Las aventuras de "PINOCHO"
Jodorowsky en París
(para salvar al surrealismo)
Trapecista de la Psicomagia, Alejandro Jodorowsky ha sido todo y de todo. "Hacedor" del teatro de títeres como ejercicio de exorcismo ante los demonios interiores. Actor y director de cine y teatro, bailarín, saltimbanqui y vanguardista por vocación y convicción. Visionario y agitador surrealista, activista de lo absurdo, amante de lo nuevo, transformista de lo viejo y maestro consumado de la provocación. Entre mil experiencias dignas de ser contadas, fundó el Grupo Pánico (junto a Arrabal y Topor). Inventó el teatro de lo efímero, (eso que después los artistas llamaron “performance” y “happening”), y el acto poético por excelencia. Fue él quien, junto a Enrique Lihn, y convertidos ambos en los jóvenes poetas en acción, concertaban una cita en la ciudad -Santiago de Chile- “donde las calles a menudo se torcían en ángulos caprichosos” y se proponían llegar a ella andando en línea recta, sin desviarse un ápice hasta nueva orden.
Alejandro Jodorowsky, nacido en 1929 en el norte de Chile, bombero a los seis años, fue bautizado por sus compañeros de curso (envidiosos y enemigos) como Pinocho. Y como tal, sus apasionantes aventuras empezaron cuando, todavía en el cascarón, resolvió romperlo, decidiendo que entre la inteligencia y la imaginación no había otra elección posible que la imaginación.
“Llegar a París sin hablar francés, con dinero apenas para subsistir treinta días, sin ningún amigo, queriendo triunfar en el teatro, es una locura. El pintor Roberto Matta, con mucho humor, dijo en una ocasión: “Triunfar en París es muy fácil, sólo los primeros cincuenta años son difíciles”. Yo, con una ingenua confianza en mí mismo, creí que llegaba a Europa como un salvador. Lo primero que hice, apenas bajé del tren a las dos de la madrugada, fue llamar a André Breton, cuyo teléfono me sabía de memoria. (En Santiago, el ferviente grupo surrealista La Mandrágora mantenía relaciones con el poeta, quien estaba casado con una pianista chilena, Elisa, a quien le clavó la tapa del piano, por odio a la música.) Me contestó con una voz pastosa:
- Oui?
- ¿Habla usted español?
- Sí.
- ¿Es André Breton?
- Sí. ¿Quién es usted?
- Soy Alejandro Jodorowsky y vengo de Chile a salvar al Surrealismo.
- Ah, bueno. ¿Me quiere ver?
- ¡Inmediatamente!
- Ahora no, es muy tarde, ya estoy acostado. Venga a mi apartamento mañana a las doce del día.
- ¡No, mañana no, ahora!
- Le repito: éstas no son horas para visitas, venga mañana y con mucho gusto conversaré con usted.
- Un verdadero surrealista no se guía por el reloj. ¡Ahora!
- ¡Mañana!
- ¡Entonces nunca!
E interrumpí la comunicación. Sólo siete años más tarde, acompañado por Fernando Arrabal y Topor, asistí a una de las reuniones que presidía en el café Le Promenade de Venus, y tuve el placer de conocerlo.”
Alejandro Jodorowsky: La danza de la realidad, Siruela de bolsillo, 2005, Pág. 191-192
(para salvar al surrealismo)
Trapecista de la Psicomagia, Alejandro Jodorowsky ha sido todo y de todo. "Hacedor" del teatro de títeres como ejercicio de exorcismo ante los demonios interiores. Actor y director de cine y teatro, bailarín, saltimbanqui y vanguardista por vocación y convicción. Visionario y agitador surrealista, activista de lo absurdo, amante de lo nuevo, transformista de lo viejo y maestro consumado de la provocación. Entre mil experiencias dignas de ser contadas, fundó el Grupo Pánico (junto a Arrabal y Topor). Inventó el teatro de lo efímero, (eso que después los artistas llamaron “performance” y “happening”), y el acto poético por excelencia. Fue él quien, junto a Enrique Lihn, y convertidos ambos en los jóvenes poetas en acción, concertaban una cita en la ciudad -Santiago de Chile- “donde las calles a menudo se torcían en ángulos caprichosos” y se proponían llegar a ella andando en línea recta, sin desviarse un ápice hasta nueva orden.
Alejandro Jodorowsky, nacido en 1929 en el norte de Chile, bombero a los seis años, fue bautizado por sus compañeros de curso (envidiosos y enemigos) como Pinocho. Y como tal, sus apasionantes aventuras empezaron cuando, todavía en el cascarón, resolvió romperlo, decidiendo que entre la inteligencia y la imaginación no había otra elección posible que la imaginación.
“Llegar a París sin hablar francés, con dinero apenas para subsistir treinta días, sin ningún amigo, queriendo triunfar en el teatro, es una locura. El pintor Roberto Matta, con mucho humor, dijo en una ocasión: “Triunfar en París es muy fácil, sólo los primeros cincuenta años son difíciles”. Yo, con una ingenua confianza en mí mismo, creí que llegaba a Europa como un salvador. Lo primero que hice, apenas bajé del tren a las dos de la madrugada, fue llamar a André Breton, cuyo teléfono me sabía de memoria. (En Santiago, el ferviente grupo surrealista La Mandrágora mantenía relaciones con el poeta, quien estaba casado con una pianista chilena, Elisa, a quien le clavó la tapa del piano, por odio a la música.) Me contestó con una voz pastosa:
- Oui?
- ¿Habla usted español?
- Sí.
- ¿Es André Breton?
- Sí. ¿Quién es usted?
- Soy Alejandro Jodorowsky y vengo de Chile a salvar al Surrealismo.
- Ah, bueno. ¿Me quiere ver?
- ¡Inmediatamente!
- Ahora no, es muy tarde, ya estoy acostado. Venga a mi apartamento mañana a las doce del día.
- ¡No, mañana no, ahora!
- Le repito: éstas no son horas para visitas, venga mañana y con mucho gusto conversaré con usted.
- Un verdadero surrealista no se guía por el reloj. ¡Ahora!
- ¡Mañana!
- ¡Entonces nunca!
E interrumpí la comunicación. Sólo siete años más tarde, acompañado por Fernando Arrabal y Topor, asistí a una de las reuniones que presidía en el café Le Promenade de Venus, y tuve el placer de conocerlo.”
Alejandro Jodorowsky: La danza de la realidad, Siruela de bolsillo, 2005, Pág. 191-192
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