28.5.07

Objetivo Birmania


Nuestro particular objetivo Birmania fueron las chicas de Comercio. Las jóvenes promesas del secretariado español que realizaban sus prácticas nocturnas de mecanografía en una escuela sin calefacción central, de paredes desconchadas y pálidos fluorescentes. Sus eternos perseguidores, nosotros: la incombustible turba del Bachillerato nocturno.
Yo no era Errol Flynn y Ricky ni siquiera se llamaba Mayor Nelson, ni, por supuesto, comandábamos una expedición de marines lanzados en paracaídas sobre la jungla de Birmania para destruir una estación de radar tras las líneas enemigas. Al fin y al cabo, sólo éramos la escoria del cuarto curso del Bachillerato nocturno. Descendíamos un piso y aterrizábamos, sin paracaídas, en el aula de prácticas de las chicas que estudiaban Comercio, dispuestos, eso sí, a competir con las negras y desgastadas cintas de las inefables Olivetti.
- ¡Hola! ¿Qué tal?
- Os vais a dejar la vista con esta luz tan mala.
Ricky era un manazas. Tenía una especial disposición para meter la pata. No hacía falta ser un Einstein para intuir que a Petri no le gustaba nada que la llamasen Petra -su verdadero nombre, por otra parte-, puesto que la identificación con la criada del TBO era evidente.
- Tú te llamas Petra, ¿no? -, le dijo.
Será burro.
Nos costó días enderezar el entuerto pero por fin conseguimos arrancarles la promesa de que acudirían a nuestra fiesta del próximo domingo. Le hicimos prometer a Ricky que sería amable con las chicas, pero, sobre todo con Petri, porque si no se comportaba como lo que era, a pesar de todo, es decir, como un caballero, nos acabaríamos comiendo una rosca.
- Pero si a mí la Petra me cae de maravilla -dijo. Y es que no tenía remedio.
Ellas, seguramente, no esperaban otra cosa que aquel retrato galante: modosos muchachitos ansiosos, amables, limpios y con los faldones de las camisas asomando fuera del pantalón, porque la moda era la moda, es decir algo con lo que no valían bromas. Y una sonrisa marca de la casa, Cliff Richard, por ejemplo, que era el que tenía la sonrisa más angelical de entre todos los cantantes melódicos de la época. Nosotros, en cambio, empuñábamos los vasos de plástico con naranjada o coca-cola mientras con la otra mano sosteníamos, pletóricos, un sándwich de mortadela. Y de vez en cuando nos perdíamos en el lavabo para revisar nuestro irresistible aspecto pero, sobre todo, para comprobar que el sudor no nos marcara para toda la noche.
Me acerqué a Petri y le dije ¿bailas? Pregunta retórica, claro está; estábamos allí para bailar y en este tipo de fiestas, vamos a llamarlas privadas, las negativas a las primeras de cambio no eran de recibo.
Mi primer beso, de los de verdad, llegó así, el mismo año en que Otis Redding cantaba “Sentado en el muelle de la bahía” y Simon & Garfunkel “Mrs. Robinson”, en la radio anunciaban el Biter Cinzano Soda y en el cine acababan de estrenar “El planeta de los Simios” con Charlton Heston como estrella principal. Aquella noche, la del beso, cuando volvía a casa, mi sorpresa fue mayúscula: todo permanecía igual que siempre, los mismos rostros grises en el televisor, los mismos comentarios indolentes de mis padres, los mismos objetos inanimados en mi cuarto, lo mismo que hacer mañana y pasado mañana.
No me lo podía creer. No sabía por qué pero me había imaginado otra cosa, por eso aborrecí la tele, aunque sólo me duró una semana, esa es la verdad, y la maldita oficina y su execrable normalidad. Del calendario, no, del calendario no podía abominar por la sencilla razón de que sólo él me ayudaría a llegar al jueves, que era el día en que volvería a ver a Petri. Nos encontrábamos justo en la puerta de la academia y, entonces, yo le pasaba mi brazo por encima del hombro y le daba un beso en la mejilla. Justo entonces escuchaba una ovación, toda la jauría de cuarto nocturno aplaudiéndome a rabiar, incluso los profesores, el bedel y el capullo del director. Bueno, no fue así exactamente, pero así hubiera debido ser.

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2 comentarios:

Blogger Enriqueta ha dicho...

Jajaja!!! Menudas batallitas...
Como creo que a este paso no voy a parir nunca, la próxima perra que tenga se llamará Petra.
A Fosca ya quise llamarla así, pero reservé el nombre por si venían mayores... mayores ganas, me refiero.
Oye querido Cronopio, cada día escribes mejor, que lo sepas.
Un beso!!!

10:55 a. m.  
Blogger Cronopio ha dicho...

Jajaja!!! Oye, Keta, esto parece un serial, pero me lo paso en grande.
Rescatando mis viejos “Informes” y pasándolos por el filtro del hoy.
Sobre todo muchas tijeras...
Pretendo que de todo esto salga un librito... Ya veurem!
Gracias todas por tus elogios
Manitú te lo agradece, ya sabes que las morsitas son muy focas pero muy sensibleras
Snif

2:31 p. m.  

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