Quiero que te acuerdes de mí
Kafka en la orilla es un cuento mágico. Y es un cuento mágico porque, como en “Alice’s Adventures in Wonderland”, debes atravesar el espejo para VER... Y sentir. Y, en nuestro caso, para alcanzar la otra orilla. Allí está Kafka Tamura, esperándonos, dispuesto a invitarnos a explorar las muchas puertas del cuento. Puertas que más bien parecen preguntas y que, en realidad, no precisan de una respuesta precisa, porque lo verdaderamente importante no son las respuestas sino el revelador efecto de que cada pregunta resulta, finalmente, una metáfora. “El mundo es una metáfora”, le dice Öshima al oído, en un susurro, a Tamura. Öshima, el bibliotecario, es una especie de “maestro” del joven Kafka Tamura que ha huido de su casa a los quince años.
Al final del ”corredor” de este cuento, laberíntico, repleto de símbolos que no acaban de enlazar sino más allá de nuestra consciencia, inextricable en su esencia y hermoso en su desarrollo pero, sobre todo, en la corporeidad de sus personajes, sólo podemos encontrar una única respuesta. ¿Lo adivinan? Una única respuesta pero con múltiples preguntas subsiguientes. Ya lo dice Öshima, el guardián de los recuerdos, el único de los personajes de la fábula que sigue en el mismo lugar – omnipresente, pues – de principio a fin. Su enseñanza es clara como la luz del sol: el discurrir de los acontecimientos - la vida, en suma – no es otra cosa que una metáfora continuada. Es decir, una ficción en virtud de la cual una cosa representa o significa otra diferente.
Porque, en realidad, este cuento, con reminiscencias del viaje iniciático contado por Joseph Conrad en "El corazón de las tinieblas" es como ese sueño de Sakura, al final del relato, tan sugerente, cuando sueña que Kafka Tamura se encuentra en una especie de laberinto, buscando una habitación especial, sin encontrarla y sin saber que alguien, a su vez, le está buscando a él. Metáfora angustiosa que resume y convoca en una imagen –la del sueño de Sakura- la eterna búsqueda del tiempo perdido, una forma como otra cualquiera de aludir al sentido de la vida. Esa ansia imperecedera (y digámoslo de una vez: inmerecida) por completar los huecos que tantas ausencias han dejado en nosotros. ¡Como si ello fuera posible!
Y lo más terrible, y a la vez más hermoso, o paradójico, es que mientras buscas, o persigues, no sabes que al mismo tiempo eres buscado y que, como en los sueños, como en todos los sueños, al despertar, sólo algunos sabemos que de sus múltiples significados el peor de todos, el más próximo a la realidad, es la inútil resistencia al olvido. Y por eso mismo sólo algunos pocos sabemos por qué la señora Saeki le dice al joven Kafka Tamura, mirándole directamente a los ojos: “Quiero que te acuerdes de mí. Si tú me recuerdas, no me importará que el resto del mundo me olvide.”
Lewis Carroll: Alicia en el país de las Maravillas (Alice's Adventures in Wonderland) (1865)
Joseph Conrad: El corazón de las tinieblas (Heart of Darkness) (1899)
Haruki Murakami: Kafka en la orilla (Kafka on the shore) (2006)
Al final del ”corredor” de este cuento, laberíntico, repleto de símbolos que no acaban de enlazar sino más allá de nuestra consciencia, inextricable en su esencia y hermoso en su desarrollo pero, sobre todo, en la corporeidad de sus personajes, sólo podemos encontrar una única respuesta. ¿Lo adivinan? Una única respuesta pero con múltiples preguntas subsiguientes. Ya lo dice Öshima, el guardián de los recuerdos, el único de los personajes de la fábula que sigue en el mismo lugar – omnipresente, pues – de principio a fin. Su enseñanza es clara como la luz del sol: el discurrir de los acontecimientos - la vida, en suma – no es otra cosa que una metáfora continuada. Es decir, una ficción en virtud de la cual una cosa representa o significa otra diferente.
Porque, en realidad, este cuento, con reminiscencias del viaje iniciático contado por Joseph Conrad en "El corazón de las tinieblas" es como ese sueño de Sakura, al final del relato, tan sugerente, cuando sueña que Kafka Tamura se encuentra en una especie de laberinto, buscando una habitación especial, sin encontrarla y sin saber que alguien, a su vez, le está buscando a él. Metáfora angustiosa que resume y convoca en una imagen –la del sueño de Sakura- la eterna búsqueda del tiempo perdido, una forma como otra cualquiera de aludir al sentido de la vida. Esa ansia imperecedera (y digámoslo de una vez: inmerecida) por completar los huecos que tantas ausencias han dejado en nosotros. ¡Como si ello fuera posible!
Y lo más terrible, y a la vez más hermoso, o paradójico, es que mientras buscas, o persigues, no sabes que al mismo tiempo eres buscado y que, como en los sueños, como en todos los sueños, al despertar, sólo algunos sabemos que de sus múltiples significados el peor de todos, el más próximo a la realidad, es la inútil resistencia al olvido. Y por eso mismo sólo algunos pocos sabemos por qué la señora Saeki le dice al joven Kafka Tamura, mirándole directamente a los ojos: “Quiero que te acuerdes de mí. Si tú me recuerdas, no me importará que el resto del mundo me olvide.”
Lewis Carroll: Alicia en el país de las Maravillas (Alice's Adventures in Wonderland) (1865)
Joseph Conrad: El corazón de las tinieblas (Heart of Darkness) (1899)
Haruki Murakami: Kafka en la orilla (Kafka on the shore) (2006)
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6 comentarios:
Hace un mes que terminé de leer "Kafka en la orilla". Pero mi título es "Kafka op het strand".
Me encanta el mundo absurdo de Murakami, lo descubrí cuando aún casi nadie lo leía. Ahora, sus libros son bestseller, lo que en cierta forma, me molesta. Ya no es tan exclusivo. Supongo que todos queremos sentirnos especiales.
En su mundo todo es posible, lo más fantástico e irreal.
Arturo, gracias de nuevo!
La frase final extraida del libro "Kafka en la orilla" es preciosa, invita a ser infestigado en su interior.
A mi me encantan las historias envueltas en un halo de fantasia, o fantasticas en toda su esencia.
La verdad es que tengo ganas de poder acabar con mis tareas más inmediatas, para poder ir a mi libreria de confianza, y adquirir esta novela, que a bien seguro, como tu mismo comentas, será deliciosamente linda y mágica. Ideal para leer en las apacibles tardes de verano en Palma.
Una vez leida, ya comentaré el resultado.
Un abrazo
Pues sí, Rosa. Reconozco que me costó un poco entrar en la historia, debido sobre todo a la anterior lectura de “Tokio Blues”, una novela, según parece, diferente a la mayoría de su obra, más lineal y sin invasiones en el campo de lo onírico y tal...
Busqué otro libro suyo, de bolsillo, más por el peso del libro que por el peso del dinero, pero no lo encontré
Seguiremos buscando
Espero ansioso el resultado de la lectura. Cati: Yo también estoy a la espera de leer un nuevo libro de este “fantástico” autor.
Un abrazo
Hace un tiempo me compré en BCN "Crónica del pájaro que da cuerda al mundo" de Murakami, no sé si lo has leído. Tiene 681 páginas...
Aquí viene un fragmento que me gusta: "... la luz brilla durante un limitado y brevísimo espacio de tiempo en el acto de vivir. Quizá sólo unas decenas de segundos. Una vez se ha ido, si has fracasado en el intento de alcanzar la revelación que se te ofrecía, no tienes una segunda oportunidad."
Magnífica cita, querida Rosa. La guardaré en mi caja de música (archivo de citas), con tu permiso. El lunes mismo iré a la caza del libro siempre que lo tengan en edición de bolsillo. No por el precio sino por el peso, pues sólo leo en la cama y con los “pesos pesados” se me doblan las muñecas y los mamotretos acaban aplastando al morsaman
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