El viajero más lento
Es el viajero más lento que ha visto el mundo mundial. Desde luego, yo no conozco uno igual. Los libros le duran meses. Finalmente, acaban con los márgenes repletos de anotaciones, signos de exclamación, interrogantes y demás. Lo que para los demás es un tabú, emborronar los libros, para él es todo un placer.
Yo diría que es algo que no tiene absolutamente nada que ver con la erudición. Leerse un libro de un tirón – dice - es el placer de los comedores de patatas, los fast foods que presumen de leerse las novelas con la tele en celo, la pareja enchufada y los niños escalando los sofás y chupándose el dedo mientras devoran los dibujos animados. “El viajero” pretende ser una especie de Spencer Tracy. ¡Y hasta presume de tener una Catherine Hepburn!. Los otros, los fast foods no son más que unos Liberty Balance de que los que sacan y disparan tan rápido que no tienen tiempo ni de contar los muertos. No me va ese rollo – afirma - tranquilo. La lentitud no es una característica, un rasgo más del carácter. Es algo más que todo eso. Es entablar una relación de igual a igual con la vida.
Como en el sexo, en la literatura uno ha de descubrir el placer por sí mismo y luego paz y gloria – prosigue -. Conozco a muchos cautivos de sus propias convicciones. No te las atornillan en la frente como un vulgar affiche sencillamente porque no pueden, “porque les vence la cortesía”, aunque no por eso consigan ocultar sus intenciones. El viajero lo sabe, él los ha calado y, sea por pereza, o por aquello de no darle carnaza al respetable y no le despidan de la tertulia, no le echen de casa apenas acabada la cena, o no sea se quede inexplicablemente sin amigos, calla. Aunque no otorga.
El pequeño equipo musical Elta 1237 arranca con una de sus melodías preferidas, mientras el viajero más lento que conozco se afeita parsimoniosamente y escucha "My way", de Sinatra. Cae la tarde y se desvanecen el último chaparrón de mayo. Y el tiempo se queda suspendido en la atmósfera del salón, mientras yo me muerdo las uñas esperando, pues se hace peligrosamente tarde para llegar a tiempo al comienzo de la película.
“Media legua, media legua, media legua más arriba”...
Y no me lo puedo creer. Que me esté contando, precisamente ahora, la última vez que vio la peli que vamos a ver dentro de nada en el Maldá. Y todo eso, mientras yo no acabo de dar crédito a lo que veo: que tarde tanto tiempo en hacer y rehacer el nudo de su corbata, enunciando con su severa voz la carga de los lanceros hacia Balaklava.
“La matanza de Chucoti quedó grabada en la mente de los lanceros del Vigesimoséptimo de la Brigada Ligera” – continuó, imperturbable, mientras comprobaba como le quedaba la chaqueta de lino-. ”Como una herida que jamás se cerraría. Entonces sucedió. Como caído del cielo, un resplandor plateado casi cegador, invadió la vasta llanura entre las colinas de Balaklava, y el galope de los lanceros del Vigesimoséptimo se expandió por la platea casi vacía. Los seiscientos cabalgan por el Valle de la Muerte.”
- Pues si me la cuentas, ya no hace falta que vayamos a verla – dije yo, cada vez más irritado, a menos de un instante de perder la compostura.
Para decirlo clara y llanamente, tanta lentitud llegó a exasperarme. Ahora entiendo que se quede sin amigos, recuerdo que pensé cuando me largué de su casa dando un portazo, mientras él seguía deleitándose en elegir una corbata que hiciera juego con la camisa, y ésta con el pantalón, mientras tarareaba New York New York. Por eso lo nuestro duró lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks.
Michael Curtiz: La carga de la Brigada Ligera (EEUU 1936) 116 minutos. Guión: Michael Jacoby & Rowland Leigh. Fotografía: Sol Polito (B&W). Música: Max Steiner. Reparto: Errol Flynn, Olivia de Havilland, Patric Knowles, Nigel Bruce, David Niven, Donald Crisp, Henry Stephenson.
Enrique Vila-Matas: El viajero más lento, Barcelona, Anagrama, 1992. Colección Argumentos 124.
El pequeño equipo musical Elta 1237 arranca con una de sus melodías preferidas, mientras el viajero más lento que conozco se afeita parsimoniosamente y escucha "My way", de Sinatra. Cae la tarde y se desvanecen el último chaparrón de mayo. Y el tiempo se queda suspendido en la atmósfera del salón, mientras yo me muerdo las uñas esperando, pues se hace peligrosamente tarde para llegar a tiempo al comienzo de la película.
“Media legua, media legua, media legua más arriba”...
Y no me lo puedo creer. Que me esté contando, precisamente ahora, la última vez que vio la peli que vamos a ver dentro de nada en el Maldá. Y todo eso, mientras yo no acabo de dar crédito a lo que veo: que tarde tanto tiempo en hacer y rehacer el nudo de su corbata, enunciando con su severa voz la carga de los lanceros hacia Balaklava.
“La matanza de Chucoti quedó grabada en la mente de los lanceros del Vigesimoséptimo de la Brigada Ligera” – continuó, imperturbable, mientras comprobaba como le quedaba la chaqueta de lino-. ”Como una herida que jamás se cerraría. Entonces sucedió. Como caído del cielo, un resplandor plateado casi cegador, invadió la vasta llanura entre las colinas de Balaklava, y el galope de los lanceros del Vigesimoséptimo se expandió por la platea casi vacía. Los seiscientos cabalgan por el Valle de la Muerte.”
- Pues si me la cuentas, ya no hace falta que vayamos a verla – dije yo, cada vez más irritado, a menos de un instante de perder la compostura.
Para decirlo clara y llanamente, tanta lentitud llegó a exasperarme. Ahora entiendo que se quede sin amigos, recuerdo que pensé cuando me largué de su casa dando un portazo, mientras él seguía deleitándose en elegir una corbata que hiciera juego con la camisa, y ésta con el pantalón, mientras tarareaba New York New York. Por eso lo nuestro duró lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks.
Michael Curtiz: La carga de la Brigada Ligera (EEUU 1936) 116 minutos. Guión: Michael Jacoby & Rowland Leigh. Fotografía: Sol Polito (B&W). Música: Max Steiner. Reparto: Errol Flynn, Olivia de Havilland, Patric Knowles, Nigel Bruce, David Niven, Donald Crisp, Henry Stephenson.
Enrique Vila-Matas: El viajero más lento, Barcelona, Anagrama, 1992. Colección Argumentos 124.
4 comentarios:
Dí que sí, así.
Y ¡adelante mis seiscientos!
Jajaja... Por cierto, “La carga de la caballería ligera”... Años que no la echan en la tele, habitual como era de los sábados por la tarde. Y no es que el vídeo esté descatalogado. ¡Es que no existe vídeo!
Sólo queda la esperanza de la mula esa (el emule), pero cuando me pasaron un CD no se veía nada de nada. Me reservo la explicación que se me dio. Inextricable.
Sí.
Luego fue búrdamente emulado (sin e-mule) por el Licor 43: "¡Adelante mis 43!" decía una con permanente y tirando a pelirroja.
Pero no tenía el morbo de esos 600 yendo directos al acabose.
Eran cosas, es cierto, inestricables, que diría otro.
Como los gaiteros escoceses -que no sé qué se les había perdido por ahí, con lo seco que está aquello- que arrancaron toca que te tocarás una marcha rumbosa en la batalla de El Alamein, y no quedaron para contarlo, ni para medio llenar de aire ninguna otra gaita, como era de suponer, ni uno.
Y según todos los indicios esto de “la batalla” es contagioso. Tipos nada sospechosos de pegarse a tortazos al salir del bar, como Lobo Antunes (que escribe sus “inestricables” novelas en un psiquiatrico), reconocen que: “El otro día vi un documental en la televisión sobre la guerra en África, con militares que avanzaban y disparaban, un herido en el sendero, la sombra de un helicóptero sobre los árboles y, de repente, me vi levantándome del sofá con ganas de meterme dentro de la pantalla y juntarme a ellos: yo pertenecía a ese lugar.” Lo dicho. ¡Más madera! ¡Cabalgaban los seiscientos!
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