27.1.07

Orens: Mi mancillado cuerpo en particular


Resulta que un joven inglés, muy culto él, alumno aventajado en Oxford, apasionado con la arqueología y topografía y con un notable dominio de la lengua árabe decidió darse un garbeo por Siria. En apariencia, tímido, amanerado y un poco gay, lo hizo, sin duda alguna, para desengrasarse de la carcoma, rigidez y tontería del Imperio Británico, donde residía. A pie o en bici, en esto nadie se pone de acuerdo. Ya de vuelta a casa se convirtió en agente secreto, yo diría, que más bien por el afán de aventura que por patriotismo puro y duro.
Y como el viajecito le supo a poco, tuvo la bendita suerte (aunque su conocimiento del territorio y su dominio del árabe algo ayudaron) de ser enviado, en pleno preludio de la Gran Guerre, a husmear por Oriente Medio. Allí, ni corto ni perezoso, se dedicó a agitar el gallinero, es decir, el colectivo árabe, perezoso y cainita por naturaleza, que pasaba olímpicamente del rollo de la “Nación Árabe” y pactaban con el diablo por cuatro piastras, entiéndase con los turcos, que siempre han sido los malos de la peli. A los árabes les iba el calentón cada vez que el beduino de la tribu vecina les mentaba a su padre. O se ponían a discutir por el kafiyyeh o el narguile. Algo parecido a nuestros pueblecitos de la España de feria y pandereta (antes muerto que amigo) cuando en cada partidillo de fútbol acababan desnucándose a pedradas.
T.E. Lawrence acabó convertido en Orens (problemas de pronunciación ayudaron a la feliz conversión), un héroe de novela decimonónica que parecía que había marchado en camello toda vida.
Orens se codeaba con el Alto Mando británico y con los jerarcas árabes. Con el Príncipe Feisal, sobre todo, con quien entabló una dulce amistad que se prolongó más allá de la contienda. Sesudos historiadores sostienen que el hecho de que fuera violado por un oficial turco en Daar fue definitivo en su historial de esquizofrenia galopante. Yo tengo mis dudas al respecto. Creo más bien que su mal rollo se remontaba a la noche de los tiempos. Los de Orens quiero decir. No encuentro otra respuesta, aparte de la tan manida de “la unidad de los contrarios” o su versión coloquial de “los extremos se tocan” que explique su obsesión por el anonimato, ese gesto extravagante, donde los haya, de ocultarse del mundo, para acabar alistándose en uno de los peores colectivos del mundo (hasta nueva orden): el ejército. Y como soldado raso (¡Cómo soldado raso ni al matrimonio!). No encuentro otra explicación que esa obcecación suya por escribir otra joyita literaria, El troquel, una brillante descripción de la absurda, aburrida y estúpida vida militar, antecedente, por cierto, de todos los libros sobre la mili que luego se han escrito. Y es que sobre torturas interiores todavía no se ha dicho la última palabra, aunque Tomas Edward Lawrence realizó notables aportaciones al respecto.
Este ser atormentado por su pasado, confundido en su múltiple identidad y condenado para siempre a la búsqueda de un sentido a su vida que nunca encontró, se fue de este mundo a lo loco. Como debía ser, para un amante del riesgo y la velocidad como él. En plan motero, rompiéndose la crisma con su motocicleta.

"Me quejé de que desde mi llegada a Arabia todo había sido opciones y ruegos, nunca una orden: que estaba mortalmente cansado de la libre voluntad que me había sido otorgada, y de tantos aspectos colaterales a ésta.
Durante año y medio había estado en perpetuo movimiento, recorriendo mil millas al mes a lomos de camello: con el añadido de las horas de nervios pasadas en locos aeroplanos, o recorriendo el país en potentes carros de combate. En mis últimas cinco acciones había sido alcanzado, y mi cuerpo temía de tal modo el dolor que tenía que obligarme a entrar bajo el fuego. Había pasado hambre en general y últimamente también frío: y las heladas y la suciedad me habían infectado las heridas hasta convertirlas en una ulcerada masa de pústulas.
Todas aquellas preocupaciones, no obstante, hubieran quedado debidamente ubicadas en la lenidad, dentro del marco de mi desprecio hacia el cuerpo, y de mi mancillado cuerpo en particular, de no ser por el odioso fraude que tenía que revestir como hábito: la pretensión de dirigir la insurgencia nacional de otra raza, el diario disfraz con ropas ajenas, mi predicación en una lengua ajena. Y todo ello con la sensación de fondo de que las “promesas” con las que los árabes contaban valdrían lo que su fuerza armada llegara a ser en el momento de su cumplimiento. Nos engañábamos a nosotros mismos diciéndonos que tal vez la paz pudiera mostrar a los árabes, indefensos e indoctos, defendiéndose a sí mismos con las armas de papel, entre tanto, glosábamos nuestro fraude dirigiendo su necesaria guerra de un modo puro y barato. Pero semejante glosa me había superado. Atribuibles a mi fatuidad eran las injustificadas e ineficaces muertes de Hesa. Me había quedado sin voluntad y temía quedarme solo, por miedo a que los vientos de las circunstancias, del poder, o la ambición, barrieran definitivamente mi vacía alma."
T.E. Lawrence: Los siete pilares de la sabiduría (The Seven Pillars of Wisdom). Tomo 2, Traducción de Alberto Cardín, Júcar Universidad, Barcelona 1986, Página 693

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2 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

interesante.
siempre que leo aquí algo aprendo cosas que no sabía,
es un poco la sensación que tenía en clase de historia cuando el profesor exponía algo para él incuestionable y que yo creía ciegamente.

entonces todavía no sabía que la historia tiene sus fuentes sus recovecos su lagunas....
mientras tanto me quedo con tu apuntes de sobre Lawrence "antecedente de libros sobre la estúpida vida militar"

- a ver si doy con el libro.

bye

12:22 a. m.  
Blogger Cronopio ha dicho...

Querida sonja, nada más fácil,el libro es reciente. T.E. Lawrence; El troquel, Huerga & Fierro Editores, Madrid 2006, 313 páginas. El libro hay que leerlo con una cierta predisposición al masoquismo (todavía más si eres fémina y te has librado de tan sátira "vivencia"). Antonio Muñoz Molina escribió otro libro, éste en clave "dulce" y entrañable sobre la "batallita" militar, "ARDOR GUERRERO"...
En fin, es como leer a Kafka, hay que ponerse de lado e imaginarse que el mundo está al revés. Nada más fácil, por otra parte, si lo piensas un poco.

7:08 a. m.  

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