31.1.09

Jethro Tull: “Songs From The Wood”


GRUPO O SOLISTA:
Jethro Tull
TÍTULO:
"Songs From The Wood"
AÑO:
1977
TEMAS:
Songs From The Wood (04:52)
Jack-In-The-Green (02:28)
Cup Of Wonder (04:29)
Hunting Girl (05:09)
Ring Out, Solstice Bells (03:43)
Velvet Green (06:01)
The Whistler (03:30)
Pibroch (Cap In Hand) (08:33)
Fire At Midnight (02:26)
PERSONAL:
Ian Anderson: Vocals, Flute, Acoustic Guitar, Mandolin And Whistles
Martin Barre: Electric Guitar And Lute
John Evans: Piano, Organ And Synthesisers
Barriemore Barlow: Drums, Marimba, Glockenspiel, Bells, Nakers And Tabor
John Glascock: Bass Guitar And Vocals
David Palmer: Piano, Synthesisers And Portative Organ
COMENTARIO
Con una influencia folk y medieval más que evidente, los Tull editan uno de sus mejores trabajos hasta la fecha. Muy bien arreglado y ornamentado, el disco está lleno de mandolinas por todas partes, con unos teclados y coros evocando al medievo, sin que la dosis rockera habitual se ausente en ningún momento. En definitiva, un disco que enriquece el rock progresivo.
Texto y selección de imagen: Jordi Montfort

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24.1.09

Lo peor está por llegar


Mi padre, que era muy futbolero, le endosó a su primogénito, mi hermano mayor, el nombre de Marcelino. Marcelino no se remitía, como pudieran pensar en un momento de delirio los meapilas al uso, al título de la otrora famosa película “Marcelino, pan y vino”, perteneciente por méritos propios a la vertiginosa leyenda urbano-rural del franquismo, sino por el fan-tás-ti-co golazo del jugador del Real Zaragoza Marcelino Martínez Cao, uno de los “héroes” de la selección española que ganó la copa de Europa de Naciones en 1964 ante la artera, comunista y judeo-masónica Unión de Repúblicas Soviéticas.
Mi hermano Marcelino, arruinado por la pesada carga de su nombre de pila (y nunca mejor dicho), convertido por capricho de papá en un nuevo héroe hispano, y desoyendo por completo mis hipócritas argumentos sobre lo terrible que hubiera sido que le hubieran puesto el nombre de Indíbil o de Mandonio, irrumpía en mi cuarto, harto de mi manía de hacer todo el ruido que posible como instrumento infalible para fomentar el debilitamiento moral de la familia (célula básica de la sociedad, como todo el mundo sabe), pero, sobre todo, porque no le dejaba escuchar tranquilamente a Cliff Richard, su cantante melódico preferido, y se abalanzaba sobre mí, furioso, yo más bien diría que histérico, dándome de hostias hasta en el carné de identidad. Era un ejercicio “abusica”, de hermano mayor, no por previsible menos vejatorio.
Por supuesto, acompañaba su lección de castigo físico con una sarta de insultos nada originales:
- ¡Maricón!, ¡Picha-corta!, ¡Imbécil!, ¡Gilipollas! ¡Caraculo!
Su voz se parecía cada vez más a la de un cantante de soul. La mía, en cambio, mantenía todavía ese desafortunado tono desafinado y aflautado que provocaba las risas de los adultos. Las de mi madre me dolían especialmente. En una especie de juego de la Oca, de Oca a Oca y tiro porque me toca, yo entonces la tomaba con ella, ya que contra mi hermano no tenía nada que hacer, y le gritaba:
- ¡Borracha!
La llamé borracha por pura venganza. Con esa crueldad infantil que delataba el desamparo, pero, sobre todo, la ausencia de poder y control sobre la realidad más inmediata. Más o menos como el abuelo, a quien nadie de la familia hacía puto caso. Aunque, la elección del momento no fue precisamente el más afortunado, como averigüé más tarde. Con unos reflejos que para sí quisiera un galáctico del balompié, mi madre me propinó una patada en la espinilla que hizo que vomitara lágrimas de puro dolor.
¿Cómo podía saber que tanta agresividad contra mi madre respondía a un misterioso sentido de la anticipación? ¿Cómo podía adivinar que algo en mi interior me alertaba de que lo peor estaba por llegar? En este caso, lo que, por otra parte, era un secreto a voces, menos para el “melindro” que suscribe: mi madre se fugó tres días más tarde con el encargado del Súper. ¡Toma castaña!

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The Kinks: "Schoolboys In Disgrace"


GRUPO O SOLISTA:
The Kinks

TÍTULO:
Schoolboys In Disgrace
AÑO:
1976
TEMAS:
Schooldays (03:31)
Jack The Iditot Dunce (03:19)
Education (07:07)
The First Time We Fall In Love (04:01)
I’m In Disgrace (03:21)
Headmaster (04:03)
The Hard Way (02:35)
The Last Assembly (02:45)
No More Looking Back (04:27)
Finale (01:02)
PERSONAL:
Ray Davies: Vocals, Guitar, Piano
Dave Davies: Lead Guitar, Vocals
Mick Avory: Drums
John Dalton: Bass Guitar
John Gosling: Keyboards
COMENTARIO:
Último disco de la etapa vodevildesca del grupo, con un sonido más rockero que sus anteriores trabajos. Las canciones siguen sonando igual de bién.
Texto: Jordi Montfort

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14.1.09

Salvador Monroig: 1896. "La llegada del tren de Vincennes"

LA LLEGADA DEL TREN DE VINCENNES
CHARLES PATHÉ

Título Original: L´arrivée d´un train de Vincennes
País: Francia
Año: 1896
Género: Documental
Director: Charles Pathé
Música: Cine mudo
Producción: Pathé Frères
Disponibilidad de la película: Ninguna edición disponible.


ARGUMENTO
La llegada del tren de Vincennes.
Claramente influido a la manera de los Hermanos Lumière (llegada de un tren a la estación).
COMENTARIO
Mientras recorría en bicicleta la feria de Vinncenes, Charles Pathé asistió, por casualidad, a una audición del fonógafo de Edison. Tras conseguir prestados 700 francos, adquirió un fonógrafo y montó un negocio de venta de cilindros fonográficos y kinetoscopios. El kinetoscopio fue el precursor del moderno proyector de películas.
De esta forma, Charles Pathé (1863-1957), después de una accidentada vida (emigrante en América, y propietario de un restaurante, a su regreso), decidió probar fortuna en el campo del cine, llamado entonces con la significativa frase de “imágenes en movimiento”. Y lo hizo fundando, junto a su hermano Emile, la productora “Pathé Frères” el 28 de Septiembre de 1896, con un capital de 20.000 francos.
Emile se quedó a cargo de la rama fonográfica y Charles con la cinematográfica, El símbolo o icono de dicha empresa, el famoso gallo con el lema “Je chante haute et clair” (“Yo canto alto y claro”), se extendió rápidamente portó por toda Europa y el resto del planeta. Fue en este período cuando Charles, auxiliado por el mecánico Henri Joly, fabricó una cámara tomavistas similar a la de los Lumière. Y fue con esta cámara con la que emprendió la filmación de su primer corto: “La llegada del tren de Vincennes” (1896). Indiscutible la influencia de los mencionados Hermanos Lumiére en esta cinta.
Acto seguido, un acuerdo con los hermanos Lumiére le permitió perfeccionar el cinematógrafo, hecho que supuso que el aparato de Pathé fuera el más comercializado del momento y se expandiera por todo el mundo. Producto del éxito conseguido abrió, en 1900, su primer Estudio, en Vicennes. Una plataforma de seis por ocho metros, con tejado de cristal protector. Digamos, también, que en estos estudios trabajó el operador español Segundo de Chomón, inventor de un sistema de coloración por anilinas. Pathé no tardó más de un año en nombrar a Ferdinand Zecca director general, y justo en ese momento histórico, el cine dejó de ser meramente documental para incorporar el drama y la acción. Dicho de otra manera: el argumento.
Hacia 1905, la compañía ya empleaba equipos de producción con fundamentos importantes: directores, guionistas, operadores de cámara, decoradores… En definitiva, Pathé fue el pionero en la industrialización del cine en Francia. En sus películas aplicó una fórmula para atraer a todo tipo de espectador. Las llamadas "escenas dramáticas realistas", de gran eficacia y en las cuales aparecían los “Crímenes del Museo de Cera Grévin” o los pasajes más violentos de “L'assommoir” de Émile Zola, sobre las víctimas del alcohol. Esta tendencia al realismo sentó las bases para futuros movimientos cinematográficos, como el realismo poético francés.
A estas alturas de su rutilante carrera, supo rodearse de personas que se hicieran cargo con gran efectividad de la dirección de películas, como Georges Méliès. Sus productos utilizaban fórmulas como comedias galantes, actualidades reconstruidas, escenas fantásticas, persecuciones cómicas, etc. Pathé inventó el noticiario cinematográfico. La mayoría de estos noticiarios eran dramatizaciones de sucesos importantes, dada la imposibilidad de asistir al lugar de la noticia. El género gozó de una gran acogida, ya que gracias a su espectacularidad poseían una gran capacidad de convocatoria por su impacto emocional. Además, durante la Primera Guerra Mundial se convirtió en un referente informativo fundamental.
El gran monopolio cinematográfico de Charles Pathé consistió en la producción controlada de películas por medio de agencias. En dos años creó agencias por todo el mundo. En 1906, Segundo de Chomón fundó la Hispano Film en Barcelona, y cuatro años más tarde Pathé entraría en el mercado estadounidense con “Pathé América”, vinculada al Trust de la Motion Pictures Patent de Edison.
Nuestro protagonista siguió unas pautas de producción basadas en la expansión "horizontal", es decir, en la producción y distribución masiva de copias de una misma película. Una muestra de su enorme éxito la tenemos en el crecimiento espectacular de los beneficios, que pasaron de 345.000 francos a 24 millones en siete años. Aún así, Pathé dio otro paso más y desarrolló la expansión "vertical". De esta manera controlaba también la fabricación de las películas vírgenes, los aparatos de grabación y las salas de exhibición. Su lema era "mínimo presupuesto, máxima explotación". Ya en agosto de 1913, rompió su relación con el Trust de Edison, y un año después se independizó definitivamente fundando la Pathé Exchange.
Abandonó sus actividades cinematográficas en 1930, año en que vendió sus acciones a Bemanrd Natan, fallecido en 1942, en el campo de concentración de Auschwitz, víctima del antisemitismo nazi.
OTRAS PELÍCULAS
Fundamentalmente, las primeras películas rodadas en España por los operadores de los hermanos Lumière, caso del film “Hallebardiers de la reine”, rodada por Alexandre Promio durante su primera estancia en España en junio de 1896.
Texto: Salvador Monroig

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Supertramp. "Crime Of The Century"


GRUPO O SOLISTA:
Supertramp

TÍTULO:
Crime Of The Century

AÑO:
1974
TEMAS:
School (5:35)
Bloody Well Right
(4:26)
Hide In Your Shell (6:52)
Asylum
(6:30)
Dreamer
(3:30)
Rudy
(7:07)
If Everyone Was Listening
(4:05)
“Crime Of The Century” (5:20)
PERSONAL:
Bob C. Benberg
: Drums Percussion
Roger Hodgson: Vocals Guitar Pianos
John Anthony Helliwell: Saxophones Clarinet
Dougie Thomson: Bass
Richard Davies: Vocals Keyboards Harmonica
COMENTARIO:
Un álbum que la revista Sounds comparó con Genesis y The Beach Boys, con nociones de Pink Floyd.
Sin duda, el mejor plástico del grupo.
Texto: Jordi Montfort

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13.1.09

Exquisita melancolía


En el tocadiscos, mientras se afeita, suena el acordeón de Swing Manouche, acompañado de un violín, desgajando, como se monda la piel de una naranja, una melodía de esas que suele provocarle un déjà vu, un recuerdo que vuelve disfrazado de presente, que no le provoca más nostalgia que la de un perro vagabundeando en una plaza, al final de una película de Jacques Tati.
Y que, previsiblemente, abre la herida de siempre, esa melancolía con la que creció y que antecede a su existencia. Ese desván lleno de trastos viejos cuya puerta permanece condenada para siempre.
La melancolía es otro cantar, le sugiere el falso psicoanalista
- Un trastorno, en definitiva, que no debe confundirse con la depresión. De orígenes desconocidos, por supuesto, asociado a los modelos paternos e, incluso, más profundos, a la herencia genética. La melancolía no se cura con antidepresivos.
Escucha, echado en el falso diván, mientras las palabras van y vienen, caen y vuelven a levantarse, fatigosas, rebotan en las paredes, y acaban muriendo, sucumbiendo a su propia vacuidad, perdiéndose sus significados, esa vida secreta que nunca ha conseguido descifrar. Las busca en todas partes pero sólo encuentra algunas de ellas aplastadas junto a la manchas de humedad del techo de la falsa consulta.
Al día siguiente, y cuando se coloca ante el espejo del baño todavía no son las siete de la mañana y la oscuridad de Miami enturbia todos los cristales de las ventanas. Mientras se afeita, acude puntual la misma y eterna sensación de la ausencia de emoción. Ningún sentimiento. Nada que no sea larga espera hasta la noche para salir a la calle en busca de una víctima propiciatoria. Ese deseo lo atormenta y, a la vez, dispara su adrenalina, da sentido a su existencia. Desollar y cortar a trocitos a un asesino, esa es su devoción y su coartada. Y, por supuesto, su expiación.
Dispone para ello de toda la información necesaria. Los archivos de la comisaría donde ejerce de rata de estadísticas, rebosan de datos precisos. Aunque a veces la casualidad también actúa a su favor. Su poderosa intuición hace milagros. La casualidad también es su aliada.
Fruto de la propia excitación del depredador antes de acometer la búsqueda de su próxima presa, y justo cuando se afeita con la hoja más afilada, de abajo hacia arriba, en un ensayo de degollamiento, se produce un leve corte y la sangre desciende como un hilo de seda por su garganta, hasta que se coloca un trocito de papel higiénico para cortar la hemorragia, esperando con impaciencia y ansiedad mal disimulada la llegada de la noche para sumergirse en el deleite de liberar sus instintos más urgentes y exquisitos.
Texto: cronopio

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7.1.09

Alerta naranja.


Alerta naranja
Lo siento (Sorry)
No estoy.


“Como estar hojeando un álbum o viendo una película, las imágenes y las palabras una tras otra rellenando el vacío.”
Julio Cortazar: Liliana llorando (Octaedro)
“Vagar siempre lo hace uno por separado. Cuando van dos juntos siempre van a alguna parte.” Kim Novak: Vértigo
Las tardes de lluvia son siempre así: una melancolía vaga, añoranzas no yo mismo sé de qué, mi vida que parece acabar en la ventana y, más allá de la ventana, en la tristeza de los árboles que de repente se me antojan humanos, Personas que conocí o no existen, una a una frente a mí. Haciendo señas. Ganas de un gato. Ganas de escuchar la Patética en la radio. De un patio con sol, un estanque, patitos.”
Antonio Lobo Antunes: El tamaño del mundo
Texto: cronopio

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Licencia para matar

Aunque a esas alturas de deterioro y decadencia del Planeta, ýo ya sabía que los héroes eran otra invención más de su última especie dominante, no por ello dejaba de sentir una cierta simpatía por alguno de ellos. Por ejemplo, había un tal capitán Nemo, que aparecía, como mínimo, en dos de las novelas de Julio Verne. Aunque mi fantasía preferida era, por supuesto, transformarme en James Bond, el agente 007 con licencia para matar.
Una vez liquidado el último de la lista, con mi Beretta 950 B de caibre 22 corto, ideal por su ligereza y porque podía ocultarla fácilmente en cualquiera de mis bolsillos, la imaginación me codujo a las profundidades de los océanos, transfigurado en el capitán Nemo, el príncipe hindú capitaneando el submarino Nautilus con la inmejorable compañía de un puñado de sátrapas sin oficio ni beneficio, que siempre acababan recalando en su isla secreta de Vulcania.
Un personaje, Nemo, con un afán especial por la práctica científica “sostenible”. Buena prueba de ello es que obtenía la energía para su nave de productos extraídos de las profundidades submarinas, es decir, del agua de mar.
Nemo no era un tipo corriente, digámoslo de una vez. Obsesionado por su oscuro pasado, renunció a vivir en sociedad, recorriendo la inmensidad de mares y continentes (aunque más lo primero que lo segundo) guiado por un vago y etéreo deseo de justicia pero, sobre todo, de venganza hacia la especie humana, que no supo valorar sus enormes cualidades.
Justo el personaje que necesitaba.
Pero la realidad siempre acababa cansándose de ocultar sus múltiples posibilidades y no tardaba en hacer su aparición para darme la matraca, pillándome en pelotas, por mucho que me escondiera encerrado en mis fantasías de cartón piedra.
A pesar de de Julio Verne y de sus aventuras y correrías para niños pudientes, yo seguía siendo carne de patíbulo. Quizás por eso, porque no era un niño burgués, sino carne de proletario, carne de cañón, mientras mi padre trabajaba más horas que un reloj y mi madre cosía hombreras a destajo para la sastrería de turno, los Beatles me “rallaban” cantidad y prefería sumergirme en el ruidoso laberinto de gente de garaje y mucho ruido, como los Kinks, ese grupo inglés que sonaba a chatarra y que me removía el esqueleto hasta descomponerlo y que, para más INRI, atacaba los nervios de mi madre, que acudía despavorida ordenándome que apagara de una vez el artefacto de los demonios.
A lo que yo respondía impertérrito, como el capitán Nemo, como el mismísimo agente 007: “lo siento, señora, pero tengo licencia para matar”.
Texto: cronopio

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