El 23-F: Una imagen
Una imagen de Adolfo Suárez aguantando en tipo en su escaño mientras las balas silbaban (zumbaban, precisa el autor) en el Congreso de los Diputados, un 23 de febrero, fue, según parece, el origen del sorprendente, y extraordinario en muchos aspectos, libro de Javier Cercas: “El 23-F. Anatomía de un instante”.
El autor juega, dentro pero también fuera del libro –en sus comentarios-, con la dualidad entre novela y ensayo, aunque éste último concepto aparezca actualmente más bien poco, siendo la más habitual la de “no ficción”, que, además de desafortunada y antipática, no compromete a nada. A mí, si se me permite la digresión, ensayo se me antoja un lexema especialmente afortunado tanto en su forma como en su significado.
Aunque, todo sea dicho, el libro de Javier Cercas no siendo una novela consigue, siguiendo los métodos rigurosos del estudio histórico, que el lector capte, más pronto o más tarde, su “mirada novelesca”, el otrora famoso “punto de vista”, que engarza con una habilidad inusual lo secundario de lo importante transformando lo que podría ser un hábil trabajo periodístico en un excelente y brillante ensayo, un Full de ases y reinas en la “imagen” de los acontecimientos del 23-F, revelando de esta forma que en ocasiones la realidad se parece más a una novela que la novela misma. Se han escrito obras maestras a partir de una imagen, o de un olor, y no digamos de un recuerdo puntual, casi banal. Ésta es una de ellas.
Ignoro las causas de que "El 23-F. Anatomía de un instante" se vendiera tanto o más que el señor Stieg Larson. Sólo se me ocurren algunas, pocas, relacionadas todas ellas entre sí: el “envejecimiento” de la población, el desconocimiento de los “gustos literarios” del otro y, por supuesto, al devastador éxito de los “Soldados de Salamina” (un libro agradecido, en el sentido de que “se deja leer”, aunque en algún momento uno acabe hasta la coronilla de tanta matraca con el dichoso Rafael Sánchez Mazas). Por otra parte, apuesto lo que sea a que la mejor obra de Cercas hasta el momento fenecerá en un noventa por ciento de los casos en la estantería de turno, el del comprador impulsivo que ojea los suplementos literarios o, por lo menos, escucha la radio o, simplemente es objeto de un regalo con tapa dura. Los más osados no pasarán de la página cincuenta, abrumados por la decepción de no encontrar la “prometida novela” por ninguna parte.
Novela o ensayo, en "El 23-F" Javier Cercas se da el curro escudriñando la historia reciente transformándose sucesivamente en rata de biblioteca, en un fisgón de tomo y lomo y, finalmente, en una paciente y eficaz araña: sólo así pudo, primero conseguir, y luego tragarse la filmación completa de la toma de televisión del evento, leerse todo libro, manual o libelo sobre el día de autos y, entre tanto derroche de información, establecer elucubraciones e hipótesis para descubrir entre tanta maraña de verdades y mentiras: lo que él denomina “la cuadratura del golpe” (afortunado hallazgo), y lo que resulta todavía más inaudito, hipótesis todas ellas plausibles, posibles e imbricadas unas con las otras como si de una enredadera se tratara. Sólo un gran escritor como Cercas podría hacer brotar de sí mismo tanto interés, tanto petróleo por un tema tan trillado y manoseado.
Aunque, todo sea dicho, el libro de Javier Cercas no siendo una novela consigue, siguiendo los métodos rigurosos del estudio histórico, que el lector capte, más pronto o más tarde, su “mirada novelesca”, el otrora famoso “punto de vista”, que engarza con una habilidad inusual lo secundario de lo importante transformando lo que podría ser un hábil trabajo periodístico en un excelente y brillante ensayo, un Full de ases y reinas en la “imagen” de los acontecimientos del 23-F, revelando de esta forma que en ocasiones la realidad se parece más a una novela que la novela misma. Se han escrito obras maestras a partir de una imagen, o de un olor, y no digamos de un recuerdo puntual, casi banal. Ésta es una de ellas.
Ignoro las causas de que "El 23-F. Anatomía de un instante" se vendiera tanto o más que el señor Stieg Larson. Sólo se me ocurren algunas, pocas, relacionadas todas ellas entre sí: el “envejecimiento” de la población, el desconocimiento de los “gustos literarios” del otro y, por supuesto, al devastador éxito de los “Soldados de Salamina” (un libro agradecido, en el sentido de que “se deja leer”, aunque en algún momento uno acabe hasta la coronilla de tanta matraca con el dichoso Rafael Sánchez Mazas). Por otra parte, apuesto lo que sea a que la mejor obra de Cercas hasta el momento fenecerá en un noventa por ciento de los casos en la estantería de turno, el del comprador impulsivo que ojea los suplementos literarios o, por lo menos, escucha la radio o, simplemente es objeto de un regalo con tapa dura. Los más osados no pasarán de la página cincuenta, abrumados por la decepción de no encontrar la “prometida novela” por ninguna parte.
Novela o ensayo, en "El 23-F" Javier Cercas se da el curro escudriñando la historia reciente transformándose sucesivamente en rata de biblioteca, en un fisgón de tomo y lomo y, finalmente, en una paciente y eficaz araña: sólo así pudo, primero conseguir, y luego tragarse la filmación completa de la toma de televisión del evento, leerse todo libro, manual o libelo sobre el día de autos y, entre tanto derroche de información, establecer elucubraciones e hipótesis para descubrir entre tanta maraña de verdades y mentiras: lo que él denomina “la cuadratura del golpe” (afortunado hallazgo), y lo que resulta todavía más inaudito, hipótesis todas ellas plausibles, posibles e imbricadas unas con las otras como si de una enredadera se tratara. Sólo un gran escritor como Cercas podría hacer brotar de sí mismo tanto interés, tanto petróleo por un tema tan trillado y manoseado.
Tampoco se acoge al recurso de la demonización o el ensalzamiento de éste o de aquél, al contrario, reparte “castañas” a todo el que pasaba por ahí, incluido, cómo no, a su Majestad, sin dedicar demasiado tiempo a desmontar, por obvio, esa leyenda nada urbana y sí muy “nacional y patriótica”, versión oficial de la transición, de que el Rey tenía una “hoja de ruta” grabada en su regio cerebro de cómo debían transcurrir los hechos. Nada nuevo para los que siempre hemos pensado que era uno más que estaba a verlas venir.
Aquí no se escapa ni Santiago Carrillo, el tercero en discordia ante la orden de tirarse al suelo, quién, tras Adolfo Suárez (el verdadero protagonista de la imagen), fueron los dos personajes a los que más se debe en esta historia de intrigas y tricornios. Por otra parte, según revela el autor, los dos grandes sacrificados –ya antes de entrar en el hemiciclo- del desenlace de este episodio del que nuestros descendientes recordarán, sobre todo, una imagen. Aquellos, Tirios o Troyanos, que quedaron bajo la alfombra del golpe pueden provocar alguna pregunta de más pero, en todo caso, no consiguen excitar la curiosidad del autor, ni la del lector, o en todo caso, la mía, demasiado ocupado en disfrutar de la gran esencia del acontecimiento histórico: la imagen fija de Adolfo Suárez, porque el 23-F fue, como la debacle de las Torres Gemelas, sobre todo el valor y el mensaje de una imagen.
Aquí no se escapa ni Santiago Carrillo, el tercero en discordia ante la orden de tirarse al suelo, quién, tras Adolfo Suárez (el verdadero protagonista de la imagen), fueron los dos personajes a los que más se debe en esta historia de intrigas y tricornios. Por otra parte, según revela el autor, los dos grandes sacrificados –ya antes de entrar en el hemiciclo- del desenlace de este episodio del que nuestros descendientes recordarán, sobre todo, una imagen. Aquellos, Tirios o Troyanos, que quedaron bajo la alfombra del golpe pueden provocar alguna pregunta de más pero, en todo caso, no consiguen excitar la curiosidad del autor, ni la del lector, o en todo caso, la mía, demasiado ocupado en disfrutar de la gran esencia del acontecimiento histórico: la imagen fija de Adolfo Suárez, porque el 23-F fue, como la debacle de las Torres Gemelas, sobre todo el valor y el mensaje de una imagen.
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2 comentarios:
Nada nuevo bajo el sol. Nada que justifique el libro. Un solo ante el peligro, que no tenía otra que aguantar el tipo, porque eso era lo único que le quedaba.
No cambia nada, pero todo cambia.
Nada que decir sobre las percepciones del lector. Ciertamente no hacía falta escribir este libro para demostrar genio en la escritura. Y la historia ahí está, inamovible, nada nuevo que contar. Claro que también hay quien opina, como Benjamín Prado (Nunca le des la mano a un pistolero zurdo) que "escribir es lo contrario de contar historias.
Yo diría que por encima de la historia revolotea la fascinación por una imagen.
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