía Crisálida 2000 (Barcelona)
editados por Xavier Badosa en www.badosa.com.

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20.1.08

Mil cretins


Esa noche soñé que le arrojaba una jarra de cerveza en pleno rostro a Quim Monzó. Estábamos, por supuesto, en el Dry Martini y mí admirado cuentista (y articulista) se reía de mí a carcajada limpia. He de agradecerle, no obstante, que no me llamara cretino. Aún así, he de confesarlo: no soporto que se rían de mí en público. Afecta directamente a mi autoestima. Este hondo malestar ante la burla pública tiene que ver con los típicos traumas de la infancia y adolescencia y no creo que sea éste el mejor momento para extenderse sobre el tema. Baste decir que no soporto la fracesita “empieza por quererte a ti mismo”. Hay mil cretinos dispuestos a pronunciarla. Se les ve venir a kilómetros vista. Si no la dicen revientan.
En esas estábamos cuando, después de un día más bien casposo, y sin saber qué hacer entre comida y cena, ya que vivir en San Cugat del Vallés y en una casita adosada resulta muy guay pero tiene sus malditos inconvenientes, recalé en casa de Pamira, una buena amiga conocedora de estas contrariedades mías y que un día, harta de verme pasar el tiempo en los cafés o quedándome en la oficina, me había cedido muy amablemente las llaves de su casa.
Y como no estaba nada católico, como ya he contado, me entró un hambre canina, así que husmeé en su despensa en busca de algo que llevarme a la boca. Y como me parecía un abuso de confianza empezar una bolsa de patatas o un bote de avellanas, encontré por fin un paquetito de papel de aluminio, con dos galletas en su interior. De otra persona hubiera sospechado, pero de Palmira, que siempre tenía la nevera llena de restos de comida, cuidadosamente envueltas en Film Transparente, no.
Así pues me enroqué en el sofá y puse la tele dispuesto a disfrutar de las dos galletitas en cuestión, por cierto muy sabrosas. Al rato empecé con las dificultades de visión con la imagen de la tele. Después de toquetear un rato las gafas, acabé concluyendo que el aparato estaba demasiado distante, así que me cambié de lugar, es decir cambié el sofá por el sillón y lo aproximé a la pantalla, pero ni así.
No tardé en aceptar que me estaba mareando, así que, sin ningún remordimiento acudí al dormitorio de Palmira y me eché en la cama. Pero la cosa no acabó aquí. Más bien empezó. Es decir, empecé a preocuparme cuando advertí que no controlaba mis pensamientos, es decir, que la normal asociación de ideas que uno utiliza cuando discurre sin finalidad alguna, para pasar el tiempo, no funcionaba, todo lo contrario, eran los pensamientos los que iban por su cuenta, llevándome de aquí para allá. El acabose fue cuando, más colocado que un fumeta del Raval, exclamé, entre sorprendido y asustado “¡Estoy pensando en color!
Justo cuando exclamé esto, un ruido de llaves anunció la llegada de Palmira. ¡¿Hola?! ¿Quién hay? Ah, eres tú, ¿pero qué haces en la cama? Todo en un plis-plas, natural en ella, claro y se marchó a la cocina y desde allí me seguía contando no sé muy bien qué… ¡en color!
Aquello ya pasaba de castaño oscuro. Pensé en tomarme una coca cola, que como todo el mundo sabe, sirve hasta para desatascar cañerías. Entré en la cocina, y mientras abría la nevera, le dije: no te lo vas a creer pero estoy como si me hubiera tomado un trip. La frase brotó de mis labios de forma espontánea, sin pensarlo, pero Palmira se me quedó mirando y su expresión no presagió nada bueno. Siguió mirándome como si se hubiera olvidado algo. Afuera, en la calle, pero también dentro del piso, ya hacía rato que había empezado a llover y – pensé – quizás Palmira se había dejado olvidado el paraguas…
- ¡Las galletas! Exclamó por fin. ¿No habrás cogido un paquetito de papel de plata de la despensa? Me preguntó, me inquirió, me interrogó, me exigió… Para exclamar, acto seguido ¡Estaban rellenas de María!
Y lo comprendí por fin, aunque poco importaba ya que comprendiera o no porque ya estaba atrapado por el veneno de la risa, y, por si no fuera poco con eso, las palabras de Palmira, adquirieron un color amarillo limón, que pasó en seguida a un azul cian, y en un visto y no visto a un rojo bermellón, en fin todos los colores del arco iris y alguno más de propina. Y entonces, mientras volvía echarme en la cama, sin parar de reír, el armario ropero de color violeta pálido y mis pensamientos de color fucsia, apareció Quim Monzó, ya no sé si en sueños o en la realidad, exclamando: ¡Mil cretins!
Quim Monzó: Mil cretins, Quaderns Crema

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18.1.08

Agustí Fancelli: Esto no es una crónica




"Querido Octavi Martí: Te escribo para solidarizarme y expulsar demonios contigo, tras tantas complicidades. Fue Manuel Huerga quién me descubrió las canciones de Quelqu’un m’a dit, tan cálidamente susurradas por Carla Bruni (2002).
(…)
Aparecía ella, en la portada del disco en blanco y negro, estirada en el suelo junto a su guitarra, un pezón apuntando alegría y descaro bajo la fina camiseta de algodón. “Je suis le thé, tu es la fasse / Toi la guitarre, et moi la basse, / Je suis la pluie, et tu es mes gouttes”, cantaba la Bruni y se te aparecía de golpe a sensualidad perezosa de Françoise Sagan, el deseo del lujo y de los veranos eternos. Entrevistaste a Carla hace algún tiempo después (EL PAÍS, 18.11.03) cuando había superado la cifra de medio millón de ejemplares vendidos. (…) Te decía que no se sentía hija de la chanson, con la que los críticos solían emparentarla, sino de la música country, el folk y el jazz, y por ahí se le escapaba la vena piamontesa – nació en Turín, en 1968- que nos llevaba hasta Gino Paoli y Paolo Conte, el primero porque prestaba a la voz arrastrada de Carla su imperecedera canción Il cielo in una stanza (“Quando sei qui con me / questa stanza non ha più pareti / ma alberi, alberi infiniti) y el segundo, Paolo Conte, porque es piamontés, como Carla, y lleva mucho tiempo reivindicando en su música los mismos orígenes transoceánicos que Carla.
Como estaba previsto, querido Octavi, en algún lugar de la entrevista Carla nos tenía que engañar, y era cuando te decía: “Es absurdo, pero me gustaría ser escuchada sin que me vieran, sin televisión, sin imagen, sin sexo, pura comunicación sonora. Eso no está alcance de casi nadie. Y luego está la vacuidad, la tentación de la vanidad, que es fácil negar, pero que sigue ejerciendo su poder de atracción: me gusta gustar”.
(…)
Pero hete aquí que nuestro cuento de Navidad tenía un capítulo que ignorábamos y sobre el cual tú estás escribiendo mucho ahora, supongo que para comprender, que es el motivo por el que escribimos a los amigos. Sarkozy y Bruni juntos. De viaje por Egipto. ¡Aaaggghhh! ¿Sabes dónde se alojan? Claro, lo escribiste el otro día: en el Winter Palace de Luxor. Yo pasé allí una noche. (…) Pues ahí se encuentra ahora mismo Sarkozy, querido Octavi, el hombre que consigue estar a la vez en Roma, la Camarga o una habitación del Winter Palace, nada menos que con Carla. Me siento tan derrotado que ayer me fui al museo Egipcio de Barcelona, en parte para que no se dijera que esto no es una crónica, pero sobre todo porque hay veces que uno necesita hundirse un poco más."
Agustí Fancelli: Carta sobre Carla a un amigo (fragmento)
La crónica, EL PAÍS, 28.12.07

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11.1.08

Bajo la luz de la tormenta


Cuando murió mi padre, en casa se perdió la mesa del comedor, situada en un acogedor rincón frente a la ventana que da a la calle. En los últimos años ese era su “despacho”. Desde allí me requería, no más llegar, para platicar, y también allí era donde jugaba al dominó con su nieto. Como todo abuelo que se precie, el muy bribón siempre se dejaba ganar.
Ese rincón fue como si se clausurara. Nuca volvió a cobrar vida.
Parecía una escena que iba a durar toda una vida. Muy bien dibujada, eso sí. Pero acabó siendo sólo un sueño.
Mi madre no ha conseguido ocupar ese espacio. Congenia con el tiempo en el sofá y con el "tomate". Aparte de eso apenas queda lugar para los incompletos graffiti de su memoria y algún que otro rencor sobredimensionado por la senilidad, sobre todo los que atañen a su triste infancia. Así que nos hemos quedado a la mitad, aunque aquí las matemáticas fallan: siempre es menos que la mitad y, en esta ocasión, mucho menos. Además, las personas de su generación casi nunca hablan de sus muertos. Ese espacio forma parte del pudor que les caracteriza y, lo peor de todo es que los recuerdos se borran y apenas dejan un rastro de polvo de tiza, como en las antiguas pizarras de los colegios. Y lo de menos es esa especie de competitividad necrológica en comparar su edad con la de los fallecidos de cada día, pertenezcan al grupo de los “famosos” de la tele o a los del vecindario.
Pero todo esto no tiene nada que ver con la Navidad, o al menos así lo creo yo, aunque puede que ande equivocado.
Porque la niebla que me invade cada vez que entro en esa casa que una vez fue la mía, nunca falla, y, además, siempre llueve sin cesar. La casa está fría y las luces apagadas en un acto reflejo del ahorro secular que se remonta a la penuria de la posguerra. Las cortinas siempre corridas, impidiendo que entre el sol.
El tiempo es un caballero, dijo un sabio. O alguna mujer vieja o cansada, quién sabe”, afirmaba uno de los personajes de Raymond Carver. Yo, la verdad, no sé todavía si es un caballero o una excusa, aunque más bien me decantaría por la idea de que es un barrendero sin escrúpulos.
Lo que sí sé es que, si a los catorce años el tiempo es interminable, ahora se me ha vaciado de golpe. Es como si me hallara en la séptima vida de un gato. Ninguna sensación de que queda algo por hacer que no sea repetir los mismos caminos, los mismos pensamientos.
Sí. Ahora – como diría el poeta Manuel Rivas – ahora sí puedo marchitarme en la verdad. O en la mentira, vete a saber. O al menos así lo creo yo, aunque, repito e insisto, puede que ande equivocado.
Fotografía de Marcelo Aurelio: Bajo la luz de la tormenta
27 de Septiembre de 2005
por photo friday, por el cielo, Nocturama
http://www.arte-redes.com/nocturama/?p=470

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4.1.08

Leonardo y las sectas venenosas

Lo último que se le habría ocurrido a Leonardo sería reflexionar sobre los cinco minutos anteriores al Big Bang o cualquier otra cosa por el estilo. Demasiado para un currículo de míseros aprobados y seises condescendientes. Porque del colapso del Universo nada que decir. Callado como una tumba. Claro que tampoco Copérnico ni Einstein tenían la respuesta, ellos que habían luchado tanto para aclarar quién era quién, pero sobre todo, dónde y cuándo. Este mundo y los otros...
De estos y otros sujetos de alto vuelo le habló, en el aula, pero también en el café de la esquina, el profesor Oliveras, el más joven de la caterva de prejubilados que ejercían su pringoso pluriempleo en aquella academia de mala muerte. De él obtuvo la mejor enseñanza de su vida: la curiosidad, el ansia por ver a través de los muros de su ancestral y hereditaria ignorancia.
Lo que le ponía más enfermo a Leonardo, sin embargo, era la pregunta capital: ¿a dóndevamos?, atrapado como estaba por la estulticia de su ADN, sobre todo cuando se atascaba con cuestiones colaterales – nunca mejor dicho – como esa teoría, abstrusa donde las haya, que les explicó una tarde como otra cualquiera, el fracasado de Matemáticas y que apuntaba a la peregrina idea de que dos paralelas se juntan en el infinito, sin explicar acto seguido el cómo y el cuándo.
También estaba un tal Ulises, un tipo astuto dedicado al maquetismo, precursor de los efectos especiales. Vulnerable, sin embargo, al hechizo de los dioses, y no digamos al canto de las sirenas, siempre estaba de viaje de aquí para allá como un vulgar traficante de cocaína, cuando no urdidor de tramas innobles. Cabe decir que al hombre le encantaba hacerse esperar.
Y luego, mientras Leonardo descubría, conmocionado, Twist and Show, de un grupo musical más bien desconocido, llamado The Beatles, le tocó la mandala a las historias de moros y cristianos. Colectivos, ambos, integrantes de una variante de sectas (algunas de ellas, como la “Boletus Satanás”, además de letales, altamente tóxicas) de iluminados intrigantes, torturadores y asesinos que nos jodieron la historia, y puede que hasta la vida y, de paso, el calendario lunisolar babilónico y, ya puestos, el griego. Extremadamente crueles en su ansia de poder, presa de un delirio construido a partir de textos apócrifos de supuestos Mesías y Profetas de tres al cuarto y reescritos y corregidos vete a saber cuántas veces y con qué aviesas interpretaciones. Vaya broma más macabra, discurría Leonardo, escuchando interesado a Oliveras, su guía y mentor, no vayas Lawrence, estaba escrito.
Eso es lo que le dijo el moro al cristiano, al joven comandante británico, bautizado finalmente por las tribus árabes del desierto como Lawrence de Arabia, cuando a éste le dio el siroco y pretendió marcarse un tanto contradiciendo al destino. Ocurrió que un miembro de su expedición (cuya finalidad era tomar Achaba por el lado desguarnecido del desierto), compuesta de parias, mercenarios y asalariados del botín y la rapiña, se perdió en pleno desierto. Entonces todos exclamaron al unísono: "no vayas Lawrence, él ya está muerto, estaba escrito que tenía que morir". Pero Lawrence, otro iluminado que tal, en un gesto de puro exhibicionismo, apretó los dientes, frunció el ceño como sólo saben hacerlo los héroes del cómic, y volvió tras sus pasos para rescatar al dormilón.
Porque lo que ocurrió exactamente es que al beduino en cuestión no se le había ocurrido otra idea mejor que echarse una siestecita sobre su camello, porque, por mucho que digan los turistas, y como dejara bien claro Morfeo, el de “Matrix”, para aburrido el desierto de la realidad, y para mandala viajar a pleno sol. Así que con este personal, pensaba Leonardo, lo tenemos claro. Juntos justos y pecadores, no hay quién pueda con ellos. ¡Vaya pandilla de mamones!

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3.1.08

La Maga: la piedra filosofal (Entrevista)


- De un capítulo de Rayuela, de Cortázar, se ha sacado una celebrada obra jazzística. Actúan los músicos de SwingSet, una cantante (Laia Porta), una actriz (Andrea Fantoni) y usted. ¿Cómo se le ocurrió?
- Cortázar era un erudito y amante del jazz, y en mi obra aparecen las canciones que cita en el capítulo del Club de la Serpiente, que es muy teatral. Son piezas de Louis Armstrong, Coleman Hawkins, Earl Hines... con las que se explica la trama. Es parte de la historia del jazz. Transcurre en el París de los 50, que entonces era la capital del mundo; ahora todas las ciudades son iguales.
- Los protagonistas de su obra son La Maga (Fantoni) y la música.
- Sí, en el contexto de un grupo de inmigrantes bohemios, con pretensiones intelectuales y que buscan la luz. La Maga es la piedra filosofal, la sabiduría de la tierra.
- El 8 de enero cambia de registro y lleva a Mozart al Romea.
- Es una obra basada en un texto de Puixkin, que escribió sobre el rumor de que Salieri envenenó a Mozart.
- El bulo creció y salió también en la película Amadeus.- Sí. Al parecer, Salieri, que fue un gran músico, estando en el manicomio dijo, entre muchas animaladas, que había envenenado a Mozart y corrió el bulo. En mi obra actúan ocho cantantes de ópera, tres músicos, Toni Sevilla, que hace de Salieri, y yo, de Mozart. Se escuchará el Réquiem y otras arias de ambos.
- ¿Es verdad que Salieri le tenía mucha envidia a Mozart?
- En vida, Salieri fue más famoso, pero él tenía envidia de la personalidad y genialidad de Mozart, que no hacía copias, no hacía correcciones; era como si Dios le dictase.
- Usted y Sevilla vivieron la fundación del Lliure. ¿Les gustaría volver cuando se reabra la sala de Gràcia?
- Sí, claro. El Lliure tiene una gran oportunidad de llamar a los que hicieron posible esta sala.
- ¿Qué le desea al teatro para el nuevo año?
- Que se descentralice y las obras puedan girar por todo el territorio. Pero cada vez va a peor. En muchos pueblos están desapareciendo las salas y el teatro amateur.
Imma Fernández: Entrevista con Quim Lecina, actor y director teatral.
“En tres minutos” 20.12.07

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1.1.08

Leonardo y un tal Kant

Una vez cumplida la milicia obligatoria del Bachillerato nocturno y, según sus particulares cálculos, una vez liberado de la obligación de dar cuentas a sus progenitores desde el momento en el que se incorporó a la afortunada (?) tropa de asalariados gracias a aquel maravilloso trabajo en la fábrica de componentes electrónicos, Leonardo se las prometía muy felices.
Durante un tiempo acarició, sin saberlo, la posibilidad de mantenerse al margen. Es decir, hay gente que nace, crece, se reproduce y muere sin haber pensado el mundo. Ni falta que le hace, por otra parte, claro que ésta es otra cuestión que… pero mejor lo dejamos así. Es, pues, muy probable que el destino de Leonardo fuera éste y no otro. Incluso puede que, de poder elegir, él lo hubiera querido así, claro que eso nunca lo sabremos...
¡Pobre ignorancia la suya! Para elegir hay que saber. Para el Logos hace falta el Verbo. Y no era éste, todavía, el caso de Leonardo. Un, dos, tres, responda otra vez: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos?, le espetó, para empezar el mandala dichoso, el profesor de Historia de la Filosofía, el más joven - con mucho - del plantel de fracasados que ejercían su pringoso pluriempleo en aquella academia de mala muerte y que según comprobaría a lo largo del curso, tenía la costumbre de mirar fijamente a los ojos cuando hacía una pregunta.
Las preguntas de un tal Kant pillaron a Leonardo por sorpresa.
Él apenas estaba preparado para un prototipo de preguntas muy concreto. Lo suyo eran proposiciones más bien elementales, del estilo ¿Qué quieres ser el día de mañana? Descartados las ingenuas proposiciones y supuestos infantiles, ¿guerrero del antifaz? ¿maquinista de trenes?, ¿bombero?, ¿aviador?, ¿astronauta? Leonardo se hallaba todavía en el estadio fluctuante de no saber si acabaría de meritorio administrativo en una agencia bancaria o de pizzero con su desquiciada scooter y, claro, llegó un tal Emmanuel Kant y ¡ZAS!, responda otra vez.
A todo eso, en el mundo exterior, los que permanecían conectados al ombligo de la realidad decían, primero acabemos con el franquismo y ya veremos más tarde lo que hacemos. Los más fogosos imprecaban sin cesar, primero hagamos el amor y ya veremos luego, todo ello bajo el lema, lingüísticamente normalizado, eso sí, de follem, folleu, que el món s'acava. Los más avanzados, finalmente, reivindicaban a Nietzsche y a Foucault y se requemaban irremisiblemente en las cenizas de la incomprensión general.
Ni que decir tiene que Leonardo no entendía nada de nada. Ni lo que decían unos, ni lo que clamaban los otros. Por eso mismo, desde que el joven profesor Oliveras, mirándole fijamente a los ojos, le contaba historias como las de la cueva de Platón, el bueno de Rousseau o las peripecias del renacimiento del estilo de Nueva Orleáns, con los All Stars de Louis Armstrong a la cabeza, las puertas que conducían al mundo dejaron de permanecer cerradas del todo y empezaron a dejar entrar un poco de luz.
Ahora, hasta su propio nombre le perseguía allí adónde iba su pensamiento. Pensar el mundo, eso no se aprende en dos días, pero el camino empezó a tentarle como el vuelo del ciervo a las garras del leopardo. ¿O era Leonardo?

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