24.7.06

Zulo


En mis cinco principales del terror personal tengo como líder destacado, precisamente, el secuestro con zulo. Por supuesto, con independencia de quién y por qué. El segundo es la tortura, que también puede ser un complemento del primero. El tercero no lo cuento porque se daría una panza de reír.
Zulo es una película, según la crítica, “arriesgada y valiente”, que de tan valiente fenece en el intento. Y lo hace con nota. Convengo en la hipótesis de que Carlos Martín Ferrera no se ha permitido recursos fáciles. Nada sabemos entonces de los secuestradores, porque así, tan anónimos se persigue la moraleja un tanto cándida de que esto le puede ocurrir a cualquiera. Que le secuestren y todo eso. ¡Vaya descubrimiento! Tampoco es imprescindible pensar en ETA. Uno va de vacaciones a Estambul y los hijos de Mohamed le secuestran confundiéndolo con un periodista del Cronical Expres. Ya está, ya tenemos un motivo tan plausible como otro cualquiera. ¡Diablos! Ferrera no es Kafka precisamente. El proceso está escrito y muy bien escrito, por cierto, y ya todos obtuvimos nuestras conclusiones. Y Dumas se recreó con El Conde de Montecristo en el castillo de If. Pero lo dicho: Ferrera no es Kafka. Ni siquiera Dumas. ¿Qué todos tenemos nuestro “zulo” esperándonos a la vuelta de la esquina? De acuerdo. Son ganas de complicarse la vida. A ver cómo se sale de ésta me pregunté mientras miraba el reloj, reconociendo la impaciencia del que ya adivina que va a recibir una sesión de De Profundis.
Puestas así las cosas, sólo nos deja al pobre secuestrado. ¡Vaya papeleta! ¡Vaya forma de cavar su propia fosa!
Zulo es una peli que no progresa ni a la de tres. A la hora de película nos hallamos donde estábamos a los cinco minutos. Abandonado el recurso (¿fácil?) del flash-back, de ventanas a lo onírico y de la imaginación en general, sólo le quedaba a Ferrera la nada desdeñable práctica de los efectos especiales, esa pirotecnia ha salvado más de una película mediocre. Tampoco. Este director es terco e inflexible. Así que acabamos sin saber nada del protagonista, ni de los secuestradores, ni (lo peor) de lo que siente, además del dolor. No es que nos interesara demasiado, pero probablemente nos hubiera hecho un poco más soportable el film. En lugar de una visión instrospectiva del personaje (sus recuerdos, sus paranoias...) obtenemos un relato de un descriptivismo ramplón y plano. Tan plano que a medida en que avanza la película nuestra capacidad de emoción se desmorona y crece la impaciencia.
La trampa (como diría nuestro venerado Angel Fernandez Santos) la encontramos cuando nos damos cuenta de que llevamos nuestro tiempo esperando que Miguel (el sufriente) se decida a hacer la pregunta del millón. ¿Por qué? Es decir, por qué del secuestro. Pero el pobre Miguel sólo atina a preguntar ¿Por qué yo? Pues sí. Lo dicho, los pocos espectadores del Verdi acabamos muriendo de tanta originalidad.
Carlos Martín Ferrera: Zulo España, 2005. 82 min. Guión: Pep Garrido. Música: Pau Vallvé. Fotografía: José Luis Bernal. Jaume García Arija (Miguel), Isak Ferriz (encapuchado uno), Enric López (encapuchado dos)

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