Dispararon contra la noche
Dos individuos entraron en Puerto Hurraco, armados hasta los dientes. Fríos como el hielo, traían a cuestas su piel tiznada por el sol y el alma oscurecida por el odio. Y las entrañas llenas de arrugas de tantas puñaladas que da la vida. Y los vecinos, no digamos.
Portaban sendas Franchine del calibre 12, escopetas repetidoras cargadas con postas. Los dos vengadores cayeron sobre Puerto Hurraco como salidos de esa leyenda de la España Negra que nos legaron la Santa Inquisición, el Renacimiento que no fue, los Austrias, los Borbones, los caciques, la Falange y de las JONS, la miseria y la madre que los parió a todos (o sea, Isabelita la Católica) y rompieron el silencio de la noche con el trueno de sus descargas a mansalva.
Dispararon hasta saciarse, como si lo hicieran contra la noche y no contra los habitantes de Puerto Hurraco. Envolvieron la calle de un humo grisáceo que, sólo al disiparse, dejó que fueran tomando forma los cuerpos tendidos en el suelo. Entre ellos, el de Antonio, de 14 años, y el de Encarnación, de 12. Vaciaron 70 cartuchos en total. A Diego Rodríguez de Silva y Velázquez le hubiera dado un vahído, pero en cambio, Francisco de Goya se hubiera puesto las botas.
Portaban sendas Franchine del calibre 12, escopetas repetidoras cargadas con postas. Los dos vengadores cayeron sobre Puerto Hurraco como salidos de esa leyenda de la España Negra que nos legaron la Santa Inquisición, el Renacimiento que no fue, los Austrias, los Borbones, los caciques, la Falange y de las JONS, la miseria y la madre que los parió a todos (o sea, Isabelita la Católica) y rompieron el silencio de la noche con el trueno de sus descargas a mansalva.
Dispararon hasta saciarse, como si lo hicieran contra la noche y no contra los habitantes de Puerto Hurraco. Envolvieron la calle de un humo grisáceo que, sólo al disiparse, dejó que fueran tomando forma los cuerpos tendidos en el suelo. Entre ellos, el de Antonio, de 14 años, y el de Encarnación, de 12. Vaciaron 70 cartuchos en total. A Diego Rodríguez de Silva y Velázquez le hubiera dado un vahído, pero en cambio, Francisco de Goya se hubiera puesto las botas.
Diario de un cronopio, 25 de abril de 1993
Etiquetas: crónicas
2 comentarios:
Buena sinopsis-poética
Me ha encantado esta frase:
"Dispararon hasta saciarse, como si lo hicieran contra la noche".
Gracias. De vez en cuando encuentro alguna "perlita" en mis Diarios. A veces, sin embargo, un diarista como yo puede encontrarse con la "embarazosa" evidencia de que su vida se parece demasiado a la de hace quince años.
Yo diría que no es un buen presagio. ¿No crees? Personalmente hablando (y lo siento por Holderlïn, Rilke y el resto del equipo) a mi la noche me da yuyu, no sé, prefiero ver salir el sol por mi ventana.
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