10.2.07

La defensa francesa



Rick Blaine está jugando al ajedrez contra sí mismo (¿no dijo alguien que las reglas del juego también están para jugar con ellas?) cuando le acercan un talonario para que garabatee su conformidad. En la parte inferior del talón vemos claramente el día y el mes: tres de diciembre. El año queda fuera del campo de la cámara, aunque ese dato nosotros lo conocemos perfectamente. Se trata de 1941. Quedan cuatro días para que los japoneses ataquen Pearl Harbor.
Rick juega con las piezas negras y, como no podía ser menos en territorio “libre” de la Francia de Vichy, lo hace con una defensa francesa. Una defensa “valorada por algunos entendidos – nos cuenta Manuel Rodríguez - como difícil de jugar para el negro”. Y otra cuestión, no menos importante, aunque sea bastante más doméstica: el mito de la media naranja. Tanto desvalido buscando su media naranja. Tanto huérfano sin querer enterarse de que la otra media naranja, sencillamente, no existe. Existen otras naranjas, y, sobre todo, otras manzanas. La manzana, por ejemplo, distrae y cansa y, de aburrida, te mata el apetito. No es la peor de las opciones. La soledad también hace idiotas.
Solución al enigma: la otra media naranja eres tú mismo. Rick hace como que no se entera pero yo, francamente, creo que acaba descubriéndolo a medida que la Bergman deja de convertirse en un recuerdo y se convierte en una realidad pura y dura. Sí, ya lo sé. ¡Bien que lo sé! Aparece con su belleza resplandeciente, aunque acompañada de un combatiente con cara de tonto y un policía de uniforme con pinta de Louis de Funès.
Se ha enfatizado mucho sobre la pregunta de la Bergman a Michael Curtiz: Pero... ¿De quién estoy enamorada, de Rick o de Laszlo? Respuesta del director: tú, de momento, haz como que de los dos. Lo que nos lleva directamente a otra pregunta idiota: ¿Puede enamorarse uno de dos personas a la vez? Y así, hasta que llegamos nuevamente al caso de la media naranja. Luego está lo de la atmósfera del Café Rick's, Sam tocando Knock on wood. Sam tocando otra vez As time goes by. Sí, lo de caer en la tentación de creer en la magia de pensar que el mundo puede ser un café, o poco menos. Y el pasmo de la peli: Todo preparado para el primer plano Ilse, imposible encontrar rostro más luminoso, presencia más resplandeciente, contención más expresiva.
Cada año, cuando veo Casablanca, me da el flash por algo distinto. Esta vez, ha sido lo de la media naranja. Cuanto más se escribe sobre Casablanca más se yerra. Nadie acierta acerca de la popularidad del film. Yo tengo la solución, por supuesto.
No he oído cosa más absurda (y por eso mismo, enternecedora) que la parrafada final de Rick a Ilsa. Y el remate final del nacimiento de una bella amistad, con Claude Rains ya es virtuosismo puro. Rick es un perezoso. Su renuencia inicial a ayudar a los buenos, aunque finalmente se moje, es una muestra de ello. Bajo su capa de cinismo se esconde una honorable cobardía ganada a pulso. Rick se libra de Ilsa porque sabe que París no volverá, que esto de la pareja requiere un esfuerzo que no veas. Manda a Ilsa a Lisboa como podría haberlo hecho con su suegra o su cuñada política. Él lo que quiere es quedarse tranquilo con su café, sus trapicheos con Yvionne y sus partidas de ajedrez, que siempre evolucionan como a él le da la gana ("¡De todos los cafés que hay en el mundo, ella tuvo que venir al mío!”). Honorable deseo que, a la vez, convierte en honorables a todos los que alguna vez perdimos alguna batalla y acabamos reconociendo que, a veces, es mejor que siempre nos quede París que ninguna parte, pero que ya estamos a gusto con la molicie de nuestra rutina y nuestras manías, sin necesidad de que ninguna manzana o melocotón nos enmiende la plana. Así son las cosas cuando uno se hace mayor. Toquemos madera. El público en general así lo ha entendido y de ahí su devoción por una historia que es también nuestra historia. Y los que no quieran reconocerlo, peor para ellos. Su indigestión siempre será nuestro consuelo.
Texto complementario:
La variante Casablanca, por Manuel Rodríguez
"Esta es, digamos, la posición inicial, donde comienza la escena, y les toca mover a las blancas. Rick –Humphrey Bogart- está en el lado de las negras. Es una defensa francesa, valorada por algunos entendidos como difícil de jugar para el negro pero en la que puede haber una larga lucha. Es sobre esta partida donde medita Bogart, y en la que, a lo largo de toda la escena, efectúa ya un solo movimiento, pues Peter Lorre aparece y comienza a contarle algo que merece la pena escuchar, y aunque no parece que Bogart descuide el juego, es evidente que la concentración ya no es la misma. El movimiento que hizo con blancas es Cb5."
Manuel Rodríguez: La variante Casablanca, (
METAJEDREZ)
http://chessmagic.juntaextremadura.net/modules/news/article.php?storyid=350
Michael Curtiz: Casablanca, Estados Unidos, 1942. 102 minutos. Guión: Julius y Philip G. Epstein, Howard Koch y Casey Robinson. Basado en la obra teatral Everybody comes to Rick’s, de Murria Burnett y Joan Alison. Música: Max Steiner. Fotografía: Arthur Edeson. Humphrey Bogart (Rick Blaine), Ingrid Bergman (Ilsa), Paul Henreid (Victor Laszlo), Claude Rains (Capitán Louis Renault), Peter Lorre (Ugarte), Dooley Wilson (Sam), Conrad Veidt (Mayor Strasser), Madeleine LeBeau (Yvonne), Sydney Greenstreet (Ferrari), Joy Page (Annina Brandel), John Qualen (Berger), Leonid Kindesey (Sascha).

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