15.12.06

¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?


Si usted se encuentra con cierta frecuencia que ya está bien de cena y que tiene ganas de que Armando y Paulina, sus amigos de toda la vida, se vayan porque lo que desea es echarse sobre el sofá y ver la televisión en paz. Si usted es de los que cuando se les acaba la cuerda encienden la televisión y "desconectan".

Si no encuentra el momento de ir a alguna parte.
Si de vez en cuando le entran unas ganas irresistibles de decirle a su compañero de taller o de oficina, a su conjugue, amante, compañero sentimental o amigo del alma:
¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?Si piensa que los sueños son eso de lo que uno se despierta.
Si está convencido de que nadie es perfecto, que nacimos y moriremos imperfectos, que ángeles sólo hay en el cielo, que las cosas suceden, que las cosas cambian. Sí, que a veces suceden cosas y que la realidad a veces sale al paso y le saca tarjeta roja a las buenas intenciones. Las buenas intenciones, ya saben, directos al pozo, y ojos que no ven, corazón que no siente, como vulgarmente se dice.
Si sospecha que, al fin de cuentas, todo puede ir mucho peor...
Y si, con demasiada reincidencia para su gusto (porque es suficiente inteligente como para no entusiasmarse ni siquiera con sus propias manías u obsesiones) le da mal rollo ir a reunirse con los amigos, familiares y colectivos desfavoridos en general, por no hablar de la típica fiesta de cumpleaños, una de esas bullas de las que no hay forma de escapar, en el que todo el mundo es bueno y todo está bien. Y acaban mirándote con conmiseración si alegas que estás hasta el coco de fiesta y que te vas, que ya está bien, que se acabó.
Y si suele ocurrir que usted no tiene más remedio que mentir cuando le dice a su pareja: “¿Por qué necesitamos a más gente? Nos tenemos el uno al otro.” Y, ya que hablamos de su consorte, si últimamente le asalta con cierta frecuencia la sensación de que no sabe lo que su conjugue está pensando.
Y si, para ser sinceros (llamemos a las cosas por su nombre, por favor), no les ve más futuro a muchas de sus relaciones que la de sentarse en su bonito salón comedor, o en el restaurante de turno, dos veces al año, para charlar un poco mientras comen o cenan y toman café. Y comprueba que justo esas dos veces pasan un rato agradable, y verdaderamente no le hace falta nada más. Simplemente no se le ocurre imaginar otra cosa, más cosas, ya está bien así, por favor.
Si usted es de esas personas incautas e infelices que, en una reunión social, espera no ser engullida por la vorágine del protagonismo ajeno. Si, aunque sea por mera cortesía, y si esto no bastara (¡Por decencia por favor!), espera en vano oír su nombre en los labios de los contertulios. Si espera, aunque sea por mera cortesía, o por decencia, que se dignen siquiera a mirarle y, si me apuran, a preguntarle (Sí, a "usted precisamente") si estudia o trabaja, cómo le va la vida, etcétera... Si hay días que cuando llega a casa cierra los ojos y se apoya en la pila de la cocina. Y luego barre el escurridero con el brazo y manda todos los platos al suelo.
Si usted no es creyente y, además, no cree en nada. Si le sigue sorprendiendo que cuando va a emprender un viaje, aparte de su jefe o su compañero de mesa, su portero o algún que otro familiar directo no tenga a nadie a quien sea preciso advertir de su marcha.
Si por un casual le queda alguna migaja de espíritu crítico y cuando ve a su hijo haciendo el burro le dice a su madre: está bien, no te preocupes. Los dos sabemos que ahora mismo no ganaría ningún concurso de belleza. No es ningún Brad Pitt. Pero dale tiempo. Con un poco de suerte, ya sabes, crecerá y se parecerá a su padre. Y a duras penas mantiene el tipo cuando ella pone cara de tierna hiena madre.
Si cuando usted regresa a casa después de una velada para olvidar y se encuentra con el sofá, y exclama: ¡El puñetero sofá! Y le dan ganas de no volver a sentarse en él, ni puede imaginarse por más que lo intente que en el pasado se haya tumbado allí para hacer el amor.
Si ha descubierto, por fin, que el tiempo no es un caballero, como dijo un sabio inculto e insulso. O alguna mujer vieja y cansada, quién sabe.
Si usted es de los que al tirar de la toalla o del rollo de papel higiénico para secarse, acerca su cara al espejo, moteado de manchas de dentífrico o de jabón de afeitar, y se mira a los ojos y piensa: simplemente una cara, nada extraordinario.
Si al levantarse, por la mañana, lo primero que se le ocurre es:
“No sé lo que le pasará a otra gente, pero yo, cuando me agacho para ponerme los zapatos por la mañana, pienso: “Ah Dios mío. ¿Y ahora qué?Y si no le ocurren todas esas cosas, sólo algunas, pocas quizás, o ninguna, vete a saber, felicítese, es usted mejor persona de lo que se imaginaba. Y por eso mismo sigue usted necesitando un batacazo, a ver si se despabila, que no entera, oiga. Sí señor. Sigue usted mereciéndose una buena lectura. Simplemente un escritor, nada extraordinario, Raymond Carver, por ejemplo.- Ilustración: Edward Hooper, Nighthawks, 1942
- Raymond Carver: Catedral, Anagrama, Panorama de narrativas, Barcelona 1988
- Raymond Carver: De qué hablamos cuando hablamos del amor, Compactos Anagrama, Barcelona 2001
- Raymond Carver: Si me necesitas, llámame, Anagrama, Panorama de narrativas, Barcelona 2001
- Raymond Carver: Short Cuts, Compactos Anagrama, Barcelona 2001
- Raymond Carver: Tres rosas amarillas, Compactos Anagrama, Barcelona 1997
- Raymond carver: ¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor? Compactos Anagrama

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5 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Querida Manitú Morsa:
En primer lugar, buenas tardes.
Efectivamente, a mí me ocurren algunas de las que aquí se mencionan...
Posiblemente más que algunas, pero me temo que no voy a especificar.
Lo que ocurre es que yo no mando a callar, simplemente, no escucho.
O al menos eso creo haber escuchado...

P.D: Raymond Carver está bien, pero tampoco está para que uno se lo flipe...

Enriqueta

1:05 p. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

Qué casualidad! ayer estuve releyendo a Carver. A mí me sigue pareciendo excepcional, es sumamente difícil reflejar en palabras determinadas stiuaciones. Pero supongo que todo es cuestión de la forma, más o menos intensa, de percibir las cosas que suceden a tu alrededor.

Por cierto, la pintura de Edward Hopper refleja fielmente algunas vivencias de los personajes de los relatos de Carver.

Veo que ese es un tema que constantemente está presente en tus textos...

9:47 p. m.  
Blogger Cronopio ha dicho...

Bueno, querida Enriqueta, hay autores para cada momento. Para momentos tan "flipantes" como las navidades, lo cierto es que el bálsamo Cardver va mejor que una "terapia" de chock tipo diazepan 10. Independientemente de valores literarios, claro.

9:26 a. m.  
Blogger Enriqueta ha dicho...

Vale, ya entiendo.

10:57 p. m.  
Blogger Cronopio ha dicho...

Por cierto, ahora he empezado a leer a Murakami: "Kafka en la orilla" y promete, promete bastante... Ya te contaré (¿o puede que ya lo estés leyendo?)

11:03 p. m.  

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