25.2.07

Rafa Ferrándiz: el color de la buena suerte

En mi primera percepción de la imagen me dieron unas ganas irresistibles de tocar la tela. Porque muchas veces la mirada no es suficiente. En la mayoría de los casos, jamás lo es. Claro que yo me hallaba ante una pantalla de ordenador y, por otra parte, en el museo me echarían los perros si intentara hacerlo, acercarme a tocar una pintura como si de una hortaliza se tratara.
Normalmente el rojo es sinónimo de furia, de violencia. A mí me pasó todo lo contrario. Esta obra sin título de Rafa Ferrándiz me transmite un no sé qué de pausada tranquilidad. O quizás me recuerde al sol, muy de mañana, cuando aparece, rodeado del espectro azul del cielo, tras el horizonte de tejados, allá a lo lejos.
Claro que una cosa es lo que vemos y otra a veces muy distinta lo que experimenta el autor. “No poder pasar sin pintar, sufrir ante el lienzo en blanco”, me confesó Rafa Ferrándiz. “Lo más duro es empezar.“
Es como si en esos momentos, cuando agarra el pincel y se enfrenta a la precariedad de la tela desnuda, ”sin una idea determinada”, Rafa se diera cuenta de que sólo puede “esperar que la propia pintura te conduzca por el camino que ella misma dicte". Una búsqueda a ciegas, con sentimiento o sin él (“tampoco en eso decides”) y en la que la que el hallazgo te elige a ti y no al revés.
Y a mí, en mi ignorancia, se me ocurre que, con un poco de suerte, en este “Rojo” podemos descubrir esa tensión. Al fin y al cabo, ¿acaso no dicen que en el simbolismo chino, el rojo es el color de la buena suerte? Juguemos pues.

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