Llegado del otro lado del telón de acero
Murió Ferenc Puskas, ese jugador gordito llegado del otro lado del telón de acero que poseía un toque de balón digno de un malabarista pero más conocido por su zurda de oro y cuyo apellido (escopeta en húngaro) hacía honor a sus cualidades. El único jugador que ha marcado cuatro goles en una final de la Copa de Europa y una de las víctimas del desastre del Wankdorf Stadion de Berna, en la final del Mundial de Suiza de 1954, en la que una de las selecciones más brillantes que ha conocido la historia – la húngara- perdió sorprendentemente ante una Alemania construida con gladiadores, defensas y contraataques.
Pero entonces yo sólo tenía tres años (¿quién diablos dijo que nuestra patria fue la infancia?). Ya en la infausta adolescencia mi mayor afán, lo confieso, era que el Real Madrid no ganara la dichosa Copa de Europa. Costó lo suyo, aunque, finalmente, alcancé ese átomo de felicidad. Aún no teníamos televisión en casa, así que fue en ese bar que ahora se llama Páramo, donde presencié la caída de la Armada Invencible: cinco a uno le colocó el Benfica de Lisboa al Real Madrid. Entiéndase: hablo nada menos que del Benfica de los Costa Pereira, Columna, Torres y Eusebio. Puskas fue precisamente el que hizo el gol del honor del Real Madrid, aunque nada honroso hubiera en aquel partido, y menos todavía la alegría de los escarnecidos y resentidos seguidores del Barça, de la que yo formaba parte activa y cuya única esperanza era la derrota del eterno enemigo. Sí. Aquello ya se iba pareciendo un poco más a la felicidad, aunque si he de ser sincero, el que suscribe desconocía exactamente lo que era la felicidad. Por no saber, ni siquiera sabía que los Beatles ya tocaban Please pelase me.
Ferenc Puskas: Su verdadero apellido era Purczfeld, de origen alemán (su padre lo cambió por Puskas, escopeta en húngaro, tras la segunda guerra mundial. Jugó en el Honved de Budapest (1943 a 1956), en la selección húngara y, ya nacionalizado en la selección española. Y lo hizo nueve años en el Real Madrid. Nació en Budapest el 2 de abril de 1927 y falleció el 17 de noviembre de 2006 en la misma ciudad.
Pero entonces yo sólo tenía tres años (¿quién diablos dijo que nuestra patria fue la infancia?). Ya en la infausta adolescencia mi mayor afán, lo confieso, era que el Real Madrid no ganara la dichosa Copa de Europa. Costó lo suyo, aunque, finalmente, alcancé ese átomo de felicidad. Aún no teníamos televisión en casa, así que fue en ese bar que ahora se llama Páramo, donde presencié la caída de la Armada Invencible: cinco a uno le colocó el Benfica de Lisboa al Real Madrid. Entiéndase: hablo nada menos que del Benfica de los Costa Pereira, Columna, Torres y Eusebio. Puskas fue precisamente el que hizo el gol del honor del Real Madrid, aunque nada honroso hubiera en aquel partido, y menos todavía la alegría de los escarnecidos y resentidos seguidores del Barça, de la que yo formaba parte activa y cuya única esperanza era la derrota del eterno enemigo. Sí. Aquello ya se iba pareciendo un poco más a la felicidad, aunque si he de ser sincero, el que suscribe desconocía exactamente lo que era la felicidad. Por no saber, ni siquiera sabía que los Beatles ya tocaban Please pelase me.
Ferenc Puskas: Su verdadero apellido era Purczfeld, de origen alemán (su padre lo cambió por Puskas, escopeta en húngaro, tras la segunda guerra mundial. Jugó en el Honved de Budapest (1943 a 1956), en la selección húngara y, ya nacionalizado en la selección española. Y lo hizo nueve años en el Real Madrid. Nació en Budapest el 2 de abril de 1927 y falleció el 17 de noviembre de 2006 en la misma ciudad.
Etiquetas: crónicas
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