16.5.08

La noche estrellada de van Gogh


Hace algunas noches, me encontraba escuchando frente a mi ordenador, y más allá tenía la negrura de la noche en la ventana siempre abierta. Maníaca costumbre ésta de las ventanas con las persianas bajadas, aunque, de noche no vea nada de nada y sea precisamente algún vecino provisto con prismáticos quién, en todo caso, podría verme aporreando el teclado y quizás pillarme en algún momento hurgándome la nariz… ¿Pero qué humano se tomaría tal molestia? Y si así fuera, ¿qué diablos me importa? Maníaca costumbre compartida, lo he constatado, con un buen número de individuos anónimos, además de mi vecino Kafka. Porque, digo yo, ¿qué mayor vecindad que la de un libro? Vecino de angustias quiero decir.
Me encontraba frente a mi ordenador, pues, escuchando algunos sonidos submarinos captados sutilmente bajo el nivel de frecuencia de The Cure, al que estoy escuchando fielmente estos últimos meses, ya que me echaron del concierto a patadas, alternándolo con El Mesias de Haendel y los Conciertos brandeburgueses de Johann Sebastian Bach. Grupo longevo, The Cure, creador de músicas oscuras y atmósferas depresivas, si es que se les puede llamar así, y cuya audición no deja de revelarme nuevas secretas intenciones, y por eso lo aprecio en lo que vale y, además, porque entre su aparente realismo sucio, permítaseme la digresión, he aprendido a entrever la secreta melodía de sus canciones. Todo muy “antiguo”, ya lo sé. Sin comentarios.
Y de esta guisa, llegué a la conclusión (y todavía era de noche) de que si fuera un toro de Picasso, me saldría, pies para que os quiero, por un resquicio, una rendija, un ángulo de la tela y me refugiaría en la noche estrellada de van Gogh. Ya lo dijo alguien, sin duda alguien con una visión demasiado benévola del ser humano, o quizás defendiéndose con ironía de algún acoso indebido, eso de que “contra gustos no hay disputas”, y, mira por dónde, sentó cátedra. Sin embargo, el gran Oscar Wilde - un tipo difícil, sin duda, vaya papeleta compartir el ascensor con Oscar hasta la planta sesenta, pongo por caso - lo explicó mejor, usando como siempre su navaja de afeitar, cuando dijo que “en literatura, el egoísmo puro es delicioso”. Y es que Oscar Wilde cuando las soltaba no gastaba más pólvora que la estrictamente necesaria. Confieso pues mi adicción, en cuestiones de placer (sea literatura, pintura o música), al egoísmo puro. Imposible hallar sustituto o “canguro” en este momento único. A ustedes no sé, pero a mí me ocurre cada vez que miro una pintura de van Gogh. Pablo Picasso era imperfecto como un Titán, pero van Gogh fue un autodidacta del dolor, y sólo así se puede reflejar, como hizo él, el trastorno del alma. Entre un Titán y un loco, no hay duda posible. Me quedo con el loco.
Texto: Artur Montfort
Pintura:Vincent van Gogh. La noche estrellada
Óleo sobre lienzo, 73,7 x 92,1 cm.
Museo MOMA de Nueva York

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2 comentarios:

Blogger Caballo Cabezota ha dicho...

yo por las noches duermo con persianas arriba,no me gusta levantarme con las persianas cerradas a cal y canto, me gusta estar con el ritmo solar.Algunos paises de europa no tienen persianas, es curioso.....debe ser algo bastante español eso de las persianas, algo autóctono, en la siesta si me gusta que pasen rayos por las rendijas......


ay si fueramos vecinos!
seguro que nos haciamos señales de humo o practicábamos morse desde las ventanas....

kiss

1:33 p. m.  
Blogger Cronopio ha dicho...

Pues sí, mi querida Sonja. Ya lo dijo (escribió) el bueno de Lobo Antúnes: “Las tardes de lluvia son siempre así: una melancolía vaga, añoranzas no yo mismo sé de qué, mi vida que parece acabar en la ventana y, más allá de la ventana, en la tristeza de los árboles que de repente se me antojan humanos, Personas que conocí o no existen, una a una frente a mí. Haciendo señas. Ganas de un gato. Ganas de escuchar la Patética en la radio. De un patio con sol, un estanque, patitos.” Miro por la ventana y no te veo. Mucha antena, eso sí, y una descarnada y pacífica soledad de viernes por la tarde.

7:36 p. m.  

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