8.10.06

Isadora Duncan: ISADORABLE




“Recuerdo esta película como una especie de sueño. La vi cuando tenía ocho años en un cine de programa doble, comiéndome un bocadillo de mortadela con mis padres. La película empezaba con Isadora de niña quemando el certificado de boda de sus padres (de lo cual deduje que casarse era algo horrible, sentimiento que me ha durado hasta ahora, aunque si fuera gay me casaría inmediatamente sólo para fastidiar). También recuerdo que había un banquete de fresas con nata servido por bailarinas semidesnudas, que ella tenía un montón de novios y que moría estrangulada por un Hispano Suiza. Todo me parecía exótico, excitante y fantástico (menos lo de morir estrangulada).
Isabel Coixet"Nací a la orilla del mar. Mi primera idea del movimiento y de la danza me ha venido seguramente del ritmo de las olas…"
Isadora Duncan: Mi vida
Isadorable la llamaba Picabia. Recuerdo esta película como un momento de éxtasis. La vi cuando todavía era joven, y si bien en aquel momento me pareció extravagante y un tanto histriónica, luego, al leer su autobiografía, comprobé que no estaba ni mucho menos alejada de la realidad, al menos de la realidad tal como la vivió la propia Isadora.
Me enamoré al instante de ella. Como los colegiales de sus profesoras. Bueno, de ella y de Vanessa Redgrave, todo sea dicho. Me impresionó, especialmente, ese instante en el que Isadora Duncan besa los labios de sus hijos Deirdre y Patrick a través del óvalo de cristal de la ventanilla trasera del viejo Bentley negro que acabaría desplomándose en las aguas del Sena. Accidente absurdo, como cualquier accidente, pero mucho más cruel cuando te arranca las entrañas.
Una escena espléndida tanto por la habilidad de su construcción como por la potencia de su emotividad y que enlaza maravillosamente con el viaje relámpago a París de una Duncan ya madura. Cuando atraviesa un túnel, acompañada de su fiel secretaria Mary Desti, su mente, presa de un acceso de pánico, estalla y se rompe en mil pedazos. Y me digo yo que eso debe ser la magia del cine: la oscuridad del túnel provoca la brutal irrupción de la imagen lenta de sus labios en ese último y gélido beso sobre el cristal trasero del viejo Bentley, que petrificó su vida para siempre. Como un cuchillo hundiéndose en el agua.

Isadora Duncan Mi vida. Autobiografía, Editorial Losada, Buenos Aires, 1938
Karel Reisz: Isadora, UK-FRA, 1968, Vanesa Redgrave, James Fox, Jasón Robards, John Fraser, Cynthia Harris
Maurice Lever: isadora, Circe Ediciones, Barcelona, 1996

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4 comentarios:

Anonymous Anónimo ha dicho...

Coincido plenamente en el recuerdo de Isadora / Vanesa.
Vanesa Redgrave también era recuerdo subido de tono por las fotos de "Blow Up" que salían en una revista francesa que corría por la casa familiar: en el "Realités" lucía torso desnudo en el estudio del fotógrafo cortaziano.

8:25 p. m.  
Blogger Cronopio ha dicho...

Amigo Popaul: he buscado expresamente una foto de Vanesa recreando a Isadora. Dedicada a ti.
Saludos

8:08 a. m.  
Anonymous Anónimo ha dicho...

¡Muchas gracias!
Esto es como aquello que se hizo decir al periodista de una película de John Ford (¿Libery Valance?): "En el oeste, cuando la leyenda es más hermosa que la realidad, imprimimos la leyenda".
Pues bien: Lo mismo. Me gusta mucho más la de arriba...

7:35 p. m.  
Blogger Cronopio ha dicho...

Totalmente de acuerdo. O esa voz en off con que empieza esa estupenda película de John Huston - creo - ("El juez de la horca"): ... "No sabemos muy bien si la historia ocurrió así, lo que si podemos afirmar es que debería haber sido así" (cito de memoria, claro)

3:14 p. m.  

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