28.12.12

Los frescos del barrio






 
En tercero de bachillerato suspendí tres asignaturas. En cuarto, cuatro, en quinto cinco y en sexto sólo recuerdo que aprobé una. Tanta simetría lejos de amedrentarme con alguna posible amenaza cabalística desfavorable me dejó indiferente. En realidad, mi padre, considerando una consigna del Partido (del partido de los pobres y de los perdedores) no expulsar la guerra civil de casa mediante El Imperio del Silencio e instruirme en el espíritu de la resistencia, lo único que consiguió fue acrecentar mi sensación de que yo era un subnormal. También es cierto que nunca caí, como otros, en el recurso de creerme un niño adoptado. Ojala hubiera sido así. 
Jaleado por mis dos profesores, a los que queríamos tanto (Oleguer y María Victoria), profesores de ciencias y de letras, respectivamente,  me pronuncié por la especialidad de “Letras” (también por las palabras y poemas de María Victoria, confesémoslo), para llevarles la contraria  a mis padres, a mis tíos y al director de la academia, quienes no daban un duro por mi futuro. Mi retina no está para demasiados trotes, pero todavía conserva la imagen del Consejo Familiar en la que mis tíos convencieron a mis padres de que mis capacidades, con mucha suerte, no llegaban más allá de la Oficialía Química. Nada casual que mi primo fuera Perito Químico (¡Una hazaña!), con perdón para los del ramo. Humillado por tanto menosprecio ante mis atributos intelectuales, decidí que haría Filosofía y Letras. Y me quedé tan pancho.
Mis padres, sufridores al máximo, recibieron –esto lo supe luego- mi extravagancia como una desgracia, como un crochet de izquierda, o peor que eso, como un castigo, aunque, todo hay que decirlo, en ningún momento se atrevieron a imponer su autoridad, con dolor en general porque, teniendo en cuenta los tiempos de precariedad y escasez en los que nos encontrábamos, mi decisión fue considerada poco menos que una frivolidad. “Los artistas se mueren de hambre”, sentenció mi padre. “¿Y qué tendrán que ver los artistas con esto?”, pensé yo.


 
Muy astutamente, elegí como asignatura optativa “Introducción a la Sociología” porque ya había decidido transformar el mundo y debía, por lo tanto, prepararme convenientemente para tan ardua tarea. La empresa exigía un esfuerzo y, sobre todo, una imaginación descomunal. Y también alguna que otra actividad que podríamos llamar complementaria. Leerse a Marx y a Lenin, por supuesto. Y a sus divulgadores, Althusser y Marta Hannecker. Y, ¡ay!, también algo de Mao Tse Tung. Confieso que esto último fue lo más duro del lote. Claro para según que situaciones apuradas siempre podías salirte por la tangente (transversalidad decimos ahora) y recurrir a algo más atractivo, por no decir sugerente, del tipo “Psicoanálisis y Marxismo” de Marcuse, que también daba el pego. No obstante, para doctorarse en Herbert Marcuse, el héroe de la revuelta estudiantil de Berkeley, había que leer, fijo, “El hombre unidimensional”. Lo intenté, lo juro, y efectivamente, sucumbí en el intento.
 


 
Parecía todo una película de Sergio Leone, en la que los buenos eran los revolucionarios, los feos los revisionistas y los malos, por supuesto, los capitalistas. Aunque si en algo estábamos de acuerdo unos y otros, buenos y feos, era en que la práctica frente a los malos debía ir debidamente diseñada y escoltada por la teoría.
De estos términos y de su significado poco a nada queda ahora. Ni siquiera el capitalismo, por obvio, se menciona se hace servir en esta fase convulsa del nuevo siglo en el que el lenguaje es lo único barato: corrupción financiera, bancos, sobornos y sobornados, falta de escrúpulos, ladrones, desahucios… Quizás porque los ojos de la Historia nunca revelaron como ahora la esencia corrupta de nuestra especie.
Tanta teoría y praxis obligaba, en definitiva,  a constantes y fatigosas reuniones de célula, término curioso, por otra parte, que reafirmaba el carácter “científico” del asunto. Exigía, por supuesto, agudizar en todo momento las contradicciones del sistema, promover asambleas reivindicativas e implementar incursiones a las zonas nada residenciales de la ciudad para incitar al proletariado a la Huelga General Revolucionaria. Esta tarea me jodía más que otra cosa, ya que imponía levantarse a las cuatro para llegar a tiempo a Pueblo Nuevo, pongamos por caso, a tiempo de desparramar las octavillas en la puerta de las fábricas antes de que llegaran los obreros. Y, enseguida, la policía. ¡Vaya ganas! Pienso ahora, unos y otros, y pido por favor que no se me tenga en cuenta esta frivolidad.
Éramos algo así como los frescos del barrio, sólo que en lugar de dispensar bollería, repartíamos cuartillas, todavía calentitas, recién salidas del “horno”, o de la vietnamita, que venía a ser lo mismo.

10.9.11

La mente en blanco


 

Habláis mucho, chicas. Mira que os quiero pero aún así debo deciros que habláis demasiado de la crisis de los cincuenta, quizás vosotras con algo más de causa, no digo que no. Por lo de la menopausia, la caída de estrógenos, el ensanchamiento irreversible de las caderas, la pérdida de esa tan querida y conservada silueta de guitarra a cambio del síndrome del “armario”. Os decimos (y pensamos) que seguís bellas pero ni puto caso. No en vano Luis Eduardo Aute os dedicó el siguiente “piropo” en su recital en Barcelona, hace escasos días: “Sois unas excelentes actrices”.

Miento. No es tan cierto. Las hay que, aprovechándose del caos organizado por la teoría de las cuerdas y los universos paralelos, practican el positivismo, las hay que utilizan la palabra “maravilloso” hasta para quitarse esa engorrosa mancha de la blusa. Es una especie de pandemia. Intolerante donde las haya, una intolerancia, eso sí, pacífica, incluso podríamos decir mental:


la playa al amanecer es maravillosa

el campo, el sosiego… La naturaleza es maravillosa

los viajes despiertan la mente a nuevas y maravillosas sensaciones

nada como el “crecimiento personal”

la madurez debe ser esto

ser tú y tu universo


-        ¿Oye? ¿El Hatayoga que tipo de meditación practica? ¿La mente en blanco?

-        Sí, la mente en blanco

-        Yo hago la meditación activa. Se trata de un pensamiento consciente. Y, además,  Come menos, come vida, come luz....

-        Pues yo, la que me enseñaron las monjas.

-        (…)

-        Cuento hasta diez y me concentro en la respiración, y vuelta a empezar

-        (…)

-        Claro que como te despistes un poco, ya voy por el catorce y entonces me digo, ¡ay, ya te has pasado!


Los hombres no hablan mucho de estas cosas, quizás porque son más simples, más cautivos del síndrome John Wayne, cuando no del de Dorian Gray: se niegan a envejecer. La mayoría ya no se hacen los duros, incluso algunos “presumen” de hormonas femeninos. Padecen el síndrome de Estocolmo, lo femenino les arrastra como el río arrastra los guijarros. Sí, eso es, parecen de piedra.

No soy el primero que una vez, en una galería de Consejo de Ciento, y ante uno de sus últimos cuadros, exclamó



-          ¡Mira! Se han dejado una pintura sin poner, sólo hay el...

       -          Sí que es una pintura. Mira el distintivo en la pared.


Y era cierto, junto al cuadro el distintivo en metacrilato decía “Blanco sobre blanco”. Hicimos algunos comentarios sobre la pintura abstracta, nada originales como no podía ser de otra manera, y nos reímos un poco de nuestra ignorancia. Bien, exactamente nos reímos de mi-ig-no-ran-cia. En esto, siempre encuentro colaboradores entusiastas.


Esta anécdota me lleva siempre, soy de rutinas, de costumbres, de aquí para allá, de abajo para arriba, de arriba para abajo (en ascensor, claro está). De mi angustia no se muere nadie, ni siquiera yo, y así vamos hasta que nos cansemos. Así pues la historia del blanco sobre blanco me llevó a la otra historia, la del pintor Plasson, de “Océano mar” (Antonio Baricco) que pintaba solamente cuadros del mar… ¡Y eran cuadros de color blanco! (azules hubiera sido todo un desastre para Baricco, digo yo); algunos, sólo algunos, con un leve “detalle” que llamaba la atención. También, la de Auggie Wren (Harvey Keitel), el estanquero de Brooklyn que personifica la rocambolesca historia de cómo consiguió su cámara fotográfica y de por qué se decidió a elaborar su singular colección de fotografías: el mismo encuadre de la casa de enfrente a lo largo de 14 años, en “Smoke”, la película “escrita” y dirigida por Paul Auster….



Aunque no me hagáis demasiado caso. Los que buscamos sin brújula nos movemos necesariamente entre lo real y lo onírico… y con tales ingredientes la verdad es que casi siempre nos perdemos. Por eso mismo, sin lo “aparentemente absurdo” nunca nos moriríamos, como les ocurre a las ratas en el subsuelo de Nueva York. Y eso sí que sería una condena. Ni pranayamas ni hostias. Una verdadera putada.

Casimir malevich   500 x 448 blanco sobre blanco
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1.8.11

La defensa francesa



Rick Blaine está jugando al ajedrez contra sí mismo (las reglas del juego también están para jugar contra ellas) cuando le acercan un talonario para que garabatee su conformidad. En la parte inferior del talón vemos claramente el día y el mes: tres de diciembre. El año queda fuera del campo de la cámara, aunque ese dato nosotros lo conocemos perfectamente. Se trata de 1941. Quedan cuatro días para que los japoneses ataquen Pearl Harbor.

Esto no es Casablanca ni yo Rick Blaine, eso ya lo sabéis vosotros de sobra,  aunque ya me gustaría dejaros en paz de una vez (and viceversa) y anclarme en un Café de alquiler (por favor, nada de hipotecas por favor), Le Café Pierre, por ejemplo, y contemplar como pasa la gente, sin tanto humo. Desde que salió la Ley que permitía no fumar, como bien dijo la inteligente y socarrona Maite, aunque siempre marcando las distancias, todo se ve más claro. Esto es París y aunque no es exactamente una fiesta sí que lo es mi barrio (quartier) repleto de restaurantes turcos, tunecinos, hindúes… donde no te encuentras ni por casualidad a la francesita chic con los labios de un rouge dibujado con punta fina, un peinado impecable y unos ojos azul turquesa (sic) que te cagas, ni el chico de tez blanca como la leche con ojos como navajas de afeitar y cierta  prisa, corbata y maletín.
No, que va, aquí todo son putonas potentes, o simplemente hermosas como un rinoceronte, que diría Dalí. Sí, en la rue des Petites Ecuries, cruce con Saint Denis (donde mi chica y yo vivimos temporalmente), antigua carretera a alguna parte, lo negro es casi bello y, desde luego, jamás “bajito”. Todos ellos campeones de “altura”,  la mayoría de buen porte, la mayoría con su particular elegancia donde abunda la chaqueta o el pantalón blancos, porque mola su contraste con la piel negra, porque sólo algunos delaten un cierto aire macarra… Parece que vivan en des Petites Ecuries, rondando la calle todo el día, como montando guardia frente a toda una hilera de coiffeures cheveux afro siempre a rebosar donde les pintan –o les ponen de postizas e infinitos colores- las uñas a las jovencitas con rasta que anuncian ya, a su incierta edad, sabrosos culitos de pera, las que sus mayores lucen, despampanantes, con unas tetas que se salen de las órbitas de sus escotes y de mis ojos, barriendo con sus desbordantes caderas la acera de energúmenos con bermudas y cara de pato como el que suscribe. ¡Qué contraste con los refinados y retraídos hindúes! No por ello, todo sea dicho, menos atractivos que Brad Pitt… Pero ahí están los mastodontes: un café noir en cada puerta, en plan Babilonia.



Aquí me tenéis, pues, en París siempre vale una fiesta, un mozo como yo, en plena primavera de su vejez, que cumplo los sesenta el mes que viene y, aunque me la traiga floja, confieso que ya empiezo a estar un poco harto de tanto ir y venir por este  planeta Tierra, ¡cómo no!, acompañado siempre por mi oscuro pasajero. En París y con un único libro de cabecera, el bueno de Bill Bryson: “Una breve historia de casi todo”, donde explica, como si lo hiciera para niños de ocho años (toda una habilidad) que el Universo no se entiende bajo cualquiera de las perspectivas newtonianas, o sea, que el universo no es finito ni infinito, sino todo lo contrario: el universo es el universo y lo demás es nada. Nada de verdad, no de la que se encuentra en el Corte Inglés o en las Galerías Lafayette. Y, aunque dicho así parezca una entelequia, una tautología o simplemente una idiotez, la madre que parió a Edwin Powell Hubble, Albert Einstein y compañía, pues entre mi amigo Bryson y la rasca y ventolera en el Bateau Much, no he tenido más remedio que pasar de la jornada completa de Lisboa, Praga y Nápoles, a la más amable y compasiva, también llamada "reducida" (es decir, de 9 a 15 horas) pateando las calles de París y por las tardes siestear dos horas como tienen reglamentado las Morsas, se hallen en su medio natural o exiliadas como el menda.

Esto significa levantarme con un cafetera de las grandes tatuada en la frente, poner a Louis Armstrong, "That Old Feeling", ese disco mano a mano entre el mencionado trompetista y el gran Oscar Peterson, descargar las fotos del día, fumarme un canuto y esperar a que mi querida esposa se despierte después de una exhausta  "journée complète à le mer", en la que se incluye una compra de zapatos después de probarse cuarenta (había oído hablar de eso pero siempre pensé que era una leyenda urbana fomentada por las multinacionales del calzado o por una campaña antitabaco.

Aguarden… Ahora mismo acaba de aparecer, arrastrado su hermoso camisón de algodón en rama directa hacia el lavabo, musitando un enosdías como para niños de ocho años, y al salir, ya un poco más despabilada lo primero que ha dicho es "¡Qué asco, esto huele a tabaco! Ah, les femmes... lo mejor de ellas son sus andares de princesa (es decir, el morbo y el sexo, en este orden) y lo peor… ¡Ay! Lo peor es que siempre lo quieren TODO. Así, cuando uno juega con las piezas negras no le queda otro remedio que recurrir a la “defensa francesa”.

Rick también juega con las piezas negras y, como no podía ser menos en territorio “libre” de la Francia de Vichy, lo hace con una defensa francesa. Una defensa “valorada por algunos entendidos – nos cuenta Manuel Rodríguez - como difícil de jugar para el negro”.

"Esta es, digamos, la posición inicial, donde comienza la escena – prosigue Manuel Rodríguez- , y les toca mover a las blancas. Rick está en el lado de las negras. Es una defensa francesa, valorada por algunos entendidos como difícil de jugar para el negro pero en la que puede haber una larga lucha. Es sobre esta partida donde medita Bogart, y en la que, a lo largo de toda la escena, efectúa ya un solo movimiento, pues Peter Lorre aparece y comienza a contarle algo que merece la pena escuchar, y aunque no parece que Bogart descuide el juego, es evidente que la concentración ya no es la misma. El movimiento que hizo con blancas es Cb5."

Rick hace como que no se entera pero, francamente, yo creo que acaba descubriéndolo a medida que Ilse (Ingrid Bergman) deja de convertirse en un recuerdo y se convierte en una realidad pura y dura. Sí, ya lo sé. ¡Bien que lo sé! Aparece con su belleza resplandeciente, aunque acompañada de un combatiente con cara de estar por otros asuntos y un policía de uniforme con pinta de Louis de Funès.

Se ha enfatizado mucho sobre la pregunta de Ingrid Bergman a Michael Curtiz: Pero... ¿De quién estoy enamorada, de Rick o de Laszlo?  Respuesta del director: tú, de momento, haz como que de los dos. Lo que nos lleva directamente a otra pregunta idiota: ¿Puede enamorarse uno de dos personas a la vez? Luego está lo de la atmósfera del Café Rick's, Sam tocando Knock on wood. Sam tocando otra vez As time goes by. Sí, lo de caer en la tentación de creer en la magia de pensar que el mundo puede ser un café, o poco menos. Y el pasmo de la peli: Todo preparado para el primer plano Ilse, imposible encontrar rostro más luminoso, presencia más resplandeciente, contención más expresiva.

No he oído cosa más absurda (y por eso mismo, “enternecedora”) que la parrafada final de Rick a Ilsa. Y el remate final del nacimiento de una bella amistad, con Claude Rains ya es virtuosismo puro. Rick está cansado de aventuras inciertas, y la relación con Ilse lo es de todas, todas. No hay segundas partes buenas. Su renuencia inicial a ayudar a los buenos, aunque finalmente se deje arrastrar por los acontecimientos, es una muestra de ello. Bajo su capa de cinismo se esconde una honorable indiferencia (que no cobardía) ganada a pulso. Rick deja que Ilsa se vaya con Dios porque sabe que París no volverá, que esto de la pareja requiere un esfuerzo, que segundas partes nunca son buenas. Él lo que quiere es quedarse tranquilo con su café, sus trapicheos con Ivonne y sus partidas de ajedrez, que siempre evolucionan como a él le da la gana ("¡De todos los cafés que hay en el mundo, ella tuvo que venir al mío!”). Honorable deseo que, a la vez, convierte en honorables a todos los que alguna vez perdimos alguna batalla y acabamos reconociendo que, a veces, es mejor que siempre nos quede París que ninguna parte, pero que, en todo caso, ya estamos a gusto con la molicie de nuestra rutina y nuestras manías, sin necesidad de que nadie, hombre o mujer, nos diga qué tenemos que ponernos, ni que película hay que ir a ver.

Manuel Rodríguez: La variante Casablanca, (METAJEDREZ)
http://chessmagic.juntaextremadura.net/modules/news/article.php?storyid=350
 

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17.2.10

Goodbye, adiós, bienvenidos y buena suerte…


Todo empezó probablemente pasado el verano de 2002. Con el otoño suele llegar la melancolía y la relación entre este estado emocional y los meses de tardío es de sobra conocida. Quizás por eso Ferran Jordà me ofreció crear una Web personal donde publicar mis “Informes”, y fue entonces cuando, después de reflexionar unos instantes, le respondí que por qué no una Revista. Le gustó la idea, así que nos pusimos manos a la obra y un jueves 27 de marzo de 2003, en la cafetería librería CAT-Guinardó (que ya no existe), se presentó una Web de literatura y otras hierbas.

Su nombre: “Literatuya”. Fue un ejercicio de imaginación a dos manos, aunque Jordà aportara, además, la creatividad e imaginación de su tecnología, en su elogiado diseño de la Web. El que suscribe contribuyó con el andamiaje conceptual, basado en el mágico mundo de los Cronopios, las Famas y las Esperanzas, de Julio Cortazar, poniéndole nombre a cada casilla de la Revista y, también, un poco de filosofía de bolsillo, que, a fin de cuentas es la que mejor funciona. Y como Ferran me pidió un titulo que tuviera connotaciones con el vocablo “literatura” se me ocurrió, en uno de esos escasos momentos de gracia o inspiración que hasta el más mísero habitante del planeta tiene alguna vez, el término “Literatuya”, que como su morfema pretende querer decir: “nuestra Literatura también es tuya“. De ahí, asimismo, la expresión que acompaña al título: “escribo porque escribo y porque tú”, que de esta guisa se convirtió en el lema de la revista. La cosa duró hasta noviembre de 2006 y fueron tres años la mar de fructíferos en los que, todo sea dicho, los cronopios nos divertimos de lo lindo.

Treinta y dos cronopios andan sueltos por ahí, pues la revista sigue navegando por la red, sin rumbo pero con garbo. De ahí, muy probablemente, el título de la crónica de su presentación en sociedad: “Alguien anda suelto por ahí”. Y poca cosa más. Una de ellas, sin embargo, la obligada la mención a algunos cronopios que, con su constante presencia animaron y fortalecieron el viaje. Fueron Rosa Mora, Juan Manual García Ferrer y Jorge Brotons, por mencionar a los más entusiastas. Gracias, Rosa, Juan Manuel, Jorge...

Finalizada la singladura de “Literatuya”, y ya plenamente enredado en la “red“, el 17 de febrero de 2006 nació el blog “Morsa dice…” con un artículo premonitorio titulado “Buenas noticias”, una breve crónica sobre la película “Crash” de Paul Hagáis. Un total de 453 “Informes” jalonan estos 4 años, ni un día más ni uno menos, hasta el 17 de febrero de 2010.

Y ya andaba yo rumiando sobre las estrecheces del blog, cuando mi amiga Paloma, en un encuentro casual en la Cerdanya, se ofreció a construirme una Web en un plis plas, y le quedó tan guapa como todos sabemos. Mi propuesta no pudo ser más sencilla y a la vez ambiciosa. Para empezar, y permítaseme que a partir de aquí utilice el plural, lo primero que hicimos – pues fue una sugerencia - como casi siempre acertada de Juan Manual- fue eliminar la “selectividad”, o dicho forma más clara, la censura. Acto seguido, ofrecimos a la peña que se soltara, que creara su propia sección, garito, rincón, o como queramos llamarlo. Luego nos enrollamos, como siempre hacemos los cronopios, apenas percibimos la oportunidad -¿impunidad?- del soliloquio, invitando a:

todos aquellos que han “hallado” pero, también, aquellos que siguen buscando, entendiendo por búsqueda tal como la definió Cortazar en Rayuela: “buscar era un signo, emblema de los que salen de noche sin propósito fijo, razón de los matadores de brújulas”. Los cronopios somos expertos en socavar cualquier cosa sospechosa de statu quo que se nos ponga a tiro, sean brújulas o manuales de urbanidad. Y a veces, como le ocurre a nuestro admirado Vila-Matas, nos da la locura y salimos a la calle con la sana intención de “acabar (de una vez por todas) con los números redondos”. Quizás por eso dicen que somos un poco artistas y otro poco iconoclastas. Puede que tengan razón y también que exageren, vaya usted a saber. Lo cierto es que difícilmente pediremos permiso para hacer de las nuestras, aunque nunca renunciemos a nuestra “presunción de inocencia”. La inocencia de la pasión por el juego, apreciando el significado semántico de “juego” en el sentido en el que lo expresó Johan Huizinga en su Homo Ludens: "Todo lo que en la poesía se va reconociendo poco a poco como cualidad consciente: belleza, carácter sacro, poder mágico, comienza por estar dentro de la cualidad primaria del juego."

Su constructora es nuestra amiga y cronopia Paloma, y el “administrador” (¡Uy, que palabreja!) un tal “cronopio”, servidor de ustedes. Para su construcción no hemos pedido ayuda al Señor de los Anillos pero sí “Señor de los cronopios”, Julio Cortazar, quien nos ha enviado un telegrama desde el otro lado de acá (¿desde dónde sino?) con un escueto: “allá ustedes… mientras no prohíban fumar y pongan de vez en cuando un disco de Coleman Hawkins o de Bessie Smith, aquí nadie va a quejarse”. Así pues, la estructura de la revista está inspirada claramente en la “nomenclatura” cortazariana, que es con la que los cronopios nos sentimos más a gusto. Sólo una advertencia: no admitimos adhesiones inquebrantables. Así que nadie se preocupe por si le gusta o no el escritor argentino. Bienvenidos y bienvenidas pues, también todos aquellos que detesten las etiquetas.”
Así que aquí estamos otra vez, dando la lata. Bienvenidos y buena suerte.

Web Literatuya, escribo porque escribo y porque tú: http://www.literatuya.com/
Web Literatuya. Editorial: http://www.morsadice.com/index.php/editorial
Blog Morsa dice: http://arturomontfort.blogspot.com/
Web Morsa dice...: http://www.morsadice.com/

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Pau Malvido: Represión, Formentera, flipada. 1972...



Represión, Formentera, flipada. 1972...
Pau Malvido
sobre el Rollo underground dels 70 i la cultura alternativa a BCN


“A l’article ‘Represión, Formentera, flipada. 1972’, Pau Maragall exposava dos temes centrals. En primer lloc la diferencia entre les dues generacions d’enrotllats durant els darrers anys del franquisme. Els integrants de la primera generació havien nascuts a l’entorn de 1950 i van començar el viatge entre el 67-68. Van passar més desapercebuts entre el desconeixement general. La segona generació es va donar a conèixer entre el 71-73, corrien per bars com el Zurich i el London i el seu lloc de trobada més emblemàtic va ser la Plaça de Rei. Eren més pobres, més polititzats i van ser més castigats per la Guardia Civil.
En segon lloc. el Pau parlava de Formentera i explicava abastament les condicions de vida a la illa. Em pregunto si encara avui “el capellà” i “el Dinamita” es dediquen a donar pallisses al personal perquè caldrà fer alguna cosa.
Canti


“La primera generación de freaks barceloneses, los que empezaron a enrollarse por la vía rara hacia 1967-68, llegaron al máximo de su clímax psicodélico hacia 1971-72. Un ciclo de cuatro a cinco años durante el cual habían pasado del ‘Preu’ recatado a la parida cósmica, pasando por la política, la grifa, la tribu y el LSD. De los dieciocho a los veintitrés. A partir de entonces la cosa cambió. Ya no estaban solos, salía gente nueva por todos lados, más jóvenes y también más viejos. Viejos de treinta años que miraban hacia atrás e intentaban recuperar su primera juventud perdida en la oficina, la universidad o el partido. Al llegar al clímax llegaron también al inicio de la bajada. El descenso fue duro para algunos y positivo para otros.

En el 71 se organizó el Festival de Granollers, salió él Tercer Frente de Liberación Universal, los catalanes formaron un núcleo consistente en Formentera, el LSD estaba a la orden del día, Pau Riba había dado el golpe el año anterior en el Price, los festivales del Iris no habían tenido consecuencias posteriores. Los trips y sus temas empezaban a repetirse y parecía que toda aquella energía no encontraba salida al exterior. Casi todo quedaba dentro. En el 72 Sisa organizó el último coletazo público, el «Darling Sisa», en el Iris. Pero ya la cosa iba por otros caminos. La familia Manson fue tomada como pretexto para desencadenar una campaña antihippie en todo el mundo. En el diario ABC de Madrid se denunciaba la presencia de indeseables drogadictos, violadores de menores nudistas en las playas baleáricas. Las nuevas generaciones hippies nacían en un ambiente aparentemente más abonado, más amplio, pero realmente más represivo. Se radicalizaron rápidamente. En el Bar London de la calle Conde del Asalto se reunían los hippies frustrados y perseguidos. Sus intentonas poéticas, mágicas, libres, se veían cortadas por todos los lados y se formaron grupos libertarios, anarquistas, radicales. (estudiantes-libertarios, marginados radicales, etc.).

Si la primera promoción había pasado de la política radical al hippismo, las siguientes hicieron el camino inverso: del hippismo más entregado a la política radical, al freakpolítico, al anarquista inquietante. Recibieron muchos palos. La primera promoción había heredado los usos y costumbres de la clandestinidad y la prudencia de su anterior militancia política y los había conservado al observar su aislamiento. La segunda promoción se lanzó de buenas a primeras al hippismo: el típico hippie descarado de la Plaza del Rey, sentado fumándose porros, pasándolos a desconocidos compañeros, las concetra-traciones de «tripantes» en masa de las Ramblas en medio de la mayor confusión propia y extraña coincidieron con un ambiente antihippie y con una represión más eficaz. La Guardia Civil organizó la famosa “Brigadilla” compuesta de agentes y colaboradores peludos, pseudohippies, que compraban o vendían “mierda” por todas partes, fichando al personal en cantidad.

Y cayeron los palos. La redada de Cadaqués, masiva, los registros de pisos de forma simultánea, la persecución de menores de edad, los encierros sorpresa en las Ramblas, la actividad de la Interpol en Ibiza. La primera promoción aguantó bastante bien porque ya estaban de baja. Muchos de viaje por el extranjero, otros en Formentera, unos cuantos buscándose la vida de formas más legales, y bastantes más flipadillos tras su vertiginosa ascensión lisérgica. Los intentos de instalarse a un nivel de trip alto y a la vez manejable y cómodo, conocido y manipulable, fracasaron. Había que bajar para después volver a subir, a subir de otra manera que ya explicaré más adelante. Desde luego no soy de los que piensan que el rollo empezó, se acabó y no ha pasado nada. Ha pasado mucho y la cosa continúa hoy en día como ustedes pueden ver y verán. Solamente hablo de un ciclo determinado e histórico de la vida de una gente que hoy continúa viviendo y haciendo. Son minoría escasísima los que acabaron renunciando a todo e intentando emprender una “vida normal”. En todo caso solamente aquellos que en su momento más flipado (es decir, perdido, desorientado, caído en el vacío o en un lleno de confusión) se dejaron atrapar por los gurús de diversa índole que acechaban por doquier en busca del “pobre perdido” para enseñarle la “verdad” y la forma de trabajar y ser serio de una forma alegre y entregada a la organización (que sacaba sus buenos beneficios de tales operaciones, como lo demuestran los pleitos fiscales y financieros habidos entre varios de esos gurús).

En varias ocasiones ha salido Formentera por estas
páginas vagando como un fantasma absorbedor. Voy a entrar en Formentera ahora más de verdad y así quedará mejor explicado además el ciclo 68-72 del que hablo. Formentera tiene 17 kilómetros de largo. El kilómetro cero es el puerto, al que se llega desde Ibiza en la Joven Dolores, antes, o en la Tanit y sus hermanas ahora. Cerca del puerto hay zonas turísticas, más adentro la capital, San Francisco, con un gran saliente desértico a su derecha, el cabo de Barbería. Siguiendo la carretera principal se forma un istmo, un paso estrecho, con playas y calas a lado y lado. Luego la carretera sube y sube hasta llegar a la gran meseta final, La Mola, tierra de promisión y de reclusión de hippies y freaks. El único núcleo importante de población de La Mola es El Pilar, unas cuantas casas al lado de la carretera: tres bares que a la vez son colmado y correos, la iglesia y se acabó. Al final de la carretera, los acantilados y el faro. Los americanos y nórdicos llegaron en plan hippie hacia el 65-66. Gente limpia, sonriente, con teorías y prácticas de una nueva salud física y mental. Tenían casas alquiladas por cuatrocientas al mes como máximo. Iban y venían de Marruecos o Afganistán. Se hacían visitas entre sí y acogían con esmerada simpatía al forastero. Los nuevos que iban llegando se instalaban primero en la playa, vivían y dormían allí hasta que por cansancio o por expulsión de la Guardia Civil se agrupaban para alquilar casas en La Mola, el terreno más alejado, más incontrolable y disperso. Para suministrar a los de la playa lo mínimo indispensable para comer y beber se montó el Blue Bar, punto de reunión de los hippies-sin-casa. Algunos catalanes llegaron por allí hacia 1968, en pleno apogeo yanqui-nórdico-sonriente. Se acoplaron más o menos a los rituales, pero no por mucho tiempo. Eran diferentes. Además la Guardia Civil y los propios campesinos mostraron hacia los catalanes una hostilidad que nunca habían utilizado con los extranjeros. Se empezó a formar una extraña red de relaciones. Los payeses alquilaban casas, la Guardia Civil exigía la inscripción en un registro especial de los habitantes de cada casa alquilada y presionaba a los payeses a no admitir más de un número determinado de hippies en cada una. Los payeses no podían evitar que las casas se llenasen más de lo permitido y entonces dudaban entre denunciarlo a la Guardia Civil o intentar cobrar más para compensarse del riesgo que corrían si la Guardia Civil registraba una casa y hallaba más elementos de los inscritos. La Guardia Civil de vez en cuando clausuraba alguna casa, sellándola y prohibiendo su habitabilidad durante uno o dos años.


Los payeses no sabían si enfadarse con la Benemérita o con los hippies. Los catalanes eran más perseguidos, se pedían fichas a Barcelona, eran más hábiles a la hora de discutir los precios, alquileres y leyes. En fin, eran más incómodos. Todo el asunto se basaba en teoría en una Ley de Salubridad e Higiene Pública que prohibía el amontonamiento de gente en las casas. Nosotros pensábamos con cierta amarga ironía en las masas de realquilados apretujados en el barrio viejo de Barcelona, en los bloques de tres familias por piso de los barrios obreros. A los extranjeros como máximo se les expulsaba, a los ibéricos se les hacía pasar por cuartelillos y juzgados. Al principio de la llegada de catalanes e ibéricos diversos a la isla, los americanos dominaban el asunto, sobre todo en cuanto al tráfico de “mierda”. Se lo tenían muy montado, los tíos. Y había excedentes a repartir gratis entre todos. En el 71 muchos de los elementos representativos de aquella primera promoción de freaks barceloneses estaban en Formentera. Ya habían estado antes esporádicamente, perdidos entre la mayoría yanqui. Ahora formaban ya un núcleo más numeroso, más fijo, con sus propios ritos. Pau Riba y Mercè Pastor, tras la obligada estancia en la playa, ascendieron a La Mola y se instalaron, como muchos otros para los que la playa resultaba una sucesión de persecuciones y huidas. Xavier, el eterno granjero, vivía a su lado. Parieron allí a sus primeros hijos sin médicos ni comadronas, a la luz de las velas y con el agua de la cisterna, lo que les valió cierta reputación de brujos entre los payeses que ya se habían acostumbrado a parir en las clínicas de Ibiza. El profeta ampurdanés, Damià, rondaba por allí tramando maniobras político-cósmicas. Un servidor se fue para allá con Ana y se flipó tremendamente a los cuatro meses, en pleno eclipse de luna. Las cosas se ponían algo durillas. Nada más llegar a la isla en aquel mi tercer y más decidido viaje me fui a una barraca en el kilómetro 9, abajo. Un amigo catalán y un escocés enloquecido se liaron. Brian, el escocés, quería matar a Quique con un hacha. Cuestión de mujer. Quique esquivó el golpe y el hacha le rozó la muñeca, en la que todavía le queda la señal. Yo venía del Festival de Granollers, de la culminación del hippismo barcelonés. Aquello ya era un síntoma. Llegaron más catalanes. Unos se trajeron a su madre, cansada de un marido opusdeísta. La agradable señora hacía chocolatadas para todos y se montaba sus historias. Un viejo francés buscador de agua y vibraciones a base de péndulo le iba detrás. Los viejos hippies se cerraron sobre sí mismos ante la oleada de ibéricos. Los franceses se instalaban en las pocas pensiones que habían (la Fonda Pepe) y daban toda la bronca que podían como es usual, sin mezclarse demasiado con los fijos. Los catalanes intentaron montarse su propio aprovisionamiento de chocolate con suerte diversa. Cogieron a tres y los mandaron al juez de Ibiza, que como de costumbre y para mayor desesperación de la Guardia Civil, pasaba bastante de todo. Estaba harto de expedientes y casos y se los sacaba de encima como podía. Lo fastidiante era la Peligrosidad Social que caía a posteriori sobre todo ibérico absuelto en Ibiza. Como saben ustedes (y si no deberían saberlo) la Ley de la Peligrosidad Social no se basa en delitos probados sino en conductas. Por conducta extraña, vagancia, inmoralidad, “cinismo público (?)”, homosexualidad, presencia en ambientes delictivos, actitud delictiva “en potencia”, etc., podían caerte y pueden caerte todavía diversas penas de cárcel, destierro, confinamiento, presentación regular en comisaría, demostración de un año seguido de trabajo fijo y si no destierro, etc. Todo ello independientemente de las sentencias de contrabando (multa) y atentado a la salud pública que corresponden propiamente al tráfico de drogas. Así, si uno salía librado de estas dos últimas cosas o si cumplía con lo sentenciado, encima le caía el juicio de Peligrosidad Social. En fin, una ley que es una joya.


El ambiente, pues, se ponía duro y los antiguos americanos empezaron a desaparecer o en todo caso a cerrarse en banda y desconfiar de todo bicho con pinta de latino. Aunque no todos. Todavía está en Formentera el eterno Toni, americano bajito y moreno (¿será por eso?) que se relaciona con todo el mundo, seguido de su escuadra de perros bastardos. En teoría se está haciendo una casa y trabaja de paleta para ganar el dinero, la práctica y el material para hacerse la casa esa. Pero lleva más de ocho años en Formentera y me parece que todavía no se ha hecho con la casa. Hacia el 72- 73 llegaron ya ibéricos de toda clase y condición, a ratos. El alcohol empezó acorrer como pasó también en Barcelona y en Nueva York y en donde quieras. El puritanismo inicial de los hippies respecto al alcohol se acabó. Los trips interiores en bajada, la represión aumentó, el dinero en descenso (hasta los nórdicos empezaron a tener menos dinero), la vida dura. Todo ello favoreció la salida del trip exterior, desmadrado vinícola. Moscatel y hierbas se empezaron a consumir en el bar de la Catalina y el Miquel a litros. Los payeses aquello lo entendían mejor y al mismo tiempo les daba motivo para modificar la visión que de los trips tenían. Antes eran unos personajes misteriosos y un tanto distantes (aunque los payeses todavía eran más desconfiados y distantes). Ahora con el vino y el desmadre los freaks aparecían como juerguistas, y por tanto más entendibles y más despreciables quizás. Cuando algo no se entiende se puede desconfiar, admirar o temer. Cuando se entiende por fin se puede decir: al fin y al cabo esta gente son como los borrachos y juerguistas que cada pueblo del mundo tiene. Tanto rollo y mira lo que son. Y al mismo tiempo eso llevó a una mayor confraternización entre freaks e indígenas. Porque indígenas que beben vino, naturalmente, hay muchos. Hoy en día el desconfiado Miquel del bar de la Catalina, en La Mola, se tira la juerga con los freaks. Y el cura y el «dinamita», que en su tiempo habían montado una banda de apalizadores de hippies, hoy pasan de todo. Al cura lo intentó destituir el obispo de Ibiza, por razones que no quiero mencionar para no insistir en la miseria de aquel hombre. El cura (que no es el de La Mola, es de abajo) se negó a irse. Le quitaron el sueldo y trabaja de camarero y continúa diciendo misa los domingos si no me equivoco. El “dinamita”, de la gasolinera, también pasa de apalear y se apunta a alguna juerga. Varios paletas ibéricos llegados para trabajos temporales a la isla se han quedado allí más hippies que cualquiera. Y, en fin, quedan por mencionar tres personas singulares: el Gabrielet, hijo de buena familia de Ibiza, que se pasó a escultor y padrino de hippies. Vive como un payés, invita a grandes comidas y se conserva fuerte a sus cincuenta años (más o menos). Hace comentarios en voz muy alta en el bar, replicando a la tele. Después, el abogado barcelonés maduro, de melena gris, gran vitalidad, anfitrión de enormes fiestas hippies a la luz de la luna. Y el jesuita que enloqueció. Llegó a la isla y se fue a vivir al campo con las tribus-de-los-sin-casa, predicando amor fraternal. Fue bien acogido y ahora está al frente de una organización legal en Barcelona para acoger y defender a marginados y homosexuales.



Mientras las primeras promociones de hippies catalanes bajaban de sus grandes trips mentales a base de flipadas, desmadres, viajes al exterior en busca de nuevo aire, palos o marcha alcohólica, las nuevas promociones lo vivían todo a la vez: el gran trip, la flipada, la represión. Su ciclo fue mucho más corto. No tuvieron ni el tiempo ni la tolerancia ni la conducta clandestina que habrían necesitado para ser hippies. Y entonces lo fueron todo a la vez: hippies, perseguidos, ratas de ciudad, activistas, triposos descarados. No pudieron montarse un rollito propio a no ser que fuese en la calle. Los festivales «nuestros», como el de Granollers o los del Iris ya no eran posibles. Solamente algunos festivales póstumos de la primera generación. Como el Festival de Sants, de memorable significación. En medio del polvo del campo de fútbol desvencijado de un club de barrio Pau Riba y Toti Soler, electrificados en cantidad, se enrollaron muy bien y la gente bailaba enloquecida. Allí estaban los supervivientes de los antiguos y muchas caras nuevas que no tomaban aquello como cosa suya, pero que vacilaban lo que podían. Toda esa nueva gente quedó de hecho a merced de los grandes tinglados que pronto aparecerían. Los festivales con ídolo extranjero traídos por Oriol Regás y su mafia divina. En el 72 se acaba el rollo inicial de la primera generación, mientras nuevas masas de freaks se lanzan a las calles pululando en busca de algún rincón seguro. Salen poetas y músicos, revistas (La Muerte de Narciso), embriones de grupos como lo que más tarde sería el Rrollo Enmascarado, todo al mismo tiempo muy descarado y reprimido. Los lugares de concentración, los cantantes representativos, todo eso brilla por su ausencia. En 1973 se abre el Zeleste que parecía iba a ser el centro freak número uno, aunque lo fue poquísimo tiempo. De eso hablaré más adelante.


Es necesario señalar un cambio significativo. Porque mientras los antiguos iniciaban todo un camino de bajada, desmadre y subida que duró al menos dos o tres años (72- 75) y los jóvenes iban en banda, perdidos por las calles, salieron otros hippies. Sí, sí, hippies de ropas amplias, limpias, cuidadosas, semicampestres. La figura de Maria del Mar Bonet puede resumir un poco la imagen de esta gente. Gente contemporánea a la primera promoción, pero que se incorporaron más tarde tras esperar unos años a ver qué pasaba. Gente ya de veinticinco años o más que recuperaba su tiempo perdido (perdido en cuanto a rollo pero ganado en cuanto a plata). Habían acabado sus carreras, se habían casado, emparejado o lo que fuese, trabajaban, ganaban buenos o malos sueldos. Probaron el LSD manteniendo su posición pero modernizándose en plan hippie. Profesionales, arquitectos, médicos. Se compraron casas en el campo. Menorca era su lugar: una isla mucho más rica, civilizada, liberal, armónica, estética. Y así, mientras antiguos y jóvenes se fundían en una masa de freaks anónimos dispuestos a mucho pero con pocas posibilidades por el momento, unos nuevos hippies, mayores, más ricos, cuidadosos de su salud y de su estética, salían a flote. Algunos de ellos animaron y protegieron a los freaks-ratas-de-la-ciudad en sus intentos de expresión sobre todo a nivel artístico. El Zeleste viene a ser el resultado de ese apadrinamiento, el símbolo del contacto entre esos nuevos hippies mayores y los viejos y jóvenes freaks zarandeados por la vida y por la marcha que llevaban acuestas. Un contacto no siempre fácil, que ha tenido muchos problemas, pero mucho más positivo sin lugar a dudas que el mercaderío mafioso de los grandes festivales importados, las grandes modas importadas, los productos vendibles a costa de la imagen freak y todos los intentos que vemos por comerciar en beneficio propio especulando con las ansias de libertad de la juventud.

Los freaks, pasando de todo para poder vivir su vida, se presentan a veces como víctimas fáciles de los que desde el tinglado comercian y especulan. Pero la cosa no es tan sencilla como parece porque los freaks también aprenden, como todos, a devolver las pelotas si hace falta. Si no les dejan vivir su vida, si comercian con ellos, si les meten a saco en festivales carcelarios, si les estafan hasta la música que les gusta, si les apadrinan para sacarlos a flote en plan seriecito, también es cierto que se cuelan gratis siempre que pueden, que forman en primera fila cuando estallan conflictos sociales fuertes (y eso quedó bien claro en las manifestaciones de febrero de 1976 como lo había quedado cuando lo de Burgos) y que mantiene, contra viento y marea, una forma de vida que si la queréis llamar libertaria pues vale. En todo caso son gente que nada tiene que perder con un cambio social radical. Hoy en día centenares de comunidades orgánicas o descontroladas están funcionando. Ya se verá qué pasa con ellos. En el próximo capítulo del serial este intentaremos dar a conocer algunos de los grupos actuales aunque sea solamente para incitar a los demás a manifestarse de algún modo si lo consideran necesario. La península es muy grande y hay muchos caminos de encuentro y de perdición. Cada grupo hará evidentemente lo que quiera y pueda para relacionarse o no con otros. Y de eso se trata, de que cada uno haga lo que quiera y no se deje timar por nada, ni siquiera por 'el Star’.

Pau Malvido
Nota de lwsn:
La Ley de la Peligrosidad Social llamada también la Peligrosa sucedió a la antigua Ley de Vagos y Maleantes, llamada la Gandula

La Web sense nom
Publicat dins: Articles - 05/10/2008
http://www.lwsn.net/article/represion-formentera-flipada-1972-pau-malvido

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13.2.10

ENSAMBLAJE


En este mosaico de fotografías, se extienden -como si las contemplásemos tras la ventanilla de ese imaginario tren que siempre nos lleva a otra parte- los últimos ocho años (2002-2009). Nos encontramos ante una especie de cuaderno e bitácora o vitae en el que nuestro entrañable “fotógrafo viajero”, nada más lejos que un turista accidental, vuelve a ser el persistente cazador de imágenes. Un perseguidor en toda regla: sus “presas”, más que recuerdos fijados en el tiempo, exploran la trascendencia del momento. ¡Ah! Detener el tiempo en un instante mágico, eterna ambición, tras la cual se oculta otra todavía más difícil, la de revelar esa dispersión de paisajes, perspectivas, tramoyas y escenarios que han supuesto todos estos años. Y, en todo ello y, sobre todo, la huella humana, muchas veces invisible, fundida en cada imagen captada por el ojo de su cámara, como sintiéndose capaz de construir, en cada clic un cubo de Rubik. Un cubo de Rubik siempre parecido y, sin embargo, siempre diferente, que confirma la correspondencia de elementos aparentemente tan contrarios como una puesta de sol, un contrapicado de un edificio majestuoso o una solitaria pieza del mobiliario urbano. Pongamos por caso: un banco desvencijado o una sombra sin dueño aparente. Eso que el propio Salvador ha dado en llamar, con acierto, y un tanto herméticamente, ENSAMBLAJE.



Así pues, ENSAMBLAJE, palabra que me sugiere combinación de piezas de diferente naturaleza y tamaño. Probemos de nuevo: combinación de piezas que se necesitan unas a otras para llegar a un tercer estadio. Atracción que, en definitiva, hace que el ser humano actúe y viva. Y aquí, sin pretenderlo, el concepto de viaje nos retrotrae a una especie de elipsis de la vida. Dicho de otra manera, cuando el retratista abandona su guarida, armado de su mirada y su cámara, se convierte en otro, en un ojo que mira el mundo con la curiosidad de un extranjero. Y es entonces cuando el punto de vista de Salvador Monroig queda de manifiesto: sus obsesiones, sus recursos, su técnica. También reconoceremos la persistente presencia del ser humano, el individuo sin atributos aparentes… Reivindicado siempre por Salvador, desde su obra iniciática “Imatges Urbanas” hasta el momento presente, mediante la captura del instante, al modo de su admirado Carthier Bresson.


De esta manera, contrastando más que enfrentando lo épico con lo lírico, nos muestra a partir de su particular visión de los espacios abiertos y monumentales, el “silencio” de la arquitectura urbana, el reverso del ser humano: su esencial soledad. Y lo hace de una forma eficaz y sin mayores ornamentos: resaltando la importancia de sus componentes aparentemente más insignificantes. De esta forma, nos muestra la firma de su “poética”, de su universo fotográfico. La vida, en fin.
Fotos: Salvador Monroig
“Ensamblaje”: DVD del autor. Edición limitada
Texto: Artur Montfort

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11.2.10

Fira jugar X jugar





Fira jugar X jugar
Quart Concurs Ciutat de Granollers de creació de jocs de societat
Programa
Campionats i concursos Concurs de creació Espai d'estands Programa Racó dels autors
REGLAMENT
del Quart Concurs Ciutat de Granollers de creació de jocs de societat, convocat per l’Ajuntament de Granollers

1. El Concurs està obert a tots els creadors de jocs, sense límit d’edat. Hi poden participar jocs de societat INÈDITS, és a dir, no editats anteriorment, comercialment o en forma d’autoedició, encara que sí que es poden presentar jocs publicats a internet. Els jocs presentats poden ser de qualsevol tipus, tret de jocs solitaris i jocs informàtics.

2. El Concurs consta de tres etapes:
- Tramesa de regles i primera selecció.
- Tramesa de maquetes dels jocs preselecciona3. Els participants hauran d’enviar les regles del joc i una fotografia dels elements que el formen. Les regles no podran excedir de 10.000 caràcters. També enviaran en un document a part una fitxa tècnica amb les dades de l’autor (nom, adreça, telèfon de contacte i adreça electrònica) i les següents dades del joc: nom, públic a qui s’adreça (infantil, familiar, jugadors experimentats, altres), edat dels jugadors, nombre de jugadors, durada aproximada de la partida, materials del joc, descripció d’un torn de joc. Tota aquesta documentació s’enviarà per correu electrònic, utilitzant exclusivament formats .pdf i .doc, a ccorrea@ajuntament.granollers.cat , fins al 8 de març de 2010. La documentació pot estar escrita en català, espanyol, francès o anglès. Si un creador envia més d’un joc, cada un l’enviarà en un missatge diferent.

4. L’organització del Concurs enviarà un acusament de rebut dels dossiers de documentació presentats.

5. Els autors dels jocs preseleccionats seran avisats per correu electrònic el dia 15 de març de 2010. Hauran d’enviar una maqueta del joc completa i preparada per ser jugada fins al 6 d’abril de 2010, en un envoltori prou rígid que permeti tornar-la a enviar al seu autor. Els danys que puguin tenir les maquetes en la tramesa no seran imputables a l’organització del concurs. A cap lloc de la documentació enviada (regles, tauler i/o altres elements de joc, capsa, etc.) hi haurà el nom de l’autor, per tal de garantir l’anonimat dels tests dels jocs presentats. Si hi hagués algun nom, l’organització l’esborrarà. Les maquetes s’enviaran a

Concurs de creació de jocs
Granollers Mercat
Carrer de les Tres Torres, 18-20
08401 Granollers

6. Els jocs preseleccionats es testaran i se n’escollirà un màxim de deu per a la reunió del jurat. Els autors dels jocs finalistes rebran una comunicació per correu electrònic de la condició de finalistes dos dies abans de la reunió del Jurat.
ts i selecció de finalistes.

7. Un jurat format per especialistes en jocs es reunirà a Granollers els dies 1 i 2 de maig de 2010. Si alguna causa de força major ho fa necessari, el jurat es reunirà el cap de setmana anterior o posterior. Designarà el guanyador del Quart Concurs Ciutat de Granollers de creació de jocs i, si ho creu convenient per la qualitat dels jocs presentats, atorgarà un accèssit. La seva decisió serà inapel•lable. El jurat valorarà l’originalitat, la jugabilitat, l’adaptació a diferents tipus de públics i els valors culturals dels jocs finalistes. En cap cas, el disseny gràfic o la presentació de les maquetes serà tinguda en compte pel jurat.

8. Les maquetes que hagin resultat guanyadores quedaran en poder de l’Ajuntament de Granollers. La resta seran tornades per correu certificat als seus autors abans del dia 31 de juliol de 2010.

9. La decisió del jurat es farà pública el dia 15 de maig de 2010 a la Fira jugarXjugar. El guanyador del Concurs recollirà el premi a Granollers aquest mateix dia. Rebrà 750 euros i tindrà la nit pagada a l’Hotel Granollers, per a ell i un acompanyant. També rebrà un val-regal de 750 euros, per gastar a la botiga de jocs online LaPcra. Si el jurat atorga un accèssit, el guanyador rebrà 300 euros.

10. L’organització lliurarà als principals editors espanyols informació sobre el joc guanyador i els altres jocs finalistes.

11. La participació en el Concurs significa l’acceptació integral d’aquest reglament.
- Reunió del Jurat i designació del guanyador.


Presentació d'Oriol Comas

Jugar ha estat des de sempre una activitat quotidiana de la humanitat. Jugar a jocs de tauler, els jocs socialment més elevats, és també una pràctica constant des de fa no menys de 4.500 anys. L'estudi i la divulgació d'aquest autèntic fenomen social i cultural ocupa ara tota la meva activitat professional. Fa cap a trenta-cinc anys, però, que el joc és la meva passió, com a jugador, creador, col•leccionista.


En aquestes pàgines (http://www.comascoma.com/cat/index.htm) podreu llegir i veure les meves creacions i els diferents projectes que he desenvolupat des de 1985 en l'àmbit del joc, projectes que molt bé poden interessar a la vostra organització, pública, privada, ONG, mitjà de comunicació, universitat o escola. Projectes que tenen en el joc una eina i un potent suport de comunicació en esdeveniments culturals i festius.
També es poden llegir en aquestes pàgines algunes de les coses que al llarg dels anys he anat escrivint sobre el joc i els jocs. Encara, si és això el que vols, trobaràs alguns jocs meus que podràs jugar amb només una mica de feina. Algú altre estarà interessat, en canvi, per la vincloteca que proposo per anar als que considero els millors webs del món sobre jocs de tauler.
Oriol Comas i Coma: http://www.comascoma.com/cat/index.htm

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