2.1.07

El submarino amarillo


No sólo nosotros, imberbes muchachotes del tardofranquismo... Hasta los Beatles pedían socorro. Y, aunque ellos no tuvieran mucha idea, sin duda, también lo hacían por todos nosotros, adolescentes mocosos robando discos en los Encantes Viejos, los mismos mocosos que años más tarde nos convertiríamos por arte de bibirloque en alegres terroristas de la realidad. ¡Help! gritaba John Lennon, I need somebody, que alguien me ayude. Claro que Carlos Marx no gritaba, ni pedía ayuda. Ni la pedía ni la necesitaba. Él solito, ayudado, eso sí, por su cuñado, organizó la juerga del comunismo primitivo.
Resulta que antes de ser como somos éramos diferentes. Tan distintos éramos que nuestros ancestros del pleistoceno no tenían ni jefes ni hechiceros. Como lo oyen. Y de esta forma tan sencilla los sapiens sapiens y los neardentales nos repartíamos las lentejas a partes iguales. Y como no se producían excedentes, porque nuestra economía era de mera subsistencia, y no parábamos quietos en ninguna parte, porque lo nuestro era la caza, pues no teníamos sentido de la territorialidad, ni nos peleábamos por lo que no había. Puestas así las cosas, la justicia no era como ahora, una mera abstracción para padecimiento de bienpensantes, sino la cosa más normal del mundo. El resto de la Historia, es decir, nosotros mismos, éramos sólo la pretensión de volver a la situación original. A la vuelta de la esquina, decía Carlos. Y nos lo creímos. John casi se lo creyó también, aunque al final prefirió imaginárselo. Imagine.
Janis Joplin. Insaciable, se alzaba sobre las puntillas de sus pies en el escenario de Monterrey para ver mejor el horizonte, mientras cantaba Piece of my heart, pedazo de mi corazón, con su voz rota y desgarrada de pequeña negra blanca para, acto seguido, invitarnos a todos al grito de Try. Inténtalo. Y Jimmy Hendrix tocaba con los dientes Hey Joe para acabar ardiendo, él y su guitarra, en el infierno de los viejos dioses caídos en desgracia. Era el fin.
Y John Lennon aparecía junto a Yoko Ono, desnudos los dos, mostrando el culo, reclamando Una oportunidad para la paz, Give peace a chance. Imagina. Inténtalo. No había color. Janis y Jimmy murieron ahogándose en su propio vómito. A John lo asesinaron porque quisieron, eso es todo.
Lo dijo el moña de Paul McCartney muchos años más tarde: tocábamos sin parar para borrachos y peleantes. Para borracho Pau Riba que acudía a los recitales disfrazado de sí mismo, es decir, de pubilla catalana con la menstruación en alza y una buena dosis de L.S.D. en el cuerpo. Se ponía a cantar entonces su tema predilecto, Noia de porcelana, sólo que acababa olvidándose de la letra y de que debía terminar la canción y así se pasaba horas y horas repitiendo el mismo estribillo, literalmente colgado de alguna estrella y haciendo caso omiso de nuestros silbidos y abucheos. Y así hasta que nos marchábamos dejándolo por imposible. Por eso, siempre que me dejaba caer por la Plaza del Rey, tirando renqueante de mi esqueleto y mi macuto, que me dejaba caer hasta la llegada del guardia municipal, quien con ademán jerárquico me señalaba la salida de la plaza. Cuando hacía eso, una y otra vez, esperar que se fuera el guardia para volver a sentarme, acababa apareciendo Pau Riba, o al menos yo me lo imaginaba así, aparecía todo lo largo que era, aunque también es cierto que algunas veces llegaba acompañado de Jaume Sisa, muy callado éste, que exclamaba de pronto: en una nit d'estiu a la vora del mar y ya no le sacabas nada más. Aparecía Pau Riba, digo, disfrazado del último de la fila, del último de la nova cançó quiero decir. Se sentaba junto a mí, me pasaba el canuto apenas sin mirarme y, parafraseando a André Breton, me susurraba al oído: Fuimos aquellos alegres terroristas, apenas más sentimentales de lo normal, bribones que prometen. Todo o nada nos sonríe. El porvenir es una bella hoja nervada que acepta los colorantes y nuestras notables lagunas. A nosotros nos corresponde coger a manos llenas las cabelleras encalladas. Y se quedaba tan fresco.

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2 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

este texto es una pasada, envidio tu prosa tan bien desarollada con tanta anécdota y tantos héroes. Seguimos aquí leyéndote Cronopio.

te saludo yo, Sonja la Roja (que no Sonsa jeje que te empeñas tu mucho...jeje) aquí te pongo un link con el origen de mi nombre tan rebuscado.

http://dreamers.com/cisne/textos/decuenca.html

11:44 a. m.  
Blogger Cronopio ha dicho...

Jajajajaja
Perdona Sonja, pero mi dislexia es ya famosa en toda la galaxia
Y no digamos mi despiste
En fin, he publicado tu entrada en forma de fragmento de diario kafkiano en mi blog y te pedía permiso a posteriori (vaya cara) y resulta que el servidor ese (Dios o el Demonio, vete a saber) me devuelve una y otra vez tu correo. Te lo envío a:
ellaperdioelcontrol@hotmail.com
¿Es el correcto?
Un abrazo
Arturo el Sonso (jejeje)

10:14 a. m.  

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