11.4.07

El escritorio

Me aterra mi escritorio. Sólo en un lugar así puedo darme cuenta de tantas cosas inevitables. Mi mesa está llena de papeles, Los cajones, atiborrados, guardan infinidad de carpetas. Por aquí cruzan los manuscritos, las colaboraciones de prensa, los fragmentos que apresuradamente escribo y luego olvido (pero también las facturas, las multas de tráfico, los extractos bancarios, los teléfonos, las direcciones). los papeles nacen y se multiplican. Es verdad que periódicamente afronto, voluntarioso, minuciosas limpiezas: tiro a la basura montañas de papeles. Pero apenas unas semanas de trabajo bastan para verme otra vez rodeado de impresos y de folios, para llenar de nuevo las carpetas y los archivadores. Me siento incapaz de gobernar este océano de objetos. A veces encuentro apuntes con números de teléfono que no sé a quién pertenecen. A veces descubro la nota de citas a las que no he acudido. A veces busco algún papel y compruebo que no está, que debo haberlo destruido en una de mis sumarias limpiezas. Estoy lleno de remordimientos de este tipo. Sé que debería ser más ordenado. Los papeles pasan por mi vida como un vendaval. Pierdo recibos y albaranes, pero también encuentro otros. A veces, en el fondo de un cajón, aparecen unos billetes que semanas antes me hubieran sido absolutamente imprescindibles. A veces descubro cartas de años atrás que merecían la urgente respuesta que no pude o quise dar, postales, inútiles folletos, garantías de aparatos que estropeé hace mucho tiempo, prospectos de pastillas que ingerí imprudentemente, tarjetas de visita de gente que ya no recuerdo, carnés de mis tiempos de estudiante.
Todo esto es una angustiosa sucesión de papeles. No soy capaz de controlar lo que está ocurriendo. Pero lo más doloroso es que me reconozco una persona insuperablemente olvidadiza y que, aunque lo apunto todo, el desorden disuelve mi memoria en este escritorio hasta que, de forma intempestiva, regresan los recuerdos. "Llámame, por favor", escribe aquella mujer en esta carta que ahora he encontrado. Y pienso en los años que han pasado, pienso que todo esfuerzo resultaría inútil, que un gesto ahora por mi parte sería casi grotesco y que su grito (paralizado para siempre en este trozo de papel, ahora que ella ríe, muy lejos de aquí, y me ha olvidado), su grito seguirá pidiéndome una respuesta ya imposible.
Pedro Ugarte: El escritorio
Materiales para una expedición
Ediciones Lengua de Trapo SL, 2002
Carolina Alfaro: Escritorio
Descripción: Fotografía con tratamiento digital, texturas y saturación de color
http://www.galeriagoya.com/


Pedro Ugarte nació en Bilbao en 1963. Vive en Bilbao, en un edificio paredaño a aquel en que pasó su infancia, aunque hay testimonios de que se ha aventurado un par de calles más allá y que regresó con la mirada confundida. Además de muchas otras cosas, ha escrito varios libros de cuentos: Los traficantes de palabras (1990), Noticia de tierras improbables (1992), Manual para extranjeros (1993) y La isla de Komodo (1996). Actualmente, el servicio de habitaciones de la cadena NH incluye su libro de relatos Guerras privadas, por lo que guarda la esperanza de haberse acostado, literariamente hablando, con más mujeres que las que cabría imaginar. A principios de 2003 ha publicado en la editorial Lengua de Trapo Materiales para una expedición, otro libro de relatos. Al menos no puede decirse que no lo esté intentando.

Carolina Alfaro: De pequeña me gustaba esconderme por los recovecos de los setos. Allí encontraba todo lo que me hacía falta para olvidarme por algún tiempo de que existía y respiraba. Jugaba a dejar de existir y lo lograba bastante bien.
Nadie sabía nunca donde buscarme y encontrarme. Pero también me gustaba alejarme de la casa y caminar, hasta perderme, por los senderos próximos y averiguar si terminaban alguna vez, pues estaba convencida de que no tendrían fin. Se perdían en la lejanía y donde parecía que se acababan empezaban de nuevo y otra vez se les veía perderse donde empiezan las nubes.
Buscaba otros caminos y les pasaba lo mismo siempre. Siempre eran caminos largos que llegaban al cielo y se volvían estrellas al llegar la noche y yo soñaba con llegar hasta ellas a través de esos pasillos sin fondo...

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2 comentarios:

Blogger CatiSampolFrontera ha dicho...

Los papeles,son en verdad, una plaga que desde mediados del siglo pasado hasta nuestros días nos ha ido invadiendo y que irremediablemente seguirá haciendolo. Por mucho que luchemos contra ella seguirá allí, ahogando nuestro espacio. Por mucho que queramos evitarlo, será inútil.

Saludos!

9:40 a. m.  
Blogger Cronopio ha dicho...

Ciertamente este libro de Ugarte es magnífico, piezas cortas y espléndidas. “El escritorio” es una de mis preferidas. La parte más importante de la casa (aparte, ejem, del dormitorio). Un abrazo

10:36 p. m.  

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