PIN, PUK, SIM... ¡Fuego!
Un mal día lo tiene cualquiera. Tanto tiempo machacándonosla con la sequía y ahora ya tenemos la lluvia de los cojones como para parar un tren. Lo que me jode no es que llueva, precisamente, sino que lo haga a su antojo: siempre que no decido acarrear con el paraguas, o justo cuando salgo del cine y no puedo ni fumarme un cigarrillo tranquilamente.
- Es la naturaleza, que se expresa así – me dice mi cuñado - siempre que hago el dichoso comentario -, mientras se ajusta los puños de su camisa para que veamos los hermosos gemelos que le ha regalado la tonta de mi hermana.
Lo estrangularía lentamente. Me acercaría lentamente a su coche, aparcado ante su casa…
- “Yo nunca tengo problemas de aparcamiento”.
…Tendría que ser una noche cerrada, es decir cualquiera valdría, tal como van las cosas. Mis ojos se habituarían sin mayores problemas a la oscuridad. Hundiría mi navaja en el neumático de detrás. Se oiría un “¡puff!” y luego un “jjsss”. Con un chirrido de las ballestas, el coche de mi querido cuñado se quedaría ladeado, como su sonrisa idiota.
Este tiempo es, además, un tiempo lento. Como una cena fría ante el televisor. Acaba deprimiéndome. Expandiéndose como una infección. Ni los famosos antibióticos de amplio espectro del "canalla" House pueden con ella. Claro que para espectro ya estoy yo cuando, medio dormido, introduzco el PIN del móvil y a la tercera me dice que nones (la cagaste, Burt Lancaster). Y con PIN, el PUK. Y, ya puestos en faena, se carga también la Tarjeta SIM. Las averías del tocadiscos y la lavadora puede que tengan algo que ver, pero prefiero no investigar. Es probable que me pusiera más nervioso todavía.
Paso de arruinarme todavía un poco más con los siete euros para ver "Cuestión de honor" ("Pride and Glory", 2008), un producto más de la serie “policías corruptos y camellos negratas" en la que el dúo Gavin O'Connor y Joe Carnahan hacen hasta lo imposible para que una historia trillada (nunca mejor dicho) roce lo inverosímil, y donde Colin Farrell, Edward Norton y John Voight se quemen a fuego lento en el cocido madrileño de un infumable guión y peor realización. Paso (por pasar que no quede) de que, al salir del cine, me tenga que fumar el cigarrillo a lo Pessoa, es decir, a cobijo de la entrada de un Parking. Paso de recordar que, justo el pasado uno de enero, unos amables jovencitos me avisaran de que:
- ¡Eh! Tienes una rueda pinchada
Y que mientras me pringaba cambiando la rueda, con todas las bolsas (con destino a un hipotético sabroso fin de semana), esparcidas por el suelo, con el capó debidamente levantado para una buena "visión cero", los muy cabrones nos birlaran los bolsos y demás objetos preciosos y nos jodieran el día y lo que queda de semana. Y nos quedásemos, mi chica y yo, con una cara de ESTÚPIDOS, de GILIPOLLAS y TONTOLABAS, que ni os cuento. Y que cuando iniciara las consabidas llamadas de anulaciones y tal, me respondiera un robot obligándome a teclear números y numeritos como un oficinista romano, y a decir chorradas, sólo en casa y con un auricular en la mano, para acabar diciéndome, como si fuéramos amigos de toda la vida:
- Es la naturaleza, que se expresa así – me dice mi cuñado - siempre que hago el dichoso comentario -, mientras se ajusta los puños de su camisa para que veamos los hermosos gemelos que le ha regalado la tonta de mi hermana.
Lo estrangularía lentamente. Me acercaría lentamente a su coche, aparcado ante su casa…
- “Yo nunca tengo problemas de aparcamiento”.
…Tendría que ser una noche cerrada, es decir cualquiera valdría, tal como van las cosas. Mis ojos se habituarían sin mayores problemas a la oscuridad. Hundiría mi navaja en el neumático de detrás. Se oiría un “¡puff!” y luego un “jjsss”. Con un chirrido de las ballestas, el coche de mi querido cuñado se quedaría ladeado, como su sonrisa idiota.
Este tiempo es, además, un tiempo lento. Como una cena fría ante el televisor. Acaba deprimiéndome. Expandiéndose como una infección. Ni los famosos antibióticos de amplio espectro del "canalla" House pueden con ella. Claro que para espectro ya estoy yo cuando, medio dormido, introduzco el PIN del móvil y a la tercera me dice que nones (la cagaste, Burt Lancaster). Y con PIN, el PUK. Y, ya puestos en faena, se carga también la Tarjeta SIM. Las averías del tocadiscos y la lavadora puede que tengan algo que ver, pero prefiero no investigar. Es probable que me pusiera más nervioso todavía.
Paso de arruinarme todavía un poco más con los siete euros para ver "Cuestión de honor" ("Pride and Glory", 2008), un producto más de la serie “policías corruptos y camellos negratas" en la que el dúo Gavin O'Connor y Joe Carnahan hacen hasta lo imposible para que una historia trillada (nunca mejor dicho) roce lo inverosímil, y donde Colin Farrell, Edward Norton y John Voight se quemen a fuego lento en el cocido madrileño de un infumable guión y peor realización. Paso (por pasar que no quede) de que, al salir del cine, me tenga que fumar el cigarrillo a lo Pessoa, es decir, a cobijo de la entrada de un Parking. Paso de recordar que, justo el pasado uno de enero, unos amables jovencitos me avisaran de que:
- ¡Eh! Tienes una rueda pinchada
Y que mientras me pringaba cambiando la rueda, con todas las bolsas (con destino a un hipotético sabroso fin de semana), esparcidas por el suelo, con el capó debidamente levantado para una buena "visión cero", los muy cabrones nos birlaran los bolsos y demás objetos preciosos y nos jodieran el día y lo que queda de semana. Y nos quedásemos, mi chica y yo, con una cara de ESTÚPIDOS, de GILIPOLLAS y TONTOLABAS, que ni os cuento. Y que cuando iniciara las consabidas llamadas de anulaciones y tal, me respondiera un robot obligándome a teclear números y numeritos como un oficinista romano, y a decir chorradas, sólo en casa y con un auricular en la mano, para acabar diciéndome, como si fuéramos amigos de toda la vida:
- Perdona. No he entendido tu respuesta.
Tuteándome como si fuera su primo o, peor que eso, su cuñado.
Paso de que mi chica se vaya, dos semanas después del robo de la rueda pinchada, se vaya - digo - a sus ejercicios espirituales de “barraquismo” (sic) a su “finca rústica” (así la llaman con extrema benevolencia) y se encuentre con todas las cerraduras forzadas y sin luz eléctrica, debido a que el artilugio de las placas solares ha volado más lejos que el Planeta Venus, que deba encender cantidad de velas y, con una linterna sin pilas, a lo inspector Colombo, tenga que hacer el recuento de pérdidas y destrozos para lo del seguro, comprarse una máquina de fotos de usar y tirar, porque la buena se la robaron con lo de la rueda pinchada, junto con el ordenador portátil, el móvil y toda la documentación.
Y que llegue a casa, finalmente, con el tabardo empapado y maldiciendo mis huesos, dispuesto a realizar el último ritual (o “sacrificio”) del maldito domingo: una cena fría. Para enterarme, entonces, de que gracias a los “neutrales” periodistas del Plus (con su cara delatan su vergonzante madridismo) que el Barça ha ganado de puro churro, o gracias a Lionel Messí, que para el caso es lo mismo. Y que Raúl González Blanco, el jugador del Madrid (el del cocido) ha igualado la marca de goles marcados en la Liga Española del, también argentino, Alfredo di Stéfano Laulhé. Hasta aquí podíamos llegar. ¡A cagar!
Tuteándome como si fuera su primo o, peor que eso, su cuñado.
Paso de que mi chica se vaya, dos semanas después del robo de la rueda pinchada, se vaya - digo - a sus ejercicios espirituales de “barraquismo” (sic) a su “finca rústica” (así la llaman con extrema benevolencia) y se encuentre con todas las cerraduras forzadas y sin luz eléctrica, debido a que el artilugio de las placas solares ha volado más lejos que el Planeta Venus, que deba encender cantidad de velas y, con una linterna sin pilas, a lo inspector Colombo, tenga que hacer el recuento de pérdidas y destrozos para lo del seguro, comprarse una máquina de fotos de usar y tirar, porque la buena se la robaron con lo de la rueda pinchada, junto con el ordenador portátil, el móvil y toda la documentación.
Y que llegue a casa, finalmente, con el tabardo empapado y maldiciendo mis huesos, dispuesto a realizar el último ritual (o “sacrificio”) del maldito domingo: una cena fría. Para enterarme, entonces, de que gracias a los “neutrales” periodistas del Plus (con su cara delatan su vergonzante madridismo) que el Barça ha ganado de puro churro, o gracias a Lionel Messí, que para el caso es lo mismo. Y que Raúl González Blanco, el jugador del Madrid (el del cocido) ha igualado la marca de goles marcados en la Liga Española del, también argentino, Alfredo di Stéfano Laulhé. Hasta aquí podíamos llegar. ¡A cagar!
Etiquetas: crónicas
2 comentarios:
¡Cómo está el patio!
Sabía lo del robo método rueda pinchada, pero no lo del descogorcio de la finca rústica.
Ya veo que tenéis un arranque de año glorioso... pero también que tiran adelante los proyectos
¡Ánimo a los dos!
Juan Manuel
Ya sabes, compañero, cuando salgas a la calle una mano en la cartera y la otra en los cojones,que esto ya parece México D.F.
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