Los viernes
Los viernes el desorden en mi mesa de trabajo empieza a ser alarmante, cartas de los bancos sin abrir, notas en papeles de diversos tamaños, CD’s y DVD’s pendientes de copiar o/y rotular, libros y carpetas, recortes de los suplementos literarios de libros, la mayoría de los cuales no leeré nunca, por falta de tiempo, por una mala elección o, simplemente por desidia. Desidia: “Negligencia, falta de cuidado y de interés: lo ha ido retrasando por desidia y ahora ve que no lo tendrá a tiempo”.
También se acumulan postales a la cuál más curiosa, que me envía un personaje conocido aunque cada vez más misterioso y cuyo formato contraviene absolutamente todas las reglas de La Sociedad Estatal Correos y Telégrafos, y que, aún así, sus repartidores se saltan desde siempre con una generosidad que me conmueve. Siempre he querido pensar que, entre tanta correspondencia insulsa, estas modestas obras de artesanía les alegran el día.
En este sentido, Kafka era un verdadero caso clínico. Kakfa siempre era viernes. En una de sus cartas a Felice Bauer le decía: "el papel de cartas de este horriblemente desordenado corresponsal tuyo se acaba de terminar, y todos los vendedores de papel están durmiendo."
También se acumulan postales a la cuál más curiosa, que me envía un personaje conocido aunque cada vez más misterioso y cuyo formato contraviene absolutamente todas las reglas de La Sociedad Estatal Correos y Telégrafos, y que, aún así, sus repartidores se saltan desde siempre con una generosidad que me conmueve. Siempre he querido pensar que, entre tanta correspondencia insulsa, estas modestas obras de artesanía les alegran el día.
En este sentido, Kafka era un verdadero caso clínico. Kakfa siempre era viernes. En una de sus cartas a Felice Bauer le decía: "el papel de cartas de este horriblemente desordenado corresponsal tuyo se acaba de terminar, y todos los vendedores de papel están durmiendo."
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