Empieza a hacer calor
Empieza a hacer calor, aunque esto nunca nos había preocupado demasiado, porque tampoco nunca habíamos hablado tanto del tiempo como ahora, ni las señoras en el Super empezaban a rechazar las bolsas de plástico en un gesto que las ennoblece, y eso mientras Albert Boadella y Els Joglars, siempre contra viento y marea, estrenan obra en tierras hispanas con una crítica mordaz sobre la “bulla” del calentamiento global.
Empieza a hacer calor, dice Enriqueta, en su ilustración (o dibujo), como siempre inaugural, rozando lo espectacular, o lo naif, quizás más bien esto último, pero siempre con ese aire de anuncio antiguo o juguete roto de otras infancias.
Volviendo a lo de los calores, Enriqueta, que es intuitiva por naturaleza, ha regresado a su isla, donde agua no le falta. También es cierto que, afortunadamente, allí no le esperaba el Minotauro sino su querida familia. El Minotauro, el "mitológico", fue fruto de una relación nada convencional entre un hermoso y monumental toro blanco y Pasifae, esposa de Minos, rey de Creta. Al menos así lo cuenta Arnau Vilardebó en su espectáculo “Nacen Dioses…” del LLantiol. Y por lo que sé, creo que no anda desencaminado.
Porque el otro día asistimos al Llantiol y nos recibieron con aplausos y vítores, ya que gracias a nuestra llegada (pasaban apenas cinco minutos de la hora fijada para el comienzo de la sesión) el público nada menos que doblaba su número: pasamos de dos a cuatro espectadores. También es casualidad que entre los cuatro espectadores del señor Arnau, uno fuera Tauro. El espectáculo, una notable narración en clave de thriller de las idas y venidas de los pequeños dioses de cartón piedra, entre Creta y Grecia, y viceversa. Convenimos entre los cinco que no estaba nada claro que a Europa la raptase Zeus (o Júpiter, como prefieran) que, enamorado de lo que luego sería un continente más que un contenido, presentó bajo la apariencia de un hermoso toro de color castaño, y la convenció para que montara sobre su lomo... Y mucho menos que fuera justo que al pobre Minotauro lo condenasen a consumirse en ese laberinto que más bien parecía un zulo, ideado y construido por el malévolo Dédalo…. En fin, ¿qué se puede esperar de un arquitecto? Y como Vilardebó regalaba un huevo de madera a quien acertase alguna de sus preguntas, yo gané dos aunque el Tauro de mi izquierda se llevó tres. Perdí por tres a dos, aunque peor le fue al Barça, que perdió por cuatro a uno y que, en un ejercicio más de masoquismo patrio, le hizo el pasillo a la gozosa epifanía blanca mientras, en Salamanca, los herederos de Pizarro y Hernán Cortés se negaban un año más a destituir a Francisco Franco como Alcalde Perpetuo de la villa. Sí, la de los papeles.
También está Enrique, el "marido" de Enriqueta. Enrique y Enriqueta no son una variante de palindroma sino una pareja tan bien avenida que hasta se llaman igual. Él fue mi peluquero hasta hace bien poco, así que echo de menos nuestras pláticas y cotilleos, pero, sobre todo, le echo de menos a él. Ahora ando con su hermano Gonzalo, también notable artesano del cabello, toda una camada de Fígaros, constato. Y es que, puestos a llevarme la contraria (aunque sólo sea para no irme de vacío) soy de los que pienso que es mejor que todo quede en familia. Hablando de familia, tuve ocasión de conocer a los suegros de Enriqueta que, como podrán deducir, si es que han llegado ilesos hasta aquí, cosa improbable por otra parte, son los padres de Enrique. Me acogieron como a uno más de la familia, cosa que agradecí porque paso tiempos turbulentos, por mucho que saliera del Llantiol con cuatro huevos en lugar de los dos habituales, no sé si motivo suficiente para grandes entusiasmos.
Empieza a hacer calor, dice Enriqueta, en su ilustración (o dibujo), como siempre inaugural, rozando lo espectacular, o lo naif, quizás más bien esto último, pero siempre con ese aire de anuncio antiguo o juguete roto de otras infancias.
Volviendo a lo de los calores, Enriqueta, que es intuitiva por naturaleza, ha regresado a su isla, donde agua no le falta. También es cierto que, afortunadamente, allí no le esperaba el Minotauro sino su querida familia. El Minotauro, el "mitológico", fue fruto de una relación nada convencional entre un hermoso y monumental toro blanco y Pasifae, esposa de Minos, rey de Creta. Al menos así lo cuenta Arnau Vilardebó en su espectáculo “Nacen Dioses…” del LLantiol. Y por lo que sé, creo que no anda desencaminado.
Porque el otro día asistimos al Llantiol y nos recibieron con aplausos y vítores, ya que gracias a nuestra llegada (pasaban apenas cinco minutos de la hora fijada para el comienzo de la sesión) el público nada menos que doblaba su número: pasamos de dos a cuatro espectadores. También es casualidad que entre los cuatro espectadores del señor Arnau, uno fuera Tauro. El espectáculo, una notable narración en clave de thriller de las idas y venidas de los pequeños dioses de cartón piedra, entre Creta y Grecia, y viceversa. Convenimos entre los cinco que no estaba nada claro que a Europa la raptase Zeus (o Júpiter, como prefieran) que, enamorado de lo que luego sería un continente más que un contenido, presentó bajo la apariencia de un hermoso toro de color castaño, y la convenció para que montara sobre su lomo... Y mucho menos que fuera justo que al pobre Minotauro lo condenasen a consumirse en ese laberinto que más bien parecía un zulo, ideado y construido por el malévolo Dédalo…. En fin, ¿qué se puede esperar de un arquitecto? Y como Vilardebó regalaba un huevo de madera a quien acertase alguna de sus preguntas, yo gané dos aunque el Tauro de mi izquierda se llevó tres. Perdí por tres a dos, aunque peor le fue al Barça, que perdió por cuatro a uno y que, en un ejercicio más de masoquismo patrio, le hizo el pasillo a la gozosa epifanía blanca mientras, en Salamanca, los herederos de Pizarro y Hernán Cortés se negaban un año más a destituir a Francisco Franco como Alcalde Perpetuo de la villa. Sí, la de los papeles.
También está Enrique, el "marido" de Enriqueta. Enrique y Enriqueta no son una variante de palindroma sino una pareja tan bien avenida que hasta se llaman igual. Él fue mi peluquero hasta hace bien poco, así que echo de menos nuestras pláticas y cotilleos, pero, sobre todo, le echo de menos a él. Ahora ando con su hermano Gonzalo, también notable artesano del cabello, toda una camada de Fígaros, constato. Y es que, puestos a llevarme la contraria (aunque sólo sea para no irme de vacío) soy de los que pienso que es mejor que todo quede en familia. Hablando de familia, tuve ocasión de conocer a los suegros de Enriqueta que, como podrán deducir, si es que han llegado ilesos hasta aquí, cosa improbable por otra parte, son los padres de Enrique. Me acogieron como a uno más de la familia, cosa que agradecí porque paso tiempos turbulentos, por mucho que saliera del Llantiol con cuatro huevos en lugar de los dos habituales, no sé si motivo suficiente para grandes entusiasmos.
Texto: Artur Montfort
Ilustración: Enriqueta Llorca. Radiación (Empieza a hacer calor)
25.4.2008
http://llorca-enriqueta.blogspot.com/
25.4.2008
http://llorca-enriqueta.blogspot.com/
Etiquetas: crónicas, Ilustraciones, teatro
2 comentarios:
Querida y linda Manitú,
Aquí, los quetos al completo.
Entre lágrimas le escribimos. Usted, vivaracha y fiel Manitú, nos ha emocionado.
A nosotros, que no somos de lágrima fácil- o tal vez sí- se nos ha derretido esta mañana la pantalla.
Lo decimos de verdad, aunque a menudo nos guste exagerar las cosas.
Morsa, usted es la leche.
Un abrazo muy fuerte!
Queti, Queto y Queta.
Queta es Fosca, Fosqueta.
Queridos quetos: perdón por olvidar a la Fosca
De verdad, les echo de menos
¡Esta jugada sólo se hace a los amigos! Hummm
Manitú comprende y agradece sus palabras
Y les desea buenos azares y mejores constelaciones estelares
Mucho Mediterráneo, cualquier día pillo el hilo de Ariadna y me meto en el laberinto
Y les hago una visita con Esmeralda
No bajen la guardia. Les recomiendo vigilen las playas
Que las morsas resoplan mucho pero también nadan…
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