10.12.08

Salvador Monroig: 1895. Llegada de un tren a la estación

“LLEGADA DE UN TREN A LA ESTACIÓN DE LA CIOTAT”
HERMANOS LUMIÈRE
Título Original: “L'Arrivée d'un train à La Ciotat o L'Arrivée d'un train en gare de La Ciotat”
País: Francia
Año: 1895
Género: Documental
Director: Louis Lumière
Música: Cine mudo
Producción: Auguste y Louis Lumière
Duración: 49 segundos
Disponibilidad de la película: DVD (3) 1896/1920 “Saved from the Flames”


ARGUMENTOLlegada de un tren a la estación.
La sensación de “realismo” de esta breve filmación
provocó en el público un espanto de tal magnitud que la mayoría, atemorizados por lo que se les venía encima, abandonaron despavoridos sus asientos, creyendo que el tren realmente se abalanzaba sobre sus cabezas y que serían arrollados por la locomotora.
LA MEJOR SECUENCIAEn esta película, los hermanos Lumière descubrieron (y es más que probable que no fueran conscientes de ello) la fuerza de la profundidad de campo, mediante el encadenamiento: toma larga, toma media y acercamiento. Encadenamiento que producía el efecto o “ilusión” del acercamiento progresivo y acelerado del tren, y de los pasajeros en el andén, hacía la cámara y, por lo tanto, hacia el espectador.
COMENTARIONos encontramos en París, el 28 de Diciembre de 1895. Alrededor de las 5 de la tarde se produjo la primera filmación de la película. Lugar: el Salon Indien Du Grand Café, situado en el número 14 del Boulevard des Capucines, en la orilla derecha del Sena. Un pequeño local, que antes había sido un salón de billar.
Pocos parisienses sienten la necesidad de asomarse al sótano donde se pasa la primera sesión pública. Anteriormente habían presentado la película, el 28 de marzo para ser exactos, sesión en la que demostraron sus “habilidades” a la Société d´Encouragement à l´Industrie Nationale. La recaudación de este primer día fue de 35 francos. Después de precisar que los hermanos Auguste y Louis Lumière le deben gran parte de su fama a su padre Antoine Lumière, puntualizaremos que la primera proyección comercial de sus películas se pagaba a un franco la entrada, cuando el precio de una butaca en el teatro era de 25 céntimos. Entre los asistentes al acto, se encontraba el célebre mago Georges Méliès, que fue quien dijo: “Nos quedamos boquiabiertos, estupefactos”.
Los Lumière transformaron la industria del entretenimiento justo en el momento en que realizaron la demostración de su invento. Y, de hecho, “lo único” que hicieron fue proyectar una serie de imágenes en una pequeña pantalla… ¡Pero aquellas imágenes estaban moviéndose como si estuviesen vivas! Un mundo nuevo abría sus puertas al espectador.
Aunque la reproducción de imágenes en movimiento no era un fenómeno nuevo para la audiencia (el Kinetoscopio de Edison era un divertimento popular), este nuevo aparato llamado cinematógrafo, permitía la toma de vistas y, a la vez, podía ser utilizado para proyectarlas en una pantalla. Algo que nunca había sido visto con anterioridad. ¡Un fenómeno sin precedentes! Diez películas de aproximadamente 17 metros, que apenas llegaban al minuto de duración cada una, fueron proyectadas ese 28 de diciembre. Dos días después la policía tenia que intervenir en plena calle para controlar a la multitud que se agolpada ante la puerta del Gran Café.
Este hallazgo supuso un enorme éxito para nuestros cineastas, quienes, inmediatamente, decidieron seguir realizando películas con el propósito de mejorar su catálogo. A uno de sus más conocidos operadores, Alexandre Promio (1868-1926), suele atribuírsele el travelling en exteriores al efectuar el rodaje (en 1896) a bordo de una góndola mientras se deslizaba por los canales venecianos. Por otra parte, el cortometraje “El jardinero regado” (L´arroseur arrosé), en el que un jardinero miraba por la boca de su manguera y acaba recibiendo un remojón, supuso el primer gag de la historia del cine, siendo repetidamente explotado en el futuro, por cómicos de tanto renombre como Polydor, Max Linder, y el propio Charles Chaplin.
Y cuando Georges Méliès (1861-1938) pretendió comprarles su invento, los Lumiére le respondieron: “No se vende, joven, y dénos las gracias. Aparte su interés científico, no tiene ningún interés comercial.”
Y a pesar de todo lo contado, a partir de 1898, los hermanos Lumière llegaron a la errónea conclusión de que “el cine es una invención sin ningún futuro” y, en consecuencia, abandonaron la producción para centrase en la venta de aparatos de proyección y de sus películas filmadas hasta esa fecha.


Texto: Salvador Monroig

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