El hacedor de sueños

”¿Por qué no te callas?” Le digo yo también a mi particular hacedor de sueños. Ese “doble” - que dicen - todos tenemos en algún lugar del planeta y que yo tengo la dichosa “fortuna” de tenerlo más cerca, tan cerca que hasta noto su aliento en mi pescuezo. Esto nos podría llevar a otro enunciado interesante: “¿Quieres hacer el favor de callarte, por favor?”, del gran Raymond Carver, pero hoy no tenemos tiempo para disquisiciones.
Mi “doble” aparecía en la pantalla, en uno de los canales más matracas (probablemente el cinco), metido en un traje de buen corte que debía de haberle costarle un ojo de la cara - a mi cuenta, por supuesto, a la de quién sino -, con corbata a juego y elegantes gafas con montura de concha. Y digo “le costó” porque se trataba de un sueño y, en materia onírica, los sueños no son el reflejo, detritus o premonición de lo que nos ha acontecido o del devenir inmediato, como siempre han afirman algunos ingenuos y todo el mundo cree a pies puntillas. Yo sé perfectamente que el que sueña por mí es un perfecto impostor. Un traidor. Me arrastra a historias rocambolescas, sin sentido alguno, y aunque el ilustre Ernesto Sábato dijera aquello de “de un sueño puede decirse todo menos que es falso” a mi no me engaña con sus melindres. Falso no será, pero pérfido y cabrón, la mayoría de las veces. ¡Y hasta aquí podíamos llegar!
Este maldito impostor se pierde días y días (noches sería mejor decir) con algún bisnecito que a mí ni me va ni me viene. Por eso, cuando me despierto, de madrugada, y voy al lavabo a echar una meadita, me lo tomo como un respiro, como cuando te escapas de la oficina con la sana intención de fumarte un cigarrillo para, luego, volver resignado a la historia de siempre. Ya lo sé, me lo dijo mi sicoanalista, riéndose como nunca la he visto reír, y es que a veces la confianza da asco, aunque no me lo tomé a mal, sino todo lo contrario, yo también me descoyunté.
Mi “doble” aparecía en la pantalla, en uno de los canales más matracas (probablemente el cinco), metido en un traje de buen corte que debía de haberle costarle un ojo de la cara - a mi cuenta, por supuesto, a la de quién sino -, con corbata a juego y elegantes gafas con montura de concha. Y digo “le costó” porque se trataba de un sueño y, en materia onírica, los sueños no son el reflejo, detritus o premonición de lo que nos ha acontecido o del devenir inmediato, como siempre han afirman algunos ingenuos y todo el mundo cree a pies puntillas. Yo sé perfectamente que el que sueña por mí es un perfecto impostor. Un traidor. Me arrastra a historias rocambolescas, sin sentido alguno, y aunque el ilustre Ernesto Sábato dijera aquello de “de un sueño puede decirse todo menos que es falso” a mi no me engaña con sus melindres. Falso no será, pero pérfido y cabrón, la mayoría de las veces. ¡Y hasta aquí podíamos llegar!
Este maldito impostor se pierde días y días (noches sería mejor decir) con algún bisnecito que a mí ni me va ni me viene. Por eso, cuando me despierto, de madrugada, y voy al lavabo a echar una meadita, me lo tomo como un respiro, como cuando te escapas de la oficina con la sana intención de fumarte un cigarrillo para, luego, volver resignado a la historia de siempre. Ya lo sé, me lo dijo mi sicoanalista, riéndose como nunca la he visto reír, y es que a veces la confianza da asco, aunque no me lo tomé a mal, sino todo lo contrario, yo también me descoyunté.
Entre risas, me dijo “pero vamos a ver, no sois dos: eres tú mismo el que sueña”. Y yo, reconociendo lo aparentemente absurdo de mi afirmación, esquizofrenia venial, perdonable si se quiere, consciente de que le estaba “brindando” una anécdota inapreciable a su colección de patologías jocosas y sorprendentes, (psicópata, dijo entre dientes: siempre lo negó pero yo bien que la oí) insistía, sin embargo, que de ninguna de las maneras, que ese forjador de sueños infames no podía ser yo. ¡Ni hablar!Ferran Jordà: les choses, les plus simples (the simple things we said)
http://les-plus-simples.com/displayimage.php?album=topn&cat=0&pos=44
http://les-plus-simples.com/displayimage.php?album=topn&cat=0&pos=44
Etiquetas: crónicas, fotografía