Por el lado de popa
Así que, regateando farisaicamente con la realidad de lo concreto, tomó como idea general… “La Gioconda”. Ciertamente, dudó entre “La Gioconda” y “La Creación” de Miguel Angel, la pintura del techo de la Sixtina. Y puestos en la labor, también pensó en cualquiera de las pinturas de Edward Hopper. Desechó de forma consciente cualquier itinerario que coincidiera con el de los optimistas, esos esclavos de lo concreto e inmediato. No es que se trate de un pesimista al estilo, pongo por caso, de los que afirman que “lo peor está por llegar”, por no mencionar el tópico del vaso medio lleno, pero tampoco es un imbécil. No debemos – dice- confundir el pesimismo con la melancolía.
La melancolía - consta en los diccionarios - es la “tendencia a la tristeza permanente”. Los seres no demasiado humanos que padecen esta “enfermedad” cohabitan con la visión desenfocada. Incluso pueden permanecer largos períodos instalados en un clima de extraña felicidad, aunque al hallarse ya instalados definitivamente en esta modalidad de percepción errónea (?) tienen muy a menudo la extraña sensación de vivir para el recuerdo. El presente les duele. Es decir, sufren la existencia. No son imbéciles, son unos putos fracasados.

Es en esos momentos, cuando ya ni piensa que la gracia de llevar disfraz es que la gente no lo perciba como tal. Cuando, antes de echarse por la Windows, trata de imaginar que todo ha ocurrido quince años atrás, y que todavía está desembarcando en el puerto de Barcelona, contemplando por primera vez la ciudad, es entonces cuando concluye: ”Demonios, si tenías que ponerte melancólico, ¿por qué no entonces en lugar de ahora?"
Texto: cronopio
Etiquetas: crónicas
0 comentarios:
Publicar un comentario
Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]
<< Inicio