Cincómonos: La Señora del General
Me gusta El Cabaret y el Café-Teatro. Me gustan los juegos de mesa, sea el póquer o a la Jota Negra, el Siete y Medio o el Parchís. Mientras se juegue en serio todo me vale. Y me gusta fumar. Mala suerte la mía. Mi entorno, que diría mi admirado Johan Cruyff, está por lo convencional: las cenas de parejas, las dietas macrobióticas, la obsesión por la segunda residencia o el senderismo mixto, léase: el Camino de Santiago. Por etapas, claro. Fatal.
Desde que en el Llantiol (todavía en activo, ya veremos hasta cuándo), en el que he pasado noches señaladas, así como alguna que otra medianoche de magia potagia, nos sacaron al escenario a hacer el caimán - con mi consiguiente regocijo y ataque de pánico de mis acompañantes -, nadie quiere saber nada de mis gustos falleros.
Puestas así las cosas, no tuve más remedio que hacer surgir mi lado oscuro y engañé alevosamente a mi hermana. ¡A cualquier sitio menos al Llantiol! Me suplicó sin saber lo que se le venía encima. Así que me la llevé al Cincómonos.
Aparentemente el Cincómonos, espai d’art, es una especie de coffee shop, donde uno puede tomarse una copa (o un café) tranquilamente, consultar sus notas, leerse un libro, organizar la fundación de una revista literaria o practicar la tertulia. Justo lo que antes hacíamos en el Velódromo o en el Zurich y ahora es del todo imposible, porque el primero ha desaparecido y el segundo ya no es lo que era. Por no mencionar a la joven turba de Vila-Matas, que ocupan la mega-mesa del Salambó padeciendo una contaminación acústica de aquí te quiero ver.
En “Cincómonos Art” Lucía Jurjo ha creado un alma de máscaras y sombras, una escuela o, mejor, un taller de teatro, en el que se persigue, como se explica en la web, “la investigación, la búsqueda de las posibilidades del teatro como acceso al conocimiento y a la creación personal”.
Le prometí a Lucía que acudiría al espectáculo. ¡Y por fin pude presenciar La Señora del general! Era una noche de mundial, ya saben, del fútbol del mundo mundial, así que la adicción de los allí presentes, en principio, no ofrecía muchas dudas. La Señora... es una obra en clave dramática que exprime las facultades de las tres actrices que la interpretan y que, a la vez, tensa al máximo la distancia con el espectador en el reducido pero “caliente” espacio del Cincómonos. Un espectador generalmente acostumbrado a verlas venir en la oscuridad del cine o en el ancho mar de los teatros convencionales. El truqui de la obra (excelentemente interpretada, ¡Bravo!) se basa, diría yo -que, por supuesto, soy entusiasta más que crítico-, en el juego de espejos que las tres actrices efectúan en torno a un mismo personaje (la puteada Señora del general) y sus contrarios: entorno social, familia y amo. Tres en uno. El intercambio de identidades, la delgada –casi inexistente- frontera entre el diálogo y el monólogo, hacen de esa hora y veinte minutos un excelso ejercicio de psicomagia, que diría el gran Jodorowsky. Las protagonistas se desdoblan, intercambian sus personalidades y, en suma, se desnudan... Pero no. Miento: se arrancan la piel a tiras hasta mostrar su interior más descarnado y verídico. De esta forma, deshojando la dolorosa margarita del “yo aparente” y del “yo oculto”, la catarsis humana entre el dominador y el dominado se convirtió esa noche en una bofetada para el espectador. Ay, que risa... A mi hermana se le cayó el posavasos y no tuvo arrestos para agacharse, tanta era la tensión del asunto. ¡Y qué decir del trasunto!
Por supuesto, el hecho de que el personaje elegido sea el de una mujer es todo menos casual. Casi nada es casual, como ustedes saben. Ahí fuera, la tontolaba futbolera festejaba su banalidad a gritos. En el Cincómonos, en cambio, (y perdonen la petulancia) nos miramos en los espejos deformados de la Señora de un general. Y nuestros ojos casi parecían sulfatados con vitriolo. Porque así somos algunos. Nos va la marcha. Nos gusta que nos den caña de vez en cuando.
Cincómonos teatro: La Señora del General. Una obra de Jorge Salinas. Con Lucía Jurjo, Cristina Fabregat y Vanesa Buchaca. Diseño escenográfico: Edu Mol. Diseño luces: Christian Salinas. Dirección Arte: Pablo Salinas. Vestuario: Lidia Becerra. Coreografía: Pedro Gea. Producción: Claudia Salinas
Puestas así las cosas, no tuve más remedio que hacer surgir mi lado oscuro y engañé alevosamente a mi hermana. ¡A cualquier sitio menos al Llantiol! Me suplicó sin saber lo que se le venía encima. Así que me la llevé al Cincómonos.
Aparentemente el Cincómonos, espai d’art, es una especie de coffee shop, donde uno puede tomarse una copa (o un café) tranquilamente, consultar sus notas, leerse un libro, organizar la fundación de una revista literaria o practicar la tertulia. Justo lo que antes hacíamos en el Velódromo o en el Zurich y ahora es del todo imposible, porque el primero ha desaparecido y el segundo ya no es lo que era. Por no mencionar a la joven turba de Vila-Matas, que ocupan la mega-mesa del Salambó padeciendo una contaminación acústica de aquí te quiero ver.
En “Cincómonos Art” Lucía Jurjo ha creado un alma de máscaras y sombras, una escuela o, mejor, un taller de teatro, en el que se persigue, como se explica en la web, “la investigación, la búsqueda de las posibilidades del teatro como acceso al conocimiento y a la creación personal”.
Le prometí a Lucía que acudiría al espectáculo. ¡Y por fin pude presenciar La Señora del general! Era una noche de mundial, ya saben, del fútbol del mundo mundial, así que la adicción de los allí presentes, en principio, no ofrecía muchas dudas. La Señora... es una obra en clave dramática que exprime las facultades de las tres actrices que la interpretan y que, a la vez, tensa al máximo la distancia con el espectador en el reducido pero “caliente” espacio del Cincómonos. Un espectador generalmente acostumbrado a verlas venir en la oscuridad del cine o en el ancho mar de los teatros convencionales. El truqui de la obra (excelentemente interpretada, ¡Bravo!) se basa, diría yo -que, por supuesto, soy entusiasta más que crítico-, en el juego de espejos que las tres actrices efectúan en torno a un mismo personaje (la puteada Señora del general) y sus contrarios: entorno social, familia y amo. Tres en uno. El intercambio de identidades, la delgada –casi inexistente- frontera entre el diálogo y el monólogo, hacen de esa hora y veinte minutos un excelso ejercicio de psicomagia, que diría el gran Jodorowsky. Las protagonistas se desdoblan, intercambian sus personalidades y, en suma, se desnudan... Pero no. Miento: se arrancan la piel a tiras hasta mostrar su interior más descarnado y verídico. De esta forma, deshojando la dolorosa margarita del “yo aparente” y del “yo oculto”, la catarsis humana entre el dominador y el dominado se convirtió esa noche en una bofetada para el espectador. Ay, que risa... A mi hermana se le cayó el posavasos y no tuvo arrestos para agacharse, tanta era la tensión del asunto. ¡Y qué decir del trasunto!
Por supuesto, el hecho de que el personaje elegido sea el de una mujer es todo menos casual. Casi nada es casual, como ustedes saben. Ahí fuera, la tontolaba futbolera festejaba su banalidad a gritos. En el Cincómonos, en cambio, (y perdonen la petulancia) nos miramos en los espejos deformados de la Señora de un general. Y nuestros ojos casi parecían sulfatados con vitriolo. Porque así somos algunos. Nos va la marcha. Nos gusta que nos den caña de vez en cuando.
Cincómonos teatro: La Señora del General. Una obra de Jorge Salinas. Con Lucía Jurjo, Cristina Fabregat y Vanesa Buchaca. Diseño escenográfico: Edu Mol. Diseño luces: Christian Salinas. Dirección Arte: Pablo Salinas. Vestuario: Lidia Becerra. Coreografía: Pedro Gea. Producción: Claudia Salinas
Etiquetas: teatro
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