Hay días y días. Hay días Nijinski
Cartel publicitario del bailarín Vatslav Fomich Nijinski durante la temporada de ballet ruso en París.
Hay días y días, eso es cierto. Nadie en su sano juicio puede negarlo. Hay días pasables y hay días carcoma, días polilla. Son cosas de la vida, dice mi tendero, que tiene repartido su corazón entre el Real Club Deportivo y el Real Madrid y todavía sigue eufórico con lo del doblete.
De tal guisa, un día aparentemente normal puede convertirse, por arte de birlibirloque, en un día carcoma. Ya lo dijo el poeta: La gente se muere y no es feliz. Salen a la calle y les putean. A unos les da el ataque de ansiedad en pleno atasco y a los más desesperados (e irresponsables) les da por engancharse a la pantalla del televisor como un mosquito tigre y regodearse mientras la Barbara Rey y la periodista flacucha se sacan los trapos sucios por un montón de pasta. Literal.
Huelga de gasolineros, eso no me lo esperaba. Siempre hay un todavía más. Lo veo venir. Llegaré tarde al espectáculo.
En la zona del Grec hubo refriegas por un aparcamiento y también algún herido, que, todo sea dicho, fue atendido rápidamente por la municipalidad. Nosotros salimos ilesos. Ya ves para que te sirve tanta INFORMACIÓN. Compras la prensa para distraerte, para saborear las reiteradas y machaconas opiniones sobre el futuro de Oriente Medio y no te enteras de que acabarás loco por un aparcamiento. Nunca has creído en eso de estar informado. Nunca has estado ni remotamente informado. La realidad tiene tantas lecturas que no hay manera de elegir. Como en el programa del Grec 07. Miro desde mi ventana y me siento como James Stewart en La ventana indiscreta, no sé que escena elegir, mientras el ya diminuto círculo chato del sol veraniego se bate en retirada sobre los edificios vecinos y se me hace tarde. Renuncio a toda esperanza de descubrir algún crimen esta noche.
Un día como hoy, en el que el verano duda y te cae un chaparrón por menos de lo que cuesta media hora de un parking por minutos, puede fácilmente acabar en una jugosa reunión de vecinos, quienes, por cierto, se niegan a pagarle la indemnización a la mujer de la limpieza. Lo peor de todo, sin embargo, es que la reunión se celebre en el vestíbulo de la escalera, porque entonces no habrá manera de entrar en casa sin pasar inadvertido, por mucho que se te ocurra entrar como una bala gritando: ¡Correo comercial, correo comercial!
Pero tanta artimaña algún día te traerá fatales consecuencias. ¡Vete a saber de lo qué son capaces unos vecinos airados! Así que opté por huir y aceptar a regañadientes la aventura del Grec y enfrentarme a un espectáculo de danza en el Mercat de les Flors. Ahí estaban casi todos los de la serie Vent del Pli, que es como mi chica y yo denominamos jocosamente a la famosa serie localizada en un imaginario pueblo de la Catalunya Nord. Ella estaba guapísima: ¡Nadie mayor de ocho años tiene una sonrisa como la suya! En cuanto al espectáculo, una obra inspirada en las fotos que le hicieron a un Vaslav Nijinksi completamente loco. Serge Lifar, estrella de la Ópera de París, que lo visitó en el psiquiátrico de turno, ante la total falta de reacción del genial bailarín, en permanente estado catatónico, optó como último recurso, por efectuar un movimiento de danza. Nijinski, sorpresivamente, se levantó de la silla y dio varios saltos geniales, que la visitante o el reportero que traía consigo (el folleto no da detalles sobre esta cuestión) fotografío para la posteridad.
Imposible apartar la imagen de un decrépito Nijinski arrancando de las turbulencias de una memoria destruida su último respiro en esos cuatro saltos. La presencia de esa imagen mientras contemplaba a los ocho bailarines (¡Asombrosamente ninguno de ellos afectado por el síndrome de la anorexia!) describir uno de los mayores, armoniosos e impactantes descubrimientos del ser humano: La combinación de la música y el lenguaje corporal llevada a su máxima expresión. La belleza del cuerpo es infinita, diría Isadora.
De acuerdo, nunca se puede decir todo, pero yo creo que Nijinsky deseaba expresar lo máximo. Eso pensé, entre otras cosas (todas ellas más banales) esa noche que, sin previo aviso, y como suelen pasar estas cosas, de una noche carcoma o polilla había acontecido, mágica y asombrosamente, en una noche Nijinsky.
El año 1939, cuando ya hacía más de veinte años que no bailaba y estaba en tratamiento psiquiátrico, el bailarín Vaslav Nijinski recibió la visita de Serge Lifar, estrella de la Ópera de París, quien le mostró algunos pasos de ballet para refrescarle la memoria y, en respuesta, Nijinski hizo un magnífico salto, con expresión ausente, que quedó inmortalizado en una serie de fotografías. A partir de esas imágenes, la coreógrafa María Rovira, Premio Nacional de Danza 1998, ha creado un espectáculo que habla del concepto de la memoria, en el que el salto se convierte en una manera de encontrar impulsos primarios, incluso atávicos.Se trata de un espectáculo en el que se apuesta por la investigación y la calidad del movimiento en general, interpretado por Williams Castro, Isabel Tapias, Sol Vázquez, Marta Fernández, María Garriga, Reinaldo Ribeiro y Jaime Roque.El espectáculo comienza con un bailarín en escena que representa a un bailarín de edad avanzada en contraste con ocho bailarines de diferente formación, desde la clásica hasta el hip-hop o el break dance.La coreógrafa ha trabajado el salto que siempre surge por alguna razón, nunca por impulso propio, "saltos de alegría, de miedo por un susto, para sobrepasar un obstáculo o para tomar un impulso que nos lleve a otro lugar".
De tal guisa, un día aparentemente normal puede convertirse, por arte de birlibirloque, en un día carcoma. Ya lo dijo el poeta: La gente se muere y no es feliz. Salen a la calle y les putean. A unos les da el ataque de ansiedad en pleno atasco y a los más desesperados (e irresponsables) les da por engancharse a la pantalla del televisor como un mosquito tigre y regodearse mientras la Barbara Rey y la periodista flacucha se sacan los trapos sucios por un montón de pasta. Literal.
Huelga de gasolineros, eso no me lo esperaba. Siempre hay un todavía más. Lo veo venir. Llegaré tarde al espectáculo.
En la zona del Grec hubo refriegas por un aparcamiento y también algún herido, que, todo sea dicho, fue atendido rápidamente por la municipalidad. Nosotros salimos ilesos. Ya ves para que te sirve tanta INFORMACIÓN. Compras la prensa para distraerte, para saborear las reiteradas y machaconas opiniones sobre el futuro de Oriente Medio y no te enteras de que acabarás loco por un aparcamiento. Nunca has creído en eso de estar informado. Nunca has estado ni remotamente informado. La realidad tiene tantas lecturas que no hay manera de elegir. Como en el programa del Grec 07. Miro desde mi ventana y me siento como James Stewart en La ventana indiscreta, no sé que escena elegir, mientras el ya diminuto círculo chato del sol veraniego se bate en retirada sobre los edificios vecinos y se me hace tarde. Renuncio a toda esperanza de descubrir algún crimen esta noche.
Un día como hoy, en el que el verano duda y te cae un chaparrón por menos de lo que cuesta media hora de un parking por minutos, puede fácilmente acabar en una jugosa reunión de vecinos, quienes, por cierto, se niegan a pagarle la indemnización a la mujer de la limpieza. Lo peor de todo, sin embargo, es que la reunión se celebre en el vestíbulo de la escalera, porque entonces no habrá manera de entrar en casa sin pasar inadvertido, por mucho que se te ocurra entrar como una bala gritando: ¡Correo comercial, correo comercial!
Pero tanta artimaña algún día te traerá fatales consecuencias. ¡Vete a saber de lo qué son capaces unos vecinos airados! Así que opté por huir y aceptar a regañadientes la aventura del Grec y enfrentarme a un espectáculo de danza en el Mercat de les Flors. Ahí estaban casi todos los de la serie Vent del Pli, que es como mi chica y yo denominamos jocosamente a la famosa serie localizada en un imaginario pueblo de la Catalunya Nord. Ella estaba guapísima: ¡Nadie mayor de ocho años tiene una sonrisa como la suya! En cuanto al espectáculo, una obra inspirada en las fotos que le hicieron a un Vaslav Nijinksi completamente loco. Serge Lifar, estrella de la Ópera de París, que lo visitó en el psiquiátrico de turno, ante la total falta de reacción del genial bailarín, en permanente estado catatónico, optó como último recurso, por efectuar un movimiento de danza. Nijinski, sorpresivamente, se levantó de la silla y dio varios saltos geniales, que la visitante o el reportero que traía consigo (el folleto no da detalles sobre esta cuestión) fotografío para la posteridad.
Imposible apartar la imagen de un decrépito Nijinski arrancando de las turbulencias de una memoria destruida su último respiro en esos cuatro saltos. La presencia de esa imagen mientras contemplaba a los ocho bailarines (¡Asombrosamente ninguno de ellos afectado por el síndrome de la anorexia!) describir uno de los mayores, armoniosos e impactantes descubrimientos del ser humano: La combinación de la música y el lenguaje corporal llevada a su máxima expresión. La belleza del cuerpo es infinita, diría Isadora.
De acuerdo, nunca se puede decir todo, pero yo creo que Nijinsky deseaba expresar lo máximo. Eso pensé, entre otras cosas (todas ellas más banales) esa noche que, sin previo aviso, y como suelen pasar estas cosas, de una noche carcoma o polilla había acontecido, mágica y asombrosamente, en una noche Nijinsky.
El año 1939, cuando ya hacía más de veinte años que no bailaba y estaba en tratamiento psiquiátrico, el bailarín Vaslav Nijinski recibió la visita de Serge Lifar, estrella de la Ópera de París, quien le mostró algunos pasos de ballet para refrescarle la memoria y, en respuesta, Nijinski hizo un magnífico salto, con expresión ausente, que quedó inmortalizado en una serie de fotografías. A partir de esas imágenes, la coreógrafa María Rovira, Premio Nacional de Danza 1998, ha creado un espectáculo que habla del concepto de la memoria, en el que el salto se convierte en una manera de encontrar impulsos primarios, incluso atávicos.Se trata de un espectáculo en el que se apuesta por la investigación y la calidad del movimiento en general, interpretado por Williams Castro, Isabel Tapias, Sol Vázquez, Marta Fernández, María Garriga, Reinaldo Ribeiro y Jaime Roque.El espectáculo comienza con un bailarín en escena que representa a un bailarín de edad avanzada en contraste con ocho bailarines de diferente formación, desde la clásica hasta el hip-hop o el break dance.La coreógrafa ha trabajado el salto que siempre surge por alguna razón, nunca por impulso propio, "saltos de alegría, de miedo por un susto, para sobrepasar un obstáculo o para tomar un impulso que nos lleve a otro lugar".
Etiquetas: Danza
2 comentarios:
Muy bueno el gag ese.
Te imagino con el careto tapado, vamos a suponer, por una carpeta, y expulsando eso de "¡correo comercial!", a ver si cuela...
Ciertamente, JAJAJA, la astucia es necesaria para sobrevivir hasta en casa de uno.
¡Viva Nijinksi!
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