Los encargos del Politburó
Así empezaban el universitario nocturno los hijos de los plebeyos, entonces llamados trabajadores especialistas. O productores, según el régimen vigente. Juanito se levantaba a las seis para poder entrar a trabajar a las siete. Una vez en el almacén, extendía en el suelo el rollo de papel de estraza y sobre su superficie redactaba cuidadosamente, con sus rotuladores de colores, el correspondiente texto antifranquista.
Encargo del Politburó. Todos convenían en que era un gran rotulista; sin duda, el mejor. El Politburó era como un equipo de fútbol: estaban los figuras, las estrellas, y luego los que pasaban desapercibidos pero hacían el trabajo sucio, aunque tan necesario como oscuro y eficaz, según dicen los comentaristas deportivos, los seres más imaginativos del planeta, por cierto.
Finalizada la faena extra, conectaba el pequeño transistor y se quedaba adormilado, escuchando las insubstanciales, y quizás por eso mismo agradables, canciones del irlandés Gilbert O'Sullivan (Claire) y Roberto Carlos, sobre todo aquella tan surrealista que hablaba del gato que estaba triste y azul. Y así hasta las ocho, hora de entrada del personal y, por lo tanto, la hora en que Alfonso le despertaba, como ya se ha contado alguna vez, con el estruendo del papel higiénico El Elefante.
Encargo del Politburó. Todos convenían en que era un gran rotulista; sin duda, el mejor. El Politburó era como un equipo de fútbol: estaban los figuras, las estrellas, y luego los que pasaban desapercibidos pero hacían el trabajo sucio, aunque tan necesario como oscuro y eficaz, según dicen los comentaristas deportivos, los seres más imaginativos del planeta, por cierto.
Finalizada la faena extra, conectaba el pequeño transistor y se quedaba adormilado, escuchando las insubstanciales, y quizás por eso mismo agradables, canciones del irlandés Gilbert O'Sullivan (Claire) y Roberto Carlos, sobre todo aquella tan surrealista que hablaba del gato que estaba triste y azul. Y así hasta las ocho, hora de entrada del personal y, por lo tanto, la hora en que Alfonso le despertaba, como ya se ha contado alguna vez, con el estruendo del papel higiénico El Elefante.
Etiquetas: crónicas
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